Ignacio del Valle (Oviedo, 1971) vive en Madrid. Ha publicado siete
novelas, ‘Busca mi rostro’ (2012), la serie de Arturo Andrade, integrada
por ‘Los demonios de Berlín’ (2009, Premio de la Crítica de Asturias),
‘El tiempo de los emperadores extraños’ (2006, Prix Violeta Negra del
Toulouse Polars du Sud, Premio de la Crítica de Asturias, mención
especial Premio Dashiell Hammett, Premio Libros con Huella), que ha sido
llevada al cine por Gerardo Herrero como ‘Silencio en la nieve’ (2012),
y ‘El arte de matar dragones’ (2003, Premio Felipe Trigo); ‘Cómo el amor
no transformó el mundo’ (2005), ‘El abrazo del boxeador’ (2001, Premio
Asturias Joven), ‘De donde vienen las olas’ (1999, Premio Salvador
García Aguilar). Además cuenta en su haber con más de cuarenta premios
de relato. Su obra ha sido traducida a varios idiomas. Colabora con
diversos medios de comunicación.
¿Qué tienen en común un doble de Lorenzo di Medicis, un francotirador o
un astronauta perdido en el espacio? ¿Qué comparten la Florencia
renacentista, el frente ruso o un bosque fantástico? ¿Dónde convergen tu
historia y la Historia?. Los personajes y los cuentos de Ignacio del
Valle se sitúan en una encrucijada en la que todos nos vemos envueltos,
en la que caminamos sobre las aguas del tiempo y de nuestra época.
‘Caminando sobre las aguas’ (Páginas de espuma), su nuevo libro,
desbroza todos estos interrogantes y unos cuantos más a través de
catorce cuentos. Con ellos el escritor asturiano regresa a un género que
cultivó abundante y exitosamente hace muchos años, tras una etapa en la
que predominó la distancia larga, la novela.
Ignacio, tras publicar varias novelas, ahora un libro de cuentos,
¿imperativo editorial?
No, por necesidad editorial seguro que no. Hace tiempo que he dejado de
escuchar esos cantos. Tengo claro que, publique lo que publique, ha de
ser decisión mía, porque si no queda como algo artificial y a estas
alturas no estoy por esa labor. Yo tengo un pasado como cuentista.
Escribí muchos cuentos durante diez años al principio de mi carrera. Los
que integran este volumen se habían ido acumulando a lo largo del tiempo
y había que darles salida. Pero para publicarlos tenía que establecer un
criterio de selección y todos ellos, independientemente de cuál sea la
historia o la época en que se enmarcan, corresponden a momentos de
transición en los que protagonistas pasan de un estado a otro en sus vidas.
¿Los cuentos permiten ver tu evolución como escritor?
Todo el año pasado me lo pasé escribiendo cuentos y algunos están
integrados en el libro. También hay otros más antiguos, pero no creo que
se pueda observar mucho mi evolución en ellos porque mis intereses
continúan siendo los mismos. Lo que sí hay es una unidad estilística y
una inquietud patente por experimentar con estructuras narrativas. Como
escritor resulta muy interesante trabajar en distancias cortas y luego
aplicarlas a mayor escala. Pero esto no quiere decir que el género del
cuento sea fácil, ni mucho menos. Que se lo pregunten a Borges que se
pasó la vida escribiéndolos.
¿Te ves muy reflejado en estos relatos?
Para escribir la experiencia es muy importante. Yo escribo con la
memoria, soy fruto de ella, no tengo imaginación. De todo lo que leo y
escucho se produce una amalgama, una canalización creativa, y después
sale lo que sale. No creo que haya gente que escriba con la imaginación,
es imposible. Cada uno es el resultado del flujo de información que pasa
por su cabeza.
Hay escritores que cuando acaban un libro se sienten liberados, ¿te
ocurre a ti lo mismo?
Cuando acabo una novela, la siguiente ya funciona en mi cabeza, no
existe ningún corte traumático entre una y otra. Conviven en paralelo
porque no hay que dejar un especio vacío entre las dos. Y lo mismo me
ocurre con los cuentos. De lo que estoy convencido es que para escribir
lo más importante es no estar nunca cómodo del todo con lo que haces.
Decías antes que todo el año anterior lo pasaste escribiendo cuentos,
después de tanto tiempo sin hacerlo, ¿qué tal te has sentido?
Verdaderamente me sentí muy bien. El callo se hace a base de picar
piedra, de escribir, y a mí me resulta muy fácil, muy natural, el
proceso de escritura me sale solo, automático, no he de pensar mucho,
únicamente me hace falta una idea potente para escribir un cuento. No es
como la novela que puedes desarrollar varios temas y ensamblar después.
Miguel Ángel decía que la estatua estaba dentro de la piedra y que solo
había que quitar lo que sobraba. El cuento es lo mismo.
¿Hay un tiempo para escribir cuentos y otro para escribir novelas?
No, es un todo. Yo, que me muevo entre las dos aguas, percibo que hay
una retroalimentación entre ambos géneros, es un círculo virtuoso. Por
ejemplo, el primer relato de ‘Caminando sobre las aguas’ es el embrión
de mi novela ‘Busca mi rostro’, que publiqué el año pasado, y el relato
‘Gott mit uns’ es el origen de ‘El tiempo de los emperadores extraños’.
Y también me ocurre al revés: ahora que estoy escribiendo una novela, me
tropecé con un trozo que no funcionaba porque era muy potente. La
solución que adopté fue sacarlo del texto y convertirlo en un cuento.
‘Jaques’, uno de los cuentos de ‘Caminando sobre las aguas’, trata de
la tortura de una mujer en tiempos de una dictadura, lo has escrito sin
ubicarlo en ningún país concreto.
Aunque cada vez estoy más desencantado, algo ciertamente peligroso
porque en él se puede encontrar el germen de muchas cosas, uno de los
temas que me interesan es la política. En ‘Jaques’ te encuentras con una
mujer torturada, en Guantánamo o en una picana, da igual. Las torturas
son las consecuencias de la ideología y me interesaba un poco
desentrañar los mecanismos que conducen a esa situación.
Precisamente en ese mismo cuento leemos: “Todavía no tenía edad para
comprender que aquel era uno de esos días vírgenes, hasta que llega un
hijo de puta y lo convierte en Historia”, ¿ese personaje es consciente
de que está haciendo Historia con sus actos de horror?
Depende de lo inteligente que sea ese hijo de puta. Algunos ni se lo
plantean porque son como peces en una pecera. Y al revés, a veces
aparece una persona benéfica como Pasteur, por ejemplo, que descubre una
vacuna y convierte ese día en Historia. Pero en este caso concreto, el
cuento habla de una dictadura.
Le dedicas el libro a Erundina, tu abuela, ¿fue ella quien, con sus
cuentos, te inició en la literatura?
¡Como Dios manda! Efectivamente y ahí está la madre del cordero. Mi
abuela me aportó dos cosas muy importantes: una, me contó cuentos y me
regaló muchos libros; y dos, creó el espacio para que mis padres, que no
eran nada, fuesen clase media, estuviesen un poco mejor situados y yo
pudiera tener acceso a la cultura. Ahora, ya no somos clase media,
aunque creíamos que lo éramos [risas].
‘Caminando sobre las aguas’, el título tiene reminiscencias evangélicas
En la Biblia esta todo, ¿no?, me gusta mucho esa imagen del Cristo
caminando sobre las aguas, pero también es una metáfora del cuento del
mismo título, protagonizado por Lorenzo de Medici. La ciudad de
Florencia constituye una gran pasión para mí. La primera biblioteca
pública que hubo, la medicea, estuvo allí. Además, los Medici fundaron
la Academia Neoplatónica para el conocimiento, a cuyos artistas se les
pagaba absolutamente todo a cambio de que creasen obras de arte que
luego se quedaban en Florencia. Precisamente de aquí es de donde arranca
el esplendor florentino.
¿En general domina un cierto ambiente trágico en estos relatos?
Puede ser, pero mis personajes viven una mutación continua y no creo que
los abandone en la desolación absoluta. Siempre busco algún tipo de luz
en su contradicción. Los machaco pero no los quemo del todo, porque la
vida aprieta mucho también. Siempre les queda una rendija.
La última: ¿en qué va a consistir tu próximo proyecto literario?
Voy a escribir novelas más cortas. Como te decía antes, mi gran problema
es que no quiero sentirme cómodo a la hora de escribir, porque a la
larga a uno lo que le interesa es continuar con lo que hace y, además,
hacerlo bien y yo tuve una época en la que me aburría mucho. Por eso hay
que buscar cosas nuevas. En mi novela ‘Los demonios de Berlín’ y en mis
cuentos he experimentado mucho con nuevas estructuras. He quedado
agotado, pero ese esfuerzo me cambió la mirada, reconfiguró mi cerebro y
me legó nuevos caminos por explorar que es a lo que pienso dedicarme ahora.
Todos los grandes incendios son provocados. Hace un par de días hubo un pequeño fuego cerca de Cortes de Arenoso, por un rayo, que se apagó enseguida. Este año está siendo particularmente fatídico para los bosques, ya han ardido más de 200 000 ha. de terreno en lo que llevamos de verano, habida cuenta de que los sistemas de prevención y extinción han mejorado desde aquella época.
"A medida que las naciones emergen de la crisis de COVID, he comenzado a retomar las apariciones internacionales y, entre otros objetivos, tengo en proceso un itinerario creciente para una visita europea en la primavera de 2023".
Elsy es abogada, doctora en jurisprudencia, narradora, dramaturga y poeta ecuatoriana. Comienza su carrera literaria con la publicación del libro de cuentos De mariposas, espejos y sueños. La mayor parte de su obra cuentística está reunida en el libro Los miedos juntos (El Ángel Editor, 2009).