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El concepto que se tiene en Europa del expresidente norteamericano siempre ha estado basado en su comportamiento extrovertido y impulsivo

​¿Desapareció D. Trump de la política? Muchos piensan que no

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Esta Europa tan dependiente de los EEUU, aunque intente demostrar que es completamente autónoma, siempre ha venido adoleciendo de tener un sentimiento, completamente injustificado antiamericano, de creerse que está en disposición de dar lecciones a los norteamericanos sobre cómo deben comportarse, lo que deberían hacer, qué tipo de democracia practicar y cuál debería ser su actuación política o económica pero, evidentemente, mirado todo ello desde el punto de vista de lo que le interesa y conviene a la aristocrática señora del viejo continente. Una mezcla de fatuidad pueril y de soberbia injustificada, que hace que, en numerosas ocasiones, se emitan opiniones, se critiquen actuaciones y se pretenda dar consejos cuando, en la mayoría de ocasiones, a quienes mejor les vendrían y aprovecharían, sería los propios europeos, incapaces de gobernarse a sí mismos con un mínimo de coherencia y rigurosidad.


Esta manía de muchos intelectuales españoles, de progres de izquierdas, de miembros de esta farándula engreída y mayoritariamente ignorante, que se autoproclamada defensora de una cultura que, en muchas ocasiones consiste, básicamente, en mostrase desnudos ante las cámaras o representaciones teatrales, en verter palabras soeces y malsonantes en los teatros, películas o en los propios medios de comunicación o en `prodigar escenas de cama de elevado tono, pornográficas, en señal de esta pretendida libertad en  la que consiste, hoy en día, para una parte importante del progresismo español, el poder despendolarse sin recato alguno en cualquier ocasión en la que se pretenda llamar la atención, protestar o, simplemente por la intención narcisista de exhibir el cuerpo, como instrumento de provocación. Se puede decir que es fruto de una equivocada moralina que se ha hecho popular en el viejo continente y que, pese a las libertades de que gozan los americanos, allí tienen menos acogida, son más sancionadas y, si en algunos lugares se practican, suelen serlo en locales cerrados, en lugares reservados y, generalmente, objeto de la repulsa social.


Por ello, podemos observar que el criterio mantenido por el 90% de nuestra prensa y por la mayoría de nuestros políticos, incluso de la derecha, dieron por acabado al señor Trump cuando, en circunstancias poco claras, cuando en las urnas había logrado una ventaja favorable, el recuento de los votos por correo, rompiendo la tendencia de la votación directa, provocó un vuelco que, en muchos estadounidenses, llegó a crear serias dudas respecto a la limpieza y seriedad del proceso electoral. Las izquierdas se apresuraron, inmediatamente, a tachar a los que no entendían el vuelco en el sentido de la votación, de embusteros, de malos perdedores y de no aceptar las reglas del juego. Sin embargo, pese a su derrota, el señor Donald Trump no parece que haya caído en el olvido, como sucedió con otros candidatos derrotados, antes bien, por las noticias que nos llegan del partido republicano se puede decir que si, hoy en día, hay una tendencia consolidada y una renovación de los ánimos para presentarse a la reelección  para la presidencia del país, en la próxima campaña es, precisamente, la liderada por el señor Trump que, lejos de desanimarse, de perder prestigio entre las filas republicanas o de quedar postergado por la vieja estructura de mandos del partido, ha conseguido ir desembarazándose de sus   objetores más destacados, que se habían venido caracterizado por intentar desacreditarle y apartarlo de las posibilidades de presentarse a una próxima reelección, queriendo presentarlo como un outsider sin posibilidad alguna de triunfo cuando, lo que ha sucedido es que, su postura en el partido republicano se va reforzando. 


El concepto que se tiene en Europa del expresidente norteamericano, señor Donal Trump, siempre ha estado basado en el comportamiento extrovertido, impulsivo, en ocasiones chocante y poco sofisticado del personaje; algo que para los europeos, acostumbrados a unas maneras aparentemente más elaboradas, menos directas y con otro tipo de lenguaje, les da la sensación de ser una manera frívola de gobernar, mas rudimentaria y menos entendible, según las pautas de la política europea, pero que, vean ustedes la situación actual del partido republicano americano, después de una derrota que, aparentemente, debería haberlos alejado para mucho tiempo de la posibilidad de recuperarse y, no obstante, lo que realmente sucede es que las encuestas demuestran que la base electoral que apoya al expresidente, sigue siendo muy sólida, se mantiene en cifras muy próximas a las que lo votaron en las pasada elecciones presidenciales y que, como se pudo comprobar, solamente se decantó la victoria, para el señor Biden, por un margen muy ajustado de votos.


En Europa las izquierdas, grandes detractoras de la democracia americana, desde la inesperada victoria, en las anteriores elecciones, del señor Trump, se han caracterizado por sobredimensionar los errores políticos, las formas, las preferencias o la vuelta de los americanos a las viejas doctrinas de Monroe, algo que, evidentemente fue un rudo golpe para las empresas del viejo continente. Pero lo que está sucediendo con la nueva presidencia del señor Biden,  es que se está beneficiando, en parte, por la inercia de la política económica norteamericana, puesta en marcha por el señor Trump, lo que tampoco garantiza que las medidas que se tomen por los huevos huéspedes de la Casa Blanca sean tan pro europeas como se imaginaron aquellos gobiernos, como el español, que pensaron que, la llegada al poder del presidente, iba a allanar todos los problemas pendientes de la época del señor Trump. De hecho, no parece que los primeros pasos dados por el nuevo ejecutivo norteamericano, sean precisamente los que se pensaba que tendrían lugar por las autoridades de la UE, en Bruselas.


Estará por ver si esta “arrancada” a paso de carga del señor Biden, mediante la cual parece querer abarcar, de golpe, todo su programa de gobierno, poniéndolo en marcha, de inmediato, mediante un cambio radical en cuanto a lo que los empresarios norteamericanos podían esperar de los demócratas, por la experiencia de otras legislaturas gobernadas por presidentes de dicha formación política. Aumento de impuestos a las empresas, programas millonarios de ayudas sociales, cambios radicales en política exterior, anuncios de medidas billonarias de ayudas etc. Pero, junto a estas medidas, aparecen inquietantes nubarrones en sus relaciones con China, peligrosos roces en aguas de Taiwan, con las naves chinas jugando un peligroso juego con los portaviones americanos; explosiones de carácter bélico entre israelíes y palestinos que, en el momento más inoportuno, parece que los jefes palestinos han utilizado el copioso arsenal de cohetes balísticos para iniciar una ofensiva, en toda la regla, sobre distintas ciudades judías, entre ellas la propia Tel-Aviv, en la que, al parecer, ya ha habido varias víctimas.


No parece ser que el señor Biden sea tan “pacifista” como  algunos pretendían hacer creer y nadie puede asegurar que sus relaciones con China, dada la competencia económica que existe entre las dos naciones, no cree nuevos enfrentamientos que, dada la potencia militar de ambas potencias, puede dar lugar a que, al menor error o al menor despiste por alguna de las partes, se pudiera producir la chispa que pudiera provocar una contienda bélica de inimaginables consecuencias para la seguridad y la paz mundial. No tenemos la impresión de que, el enfermizo Biden, esté en condiciones para apechugar, con éxito, con una situación que parece pensada para personas más capacitadas y enérgicas para poder bregar con ella.


O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, tenemos la impresión de que esta Europa que está enfrentada a la Covid 19 y con la posibilidad de entrar en una recesión económica, pueda estimar como algo positivo para sus intereses la recidiva de los conflictos entre Israel y Palestina o que espere del señor Biden un cambio radical en las relaciones entre ambas potencias, sin contemplar además que, en España, estamos abocados a la aparición de un nuevo estado de trazas comunistas, en manos de unos señores que no respectan las reglas democráticas y que tienen puestas todas sus esperanzas en conseguir implantar un régimen al estilo de Venezuela, para convertir a nuestra nación en uno más de los países en los que las libertades individuales hayan desaparecido, a la vez que surja en el mismo flanco Sur de Europa un foco peligroso de comunismo que pudiera contaminar al resto de países que actualmente forman parte de la Comunidad Europea, lo que, sin duda alguna, podría poner en grave peligro la misma integridad de la democracia en toda Europa.  La frase de hoy la pronuncio uno de los políticos más grandes de la UE, Konrad Adenauer: “Cuando los políticos no tienen capacidad de gobernar, crean comisiones”. Díganselo al señor Sánchez.

​¿Desapareció D. Trump de la política? Muchos piensan que no

El concepto que se tiene en Europa del expresidente norteamericano siempre ha estado basado en su comportamiento extrovertido y impulsivo
Miguel Massanet
viernes, 14 de mayo de 2021, 12:10 h (CET)

Esta Europa tan dependiente de los EEUU, aunque intente demostrar que es completamente autónoma, siempre ha venido adoleciendo de tener un sentimiento, completamente injustificado antiamericano, de creerse que está en disposición de dar lecciones a los norteamericanos sobre cómo deben comportarse, lo que deberían hacer, qué tipo de democracia practicar y cuál debería ser su actuación política o económica pero, evidentemente, mirado todo ello desde el punto de vista de lo que le interesa y conviene a la aristocrática señora del viejo continente. Una mezcla de fatuidad pueril y de soberbia injustificada, que hace que, en numerosas ocasiones, se emitan opiniones, se critiquen actuaciones y se pretenda dar consejos cuando, en la mayoría de ocasiones, a quienes mejor les vendrían y aprovecharían, sería los propios europeos, incapaces de gobernarse a sí mismos con un mínimo de coherencia y rigurosidad.


Esta manía de muchos intelectuales españoles, de progres de izquierdas, de miembros de esta farándula engreída y mayoritariamente ignorante, que se autoproclamada defensora de una cultura que, en muchas ocasiones consiste, básicamente, en mostrase desnudos ante las cámaras o representaciones teatrales, en verter palabras soeces y malsonantes en los teatros, películas o en los propios medios de comunicación o en `prodigar escenas de cama de elevado tono, pornográficas, en señal de esta pretendida libertad en  la que consiste, hoy en día, para una parte importante del progresismo español, el poder despendolarse sin recato alguno en cualquier ocasión en la que se pretenda llamar la atención, protestar o, simplemente por la intención narcisista de exhibir el cuerpo, como instrumento de provocación. Se puede decir que es fruto de una equivocada moralina que se ha hecho popular en el viejo continente y que, pese a las libertades de que gozan los americanos, allí tienen menos acogida, son más sancionadas y, si en algunos lugares se practican, suelen serlo en locales cerrados, en lugares reservados y, generalmente, objeto de la repulsa social.


Por ello, podemos observar que el criterio mantenido por el 90% de nuestra prensa y por la mayoría de nuestros políticos, incluso de la derecha, dieron por acabado al señor Trump cuando, en circunstancias poco claras, cuando en las urnas había logrado una ventaja favorable, el recuento de los votos por correo, rompiendo la tendencia de la votación directa, provocó un vuelco que, en muchos estadounidenses, llegó a crear serias dudas respecto a la limpieza y seriedad del proceso electoral. Las izquierdas se apresuraron, inmediatamente, a tachar a los que no entendían el vuelco en el sentido de la votación, de embusteros, de malos perdedores y de no aceptar las reglas del juego. Sin embargo, pese a su derrota, el señor Donald Trump no parece que haya caído en el olvido, como sucedió con otros candidatos derrotados, antes bien, por las noticias que nos llegan del partido republicano se puede decir que si, hoy en día, hay una tendencia consolidada y una renovación de los ánimos para presentarse a la reelección  para la presidencia del país, en la próxima campaña es, precisamente, la liderada por el señor Trump que, lejos de desanimarse, de perder prestigio entre las filas republicanas o de quedar postergado por la vieja estructura de mandos del partido, ha conseguido ir desembarazándose de sus   objetores más destacados, que se habían venido caracterizado por intentar desacreditarle y apartarlo de las posibilidades de presentarse a una próxima reelección, queriendo presentarlo como un outsider sin posibilidad alguna de triunfo cuando, lo que ha sucedido es que, su postura en el partido republicano se va reforzando. 


El concepto que se tiene en Europa del expresidente norteamericano, señor Donal Trump, siempre ha estado basado en el comportamiento extrovertido, impulsivo, en ocasiones chocante y poco sofisticado del personaje; algo que para los europeos, acostumbrados a unas maneras aparentemente más elaboradas, menos directas y con otro tipo de lenguaje, les da la sensación de ser una manera frívola de gobernar, mas rudimentaria y menos entendible, según las pautas de la política europea, pero que, vean ustedes la situación actual del partido republicano americano, después de una derrota que, aparentemente, debería haberlos alejado para mucho tiempo de la posibilidad de recuperarse y, no obstante, lo que realmente sucede es que las encuestas demuestran que la base electoral que apoya al expresidente, sigue siendo muy sólida, se mantiene en cifras muy próximas a las que lo votaron en las pasada elecciones presidenciales y que, como se pudo comprobar, solamente se decantó la victoria, para el señor Biden, por un margen muy ajustado de votos.


En Europa las izquierdas, grandes detractoras de la democracia americana, desde la inesperada victoria, en las anteriores elecciones, del señor Trump, se han caracterizado por sobredimensionar los errores políticos, las formas, las preferencias o la vuelta de los americanos a las viejas doctrinas de Monroe, algo que, evidentemente fue un rudo golpe para las empresas del viejo continente. Pero lo que está sucediendo con la nueva presidencia del señor Biden,  es que se está beneficiando, en parte, por la inercia de la política económica norteamericana, puesta en marcha por el señor Trump, lo que tampoco garantiza que las medidas que se tomen por los huevos huéspedes de la Casa Blanca sean tan pro europeas como se imaginaron aquellos gobiernos, como el español, que pensaron que, la llegada al poder del presidente, iba a allanar todos los problemas pendientes de la época del señor Trump. De hecho, no parece que los primeros pasos dados por el nuevo ejecutivo norteamericano, sean precisamente los que se pensaba que tendrían lugar por las autoridades de la UE, en Bruselas.


Estará por ver si esta “arrancada” a paso de carga del señor Biden, mediante la cual parece querer abarcar, de golpe, todo su programa de gobierno, poniéndolo en marcha, de inmediato, mediante un cambio radical en cuanto a lo que los empresarios norteamericanos podían esperar de los demócratas, por la experiencia de otras legislaturas gobernadas por presidentes de dicha formación política. Aumento de impuestos a las empresas, programas millonarios de ayudas sociales, cambios radicales en política exterior, anuncios de medidas billonarias de ayudas etc. Pero, junto a estas medidas, aparecen inquietantes nubarrones en sus relaciones con China, peligrosos roces en aguas de Taiwan, con las naves chinas jugando un peligroso juego con los portaviones americanos; explosiones de carácter bélico entre israelíes y palestinos que, en el momento más inoportuno, parece que los jefes palestinos han utilizado el copioso arsenal de cohetes balísticos para iniciar una ofensiva, en toda la regla, sobre distintas ciudades judías, entre ellas la propia Tel-Aviv, en la que, al parecer, ya ha habido varias víctimas.


No parece ser que el señor Biden sea tan “pacifista” como  algunos pretendían hacer creer y nadie puede asegurar que sus relaciones con China, dada la competencia económica que existe entre las dos naciones, no cree nuevos enfrentamientos que, dada la potencia militar de ambas potencias, puede dar lugar a que, al menor error o al menor despiste por alguna de las partes, se pudiera producir la chispa que pudiera provocar una contienda bélica de inimaginables consecuencias para la seguridad y la paz mundial. No tenemos la impresión de que, el enfermizo Biden, esté en condiciones para apechugar, con éxito, con una situación que parece pensada para personas más capacitadas y enérgicas para poder bregar con ella.


O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, tenemos la impresión de que esta Europa que está enfrentada a la Covid 19 y con la posibilidad de entrar en una recesión económica, pueda estimar como algo positivo para sus intereses la recidiva de los conflictos entre Israel y Palestina o que espere del señor Biden un cambio radical en las relaciones entre ambas potencias, sin contemplar además que, en España, estamos abocados a la aparición de un nuevo estado de trazas comunistas, en manos de unos señores que no respectan las reglas democráticas y que tienen puestas todas sus esperanzas en conseguir implantar un régimen al estilo de Venezuela, para convertir a nuestra nación en uno más de los países en los que las libertades individuales hayan desaparecido, a la vez que surja en el mismo flanco Sur de Europa un foco peligroso de comunismo que pudiera contaminar al resto de países que actualmente forman parte de la Comunidad Europea, lo que, sin duda alguna, podría poner en grave peligro la misma integridad de la democracia en toda Europa.  La frase de hoy la pronuncio uno de los políticos más grandes de la UE, Konrad Adenauer: “Cuando los políticos no tienen capacidad de gobernar, crean comisiones”. Díganselo al señor Sánchez.

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