Almudena Navarro es una escritora especializada en el género costumbrista manchego, un género que escasea en la literatura. Su última novela en solitario, Aroma de azafrán, asienta las bases para este estilo tan peculiar de la autora y, a la vez, tan exitoso. La novela ha sido publicada con la editorial Caligrama.
Almudena, la última novela que has escrito en solitario es Aroma de azafrán, con Caligrama editorial. Cuéntanos cómo fue el proceso de creación de esta obra y qué significado tiene para ti.
Supone mi continuidad en el género por el que me hice escritora. No hay muchas autoras de género costumbrista manchego (jajaja, igual solo yo). En realidad, la historia por la que iba a empezar a escribir, cuando empecé, aún no se ha escrito, será si todo va bien mi tercera novela costumbrista. Como escribo sobre historias de familiares, no es fácil.
Además, conlleva mucha documentación. No es como mi novela de aventuras, La Alejandría Olvidada, que era toda ficción o Cero Dominante, la novela que he publicado recientemente con mi compañera Inma Bretones, que es una distopía. Me supone un gran esfuerzo y reto personal.
Tienes un estilo narrativo y un género muy marcado. ¿Cuáles crees que son los principales ingredientes de tus novelas? Tengo un estilo directo que se reconoce muy fácilmente. Desde el principio. Siempre he querido ser fiel a mí misma. Los principales ingredientes de mis novelas son los personajes, imperfectos, algunos hasta cuestionables. Pero todos, memorables.
¿Con qué otras novelas o películas podrías comparar, por ejemplo, Aroma de azafrán para que los lectores se ubiquen? Me lo han dicho un montón de veces: A Lejos del mundanal ruido de Thomas Hardy. Para mí es un halago, ya que de alguna forma me sirvió de inspiración, como Orgullo y Perjuicio en La papeleta en Blanco. Los clásicos ingleses siempre me han fascinado y, supongo, han calado en mí.
Almudena, eres toda una referencia en la autopublicación, pues en Amazon has cosechado siempre mucho éxito. ¿Qué consejo le darías a alguien que quiera autopublicarse, en general, tanto con Amazon como con una editorial como Caligrama? Que lo disfrute y no se agobie. Que sea feliz y que mire los rankings sin obsesionarse. Pero para llegar a ese punto hay que publicar rayando la perfección (y eso que yo en su día también cometí errores). Maquetación, portada y correcciones profesionales. Todo ello sin olvidar un plan de marketing original, al menos para las primeras semanas del lanzamiento. Hoy en día es más complicado que antes. La papeleta en blanco estuvo casi 2 años en el top100, y meses en el top5. La Alejandría igual, e, incluso, dos meses en el top1. Ahora, aunque llegues, caes a los pocos días. Salvo que seas Gamboa, claro, que es un crack.
¿Qué te gusta de Caligrama? La profesionalidad de los editores. La facilidad para gestionar y distribuir la novela. Soy una autora de digital, sin embargo, Aroma de Azafrán se ha vendido muy bien en papel. Nunca había vendido como indie tanto en papel, sin editorial. Un gran logro que no esperaba.
¿Nos cuentas alguna anécdota relacionada con Aroma de azafrán? Sí, su título original era: La Soledad de Victoria. Me encantaba, pero era poco comercial y me sugirieron en Caligrama cambiarlo. Y tenían razón, el punto fuerte de Caligrama es que tiene filtros de edición. El informe de lectura por especialistas de Penguin es un gran acierto, porque no soy perfecta y hay cosas que no puedo ver. Saber los puntos fuertes y débiles de una novela, de forma externa, ha sido vital para la novela. Es lo que más me ha gustado de Caligrama: la oportunidad de mejorar la obra con consejos.
¿Qué opinas de las tierras manchegas como escenario literario? Tengo desde hace 10 años el Refranero Manchego que me regaló mi tío Enrique de libro de consulta de cabecera. Me encanta la vida en el pueblo, la agricultura, la gastronomía, las personas, su arte...
¿De qué forma te gustaría que llegasen tus obras a los lectores? ¿Qué regalo hay en ellas? Me da igual la forma, mientras lleguen. El regalo es vivir una historia distinta, aprender una cultura que está aquí al lado, cercana, pero desconocida.
¿Digital o papel? El eterno debate. Para mí también.
¿Crees que los pueblos manchegos irán desapareciendo paulatinamente o aún conservan fuerza suficiente como se puede atisbar en Aroma de azafrán? Pues he cambiado de opinión con el paso de los años y, más aún, después de la pandemia. Vivir en un pueblo pequeño es sinónimo de calidad de vida, me gustan las vidas sencillas. Sin aglomeraciones, en plena naturaleza, con tu espacio y tu propio patio o jardín. Con vecinos a los que conoces y a los que puedes invitar a cenar o pedir favores. A los que puedes ayudar. Si vuelven a haber pandemias, vaticino tras el declive, un auge de la vida en los pueblos.
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