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Todo cargo público conlleva responsabilidades sobre todo cuando resulta sospechosa determinada forma de actuar encubriendo presuntamente al familiar más directo. Los altos cargos públicos deben alejar toda duda sobre su actuación vital. No podemos permitir los ciudadanos que la sombra de la sospecha sea razón para no presentar la dimisión del cargo público por muy buenas políticas inclusivas que se hayan realizado. La política ha de comprenderse como servicio público. Nunca deben los cargos políticos aprovecharse de determinadas situaciones para lucrarse personalmente, ya sea con dineros o prebendas. La sociedad debe sentirse protegida frente al acoso de los poderosos que no cejaran hasta corromper todos los escalafones sociales porque su forma de actuar solo queda comprendida comprando voluntades al precio que sea.
Mónica Oltra, ha tenido sus aciertos, pero también ha cometidos diversos errores. Quizás el más grave sea el haber encubierto presuntamente las acciones llevadas a cabo por su pareja cuando fue responsable de la tutela de determinados centros de menores acosando y sometiendo a vejaciones muy fuertes a una menor. Otro desacierto es la mentira sistemática sobre la denominación de Valencia. Seguimos jugando al País, pero nunca a la Comunidad ni por supuesto al Reino. Utilizamos los símbolos conforme nos conviene para tener contento al pueblo en su conjunto, pero seguimos errando con la política catalanista a favor de la región del norte. Craso error ya que Valencia fue -y para mi lo sigue siendo- un Reino. Eso sí, para que no digan aceptamos la denominación de Comunidad -parece el comú de la estoreta velleta, ¿lo recuerdan? Podemos admitir determinados aciertos como la renta valenciana, o determinadas políticas de protección social, pero no podemos seguir tolerando que se cubra una acción denigrante, sucia y deleznable.
Escuchando a los portavoces de Compromis -podían lavarse la boquita con lejía antes de proferir determinados exabruptos- me deja un sabor de boca “agridulce”. Hay que tener altura de miras y no acusar sin pruebas a los colegas de coalición, vamos del pacto del Botánico. Nadie tiene culpa ni ha proferido nada en contra de la decisión judicial de proceder a la imputación de Mónica Oltra. Hay que ser elegantes, porque la política resulta ser un arte, en el que algunos se manejan mal, porque no la tienen como servicio público sino particular. Y claro, ahí tenemos la raíz de todos los males.
Tengamos presente que en los días previos a la Noche de San Juan, ha saltado con fuerza, este caso. Que los astros nos lleven a soñar e imaginar un mundo más justo, llevadero y con políticos comprometidos con la causa de la limpieza tanto a nivel personal como social. Su cometido es complicado, pero los ciudadanos estamos en el derecho de pedir explicaciones, porque tenemos en juego nuestro propio futuro. Y con eso no se debe jugar.
Bienvenida sea la dimisión, que es un acto supremo de humildad, elegancia, distinción y que tomen ejemplo los miles que todavía siguen aferrándose a ese sillón llamado poder.
Cuando en las relaciones personales, sociales o políticas se pierden o desprecian las mínimas reglas o costumbres de educación o cortesía, éstas se convierten en un territorio minado donde el desencuentro y el enfrentamiento vienen a ser la tónica general entre los miembros de una colectividad. Si además esto se traslada a las relaciones personales de ámbito internacional, las consecuencias pueden ser imprevisibles.
Lo importante es caminar en sintonía con la naturaleza y el cosmos. La vida, por si misma, es una dependencia existencial, que nos llama a ocuparla de modo armónico. Sin embargo, las acciones humanas surgen de la iluminación o de la ignorancia. Esto es lo que tenemos que trabajar, haciéndolo con la energía del corazón y con la actitud de análisis de la mente, para no caer en la deshumanización e inhumanidad de los tiempos actuales.
Por ser de diferente forma, no quiere decir que los animales sean inferiores, sino que Dios nos ha hecho distintos unos de los otros, pero todos somos creaciones de Dios y debemos respetarnos. Todos deseamos vivir con el cuerpo con que hemos nacido y anhelamos la felicidad.
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