No es usual examinar dos libros a la vez en una misma reseña, pero el caso que nos ocupa no es usual en ninguno de sus aspectos, ni en fondo ni en forma. Además, y como justificación de analizar ambos libros a un tiempo, se podría decir que el primero "Mensajes en las alas" es hermano indisoluble de "Patrimonio de la Palomidad. Haikus rotos, plumas y moringuerías". Esto es, y como me ha ocurrido a mí, uno debería leer los dos libros en línea -sin la interrupción de obra cualquiera de otro autor entre medio de ambos-, como si fueran uno, un mismo discurso creciente. Pues son una progresión de nominaciones y vivencias y decires ("Mensajes en las alas") que culminan en "Patrimonio de la Palomidad" y su esplendoroso final. Es un Cántico blanco, puro -puro en tanto a inocente, inocente en tanto a lo mejor de todo lo natural- en dos libros, unido por un mismo hilo de luz, el que ve los ojos de una paloma -y que le lleva y trae de su origen y su presente-, la protagonista de ambos libros, Moringa, de apellido Nosoyplaga, cuya autora, o "canal" es la humana que lucha en el movimiento de la liberación animal, la docente Marta González, residente en Zaragoza.
Tanto se ha transido por la "palomidad" la autora que hasta en su facebook su alias es Moringa Nosoyplaga. El aire alto de la mente de una paloma y sus sabidurías, cálices y memoriales, no encuentro cómo, ha aprehendido la profesora Marta, literalmente cuando ha escrito los libros se ha metido en la cabeza de una paloma, o mejor dicho: a la inversa. En su humildad y amor animalista, ha permitido que una paloma que vive en su casa como un familiar más, la paloma Moringa -junto a otras, algunas fijas y otras de paso- hable a través de ella. Teclee unos pensamientos de paloma con sus manos y nos los traslade con una prosa y un verso realmente evocador y magnífico, de los mejores versos que he leído en mucho tiempo. Poemas que te dejan sin aliento. Identidad. Identidad literaria. Lo más espantoso, lo más hermosamente terrorífico, cuando menos inquietante, es que leyendo primero "Mensajes en las alas" y luego "Patrimonio de la Palomidad" sientes que, tal cual y de verdad, una paloma te está hablando, te habla de su pasado triste, de su "segundo nacimiento" cuando fue recogida, salvada de la muerte, por la que al inicio se resiste en decir Mami (desconfía) pero al final lo consigue y lo dice con gran cariño, su madre humana, Marta González, gran activista para las palomas en Zaragoza. Quien junto a otros activistas ha realizado concentraciones silenciosas para denunciar el estado de las palomas en las ciudades, con carteles interpelando tanto a los ciudadanos como, en especial, al ayuntamiento. Para que ese animal que, como comenta la autora, es considerado el símbolo de la paz, deje de ser asediado, condenada al olvido, incluso, también lo dice y con toda la razón porque es verdad, "odiada". Odiada como los gatos. Los llaman los callejeros. Dicen, del gato y de la paloma, que contagian enfermedades. Todo falso. Lo que enferma es que un pueblo o ciudad no estén limpios, que sus extrarradios estén llenos de basurales, lo que mancha y ensucia es el humano, sólo hay que mirar las límpidas playas sin el humano, y después al paso de él cada día del verano, o de las fiestas de San Juan, cómo quedan. Plaga llaman a las palomas. Plaga los humanos, mirad cómo está este planeta, en una emergencia climática que ningún animal ha generado, pues ellos se guían por una cadena trófica, un orden respetuoso con todo lo vivo, que sólo el animal humano ha roto y pisoteado. Y ahora necesita constantes cabezas de turco. En diversas ocasiones ha habido peticiones al ayuntamiento de Zaragoza para que cese en su caza de las palomas, por lo que llaman superpoblación (¿y la del humano?, ¿soportaríamos que nos echen redes encima inopinadamente cuando caminamos por algún lugar de la ciudad?), con métodos cruentos. El de la gran red y el posterior gaseo, las SS de las palomas, la humanidad SS, nazismo contra todos los animales no humanos.
Pues sí, existe el pienso esterilizante. Que el consistorio considera nocivo para el medio ambiente -excusas, y nacidas de la ignorancia-, razón por la cual esgrime no lo usa. Falso. Falso todo. Existe un pienso muy óptimo para controlar la población de palomas que únicamente actúa vía interna en el animal en cuestión, y que no proyecta ni deja huella alguna en el medio ambiente ni nada parecido. Como con el gato, los responsables de las áreas que por obligación están destinadas en los ayuntamientos para cuidar del bienestar animal, donde entran los gatos y las palomas, van a lo fácil, la red y el gaseo. Para el gato la furgoneta y el mismo gaseo en la perrera. Un grito colectivo de millones de animales a los que el humano les ha arrebatado un mundo, que deben malvivir en la ciudad funesta, inhóspita, peligrosa y muy cruel del humano, donde los atropellos forman parte del día a día, las lesiones en las patas de las palomas la constante, muchas andan con muñoncitos. Peregrinas, mensajeras, tan altas en las crónicas de la historia, tan poéticas, pero en la realidad tan olvidadas y tan maltratadas entre nosotros. ¿Cómo a un ser de los cielos, con tanta inocencia, tan vulnerable, desde un Edificio donde se supone trabaja gente capacitada para resolver los problemas de los vecinos de las ciudades, en casi todos los lugares de España se pide que no se le alimente, mediante incluso prohibición?
Especismo.
Tiempo, pues, de expandir la empatía, de enseñar que el respeto no vale si es sólo entre los humanos.
Moringa, herida de guerra, coja por una pata herida que no pudo salvarse, aún conserva el humor, ambas, humana Mami y paloma hija, conversan sobre todo lo dicho anteriormente en una suerte de diario en el primer libro "Mensajes en las alas" (2018, Punto Didot), donde la que casi siempre abre el fuego de la conversación, en una noche de silencio pensativo, de la autora humana, de la Mami, la profesora Marta González, en cada página Moringa la despierta a la vate de su, quizá, melancolía por pensar en un mundo distinto, mejor, más respetuoso, y con microconversaciones que tiene, te despiertan una sonrisa. Ambas heridas. La una por los humanos, por no saber qué mundo era o es el suyo, Moringa; la otra, Marta, a la escucha siempre de la paloma, mediante lo que le dice Moringa o lo que piensa Moringa, crean cuadros espléndidos de diálogos muy cultos, donde se examina la cultura humana, con ácida ironía, con humor constante. Creo que la autora comienza esta saga con dichas conversaciones donde Moringa, palomita culta y romántica, anhelante, alegre y llena de ilusión, aunque muchas veces oscura y deprimida, para que nos conmovamos examinando una vida, una vida llena de ricas conversaciones y supervivencia con la amistad verdadera, entre animales auténticos, que se dan sin examinar diferencias que no existen, y que superan sus penas andando una al lado de la otra, conviviendo contándose sus miedos y sus deseos. Moringa nombra a muchos autores de la literatura universal, ella es muy altiva, es un ser de los cielos. Como el gato, la paloma resiste hasta el final. Son realmente seres superiores, y se ríe, y admira y nombra versos o anécdotas que hace suyas de Juan Ramón Jiménez, Bukowsky, Cortázar, Hesse, Francis Bacon, Sorolla... y a través de este viaje de conversaciones pequeñas, pero perfectas y redondas, y seguidas en cadena avanzando en la lectura, perfectamente armadas, asistimos a un corolario que nos repasa como identidades, no ya como personas o como ciudadanos, se nos da una lección de cómo pensar, de cómo resolver, de cómo usar la cultura misma, de cómo sobrevivir, desde la más odiada junto al gato y la rata, la paloma de ciudad. La mayor lección, escuchar al silencio. La paz del silencio. La amistad con el silencio y la eternidad de la paz con la calma de detenerse a escuchar a la otredad. Otredad a la que invoca constantemente Moringa, en sus reclamos y traídas de anécdotas o frases de autores, humildemente, para reconvertirlos en su mente de paloma, transformación, evolución, hibridación, camaleonismo, unidad de todo. Ciclo de conversaciones de gran nivel literario tanto como por lo que se dice y cómo se dice, como por la sencillez escogida para decirlo; desde ese primer contacto con la palomidad el lector siente que entra, ya ha entrado, en otro páramo, y esto es real por completo. Un páramo de calma. Dice Marta que la literatura, escribir, sana. Yo, inicialmente, recomiendo sus libros porque son auténticos bálsamos para el alma. Finalmente, el libro culmina con un apartado llamado "Moringa Pensativa. Doce plumas y mil días", una serie de poemas de una preciosidad y gusto, libertad formal donde se ve que hay una altura inusitada de pensamiento, donde Moringa parece echarse a volar después de conversar con "Mami" y en un vuelo imaginario (no puede hacerlo físicamente, recordemos que es coja y está "herida") entona un canto compuesto de 11 poemas y 6 haikus cuyo esplendor nos deja sin aliento. Moringa respeta a su comunidad desde el poema I donde invoca: "Quisiera volar hasta el fin del mundo/decirle a la paloma de la paz/que no muestre el camino a Noé// quisiera volar hasta el último pueblo/y posarme en una estupa habitada por monos viejos// quisiera ser como las otras/ y arriesgar mi vida cada mañana recogiendo migas [...]". Entramos aquí en la tristeza melancólica del que ha sido reo o perseguido durante años, que aunque sea liberado y alcance la paz (Moringa ya la tiene al lado de Marta), ese periodo de crucifixiones cotidianas siempre gira y nos abarca, la reja y el miedo dilatado durante años, luego no nos abandona, y aquellos con quienes lo compartimos -ahí la conmovedora culpabilidad de los versos- sentimos que debemos volver para asistir a la condena de esos que aún están "allí". Porque cuando uno ha sufrido mucho al final siente que no merece la felicidad. La herida que el maltratador genera en la víctima se multiplica en el tiempo como un juego de espejos. Moringa recuerda, añora, Moringa es justa y fraterna. Y por fraterna culmina ese poema agradeciendo a Marta "pero si volviera a nacer así/con una pata rebelde y un castigo inmerecido/quisiera que me sacaras una y otra vez de esa papelera". En uno de los versos de los subsiguientes poemas la paloma nos parte el alma, hablando por todas las palomas, expresando: "Mañana habré volado/lejos de este cuerpo roto".
En "Patrimonio de la Palomidad. Haijus rotos, plumas y moringuerías" (2019, Europa Ediciones), la obra comienza con una frase de Proust, que define todo el territorio que recorremos con la obra, el del recuerdo, el de la añoranza, el de un páramo intocado que puede existir en esta tierra, en la que no existe la felicidad, pero sí puede existir la paz: "La creación del mundo no ocurrió/al principio de todos los tiempos,/ocurre todos los días".
El libro arranca, después de un estupendo prólogo que no lo invade sino que lo complementa con amabilidad y sabiduría, arrolladoramente con un poema de declaración de intenciones, que elevaría los corazones de los manifestantes si fuera leído en una protesta en favor de las palomas:
Declaración necesaria de principios minúsculos
vivir sin derechos otorgados vivir sin permisos vivir de prestado comer tus sobras beber tus miserias dormir sin sueños nacer porque quiero hacerlo volar como si me quisieras querer cada minuto de esta vida enferma morir a marchas forzadas ser paloma sin ser plaga
Se podría elaborar un estudio del sufrimiento de la paloma en las ciudades sólo con este poema prontispicial, en mi opinión estamos ante una literatura animalista que arranca al fin con fuerza, después de ser muy pocos los autores que nos ponemos en el lugar de los no humanos para narrar sus anhelos y pesares, inaugurando una nueva etapa en la literatura universal, la de la literatura animalista. En este sentido no sustraeré el decir, al fin, que como "poeta de los animales" que se me llama, porque no existen autores que dediquen el cúmulo de su obra a los no humanos como seres con alma, sentires, corazón, abstracciones y, al fin, como iguales a nosotros, mejores, diría yo, con Marta González estamos ante una de las pioneras autoras de la verdadera literatura animalista.
Porque hay mucha literatura ya, afortunadamente, que habla por y para los animales no humanos, pero casi toda es en formato ensayo, desde el impactante y de obligada lectura "Liberación animal", de Singer, a "Lluvia sin truenos", pasando por los libros de Marta Tafalla, o, por ejemplo (y hay muy pocos por ejemplos) el de ficción "Juicio a los humanos", ficción ficción, pero entendida esta como realmente animalista, como, en parangón, Dostoievski se introducía en la mente de los más pobres de Rusia para ser ellos en los personajes de sus enormes novelas, o como Whitman se introdujo en la totalidad, en la libertad más absoluta que en pocos lugares del mundo se puede experimentar como en las grandes llanuras de América, y por su libro "Hojas de hierba", en que rompía la reja de la rima y la forma tradicional del poema para liberar verso y palabra, y temática, la poesía ha sido siempre la gran libertadora, la rebelde de todas las bocas. Nos ha ayudado a todos. Desde la poesía social, en que en España despuntaron feliz, y trágicamente, Hernández, Alberti, y en su ir y venir Neruda... pero ese pueblo de ellos era demasiado pequeño. Aunque su Obra sea tan inmensa, lo es.
La literatura animalista viene a interpelar al humano diciéndole "tú también eres un animal", tu obligación es acercarte de nuevo a los innumerables miembros del resto de tu familia, a los que desprecias, los animales no humanos. En la literatura animalista el autor se introduce en las mentes de los animales y expresa sus sentimientos, sus vidas. Esto nos aporta un conocimiento del mundo mayor. Escuchando aunque sea como canal a un autor humano, a los otros pueblos, las otras naciones, las que recorren los aires, las que viven en los mares, las que corren entre las tundras, aquellos que aún son libres o viven, diezmados todos por la aniquilación sistemática y brutal de especies, y la mayor parte de los nacidos animales entre nosotros confinados en jaulas, barracones, esclavizados para todo tipo de usos. Esclavos. Esclavas. Destinados a una alimentación insana e inmoral. Oyendo a las y los hermanos ocultos por delito de lesa animalidad en un sótano de siglos, abriremos párpados que nunca habíamos abierto.
La autora Marta González es vegana. Es consecuente con su defensa de los animales y por eso su inmersión en la cabeza de Moringa, en este segundo libro, se torna más profunda e inefable. Los poemas que componen "Patrimonio de la Palomidad" son de una perfección (entendiendo perfección en un sentido de completos, de haber sido escritos con verdad, ser capaces de emocionar las almas y llenarlas de belleza) y a un tiempo de una aventura estilística encomiable. El ciclo de magníficos poemas que nos van haciendo sentir que volamos, por una belleza, insisto, insólita, culmina en un final portentoso, donde aparece en cada página una imagen de una puerta con aldaba en forma de mano -imágenes distintas- coronadas por frases poéticas de alto nivel y profundidad de conocimiento. Ahí, en ese momento, la emoción por el viaje de ambas obras nos transfigura en poesía completa, somos paloma, somos vuelo, paz, el mensaje llegó a su lugar correspondiente, entendimos a la paloma y, con ello, sabemos más de nosotros (que cuando andamos también recorremos cielo, aunque no nos apercibamos de ello). Frases como:
La hierba no es más verde al otro lado de la valle, simplemente alguien irguió una valla
Ya no me interesan las palabras que no acarician
Di no a muchas cosas para poder decir sí a las importantes
Y yo digo no a muchos libros que me envian, porque carecen de literariedad, y sobre todo de voz propia. Invito al autor a seguir luchando, produciendo mucho y tirando a la papelera más.
De Marta González sólo puedo decir que celebro, soy feliz, de poder decir que estamos ante una de las voces animalistas más grandes, y que sus dos obras conforman parte muy relevante del corolario de obras que inauguran una etapa empática y enorme que nos hará mejores.
Las palomas no son plaga, son mentes como nosotros, y están perdidas -por nuestra culpa-, y son agredidas diariamente.
NOTA importante. Cada uno de los dos libros reseñados se puede leer por separado como un ente artístico único. El hecho de que yo al leerlos en progresión de su edición, y haya sentido que son un mismo canto en crescendo, no deja de ser una mera opinión. Al margen de ella, repito, tanto Mensajes en las alas como Patrimonio de la Palomidad se defienden por sí solos. Animo, nada más, a leer cada una de las obras, preferentemente las dos, porque sin ello nos quedaríamos sin una emoción importante en nuestras vidas, yo así lo he sentido, que antes de introducirme en el mundo de Moringa, me faltaba algo, y no lo sabía. Y eso que he leído miles de libros en mi vida.
|