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En este tiempo en que se manifiesta tanta fanfarria, la encarnación del Hijo de Dios tendría que servirnos de modelo

La luz de la Navidad

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El alcalde de Badalona García Albiol que presume de instalar en la ciudad el árbol de Navidad más alto de España. Dejando a un lado la manera sensual de celebrar la Navidad, la petulancia que manifiesta el alcalde badalonés cuando se refiere a su árbol y al espíritu narcisista que desprende, mueve a Llàtzer Moix a redactar en su escrito Competencia navideña: “Es inoportuno porque en tiempo de despilfarro energético, estas iniciativas no emiten el mensaje adecuado, aun cuando las luces sean de bajo consumo, ni tendrían que regirse por este afán de subir la apuesta propio de jugadores de póquer que de alcaldes sensatos. Y preocupante porque refleja un orden de prioridades muy discutible”.


También es muy discutible la manera como se celebra la Navidad. El ángel que Dios envió a los pastores que guardaban el rebaño en las vigilias de la noche, les dijo. “No temáis, porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo, he aquí que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, el Salvador que es Cristo el Señor” (Lucas 2: 10, 11).


En este tiempo en que se manifiesta tanta fanfarria, en que se presume de manera tan escandalosa de virtudes de las que se carece, en que prevalece la mutua adulación, para acabar apuñalándote por la espalda, la encarnación del Hijo de Dios tendría que servirnos de modelo. A Jesús que se le acomodó en un pesebre como cuna no fue un bebé cualquiera. Ni más ni menos fue el Hijo de Dios que se desvistió de su divinidad  “tomando la forma de siervo, hecho semejante a los hombres, y estando en la condición de hombre, se humilló a si mismo hasta la muerte y muerte de cruz” (Filipenses 2: 7, 8). En aquella época la muerte en la cruz era la más dolorosa y humillante de las muertes.


En nuestro tiempo cuando de fanfarronada y de narcicismo vamos sobrados, Jesús tendría que ser el modelo de humildad a seguir, nos dice: “Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas” (Mateo 11: 29).


El deseo de los ángeles hacia nosotros: ¡Gloria a Dios en las alturas, y en la Tierra paz, buena voluntad para con los hombres” (Lucas 2: 14), sea el regalo que envuelto en una caja que cuelga del árbol con una etiqueta que lleva nuestro nombre, espera que vayamos a cogerlo con la impaciencia de un niño.

La luz de la Navidad

En este tiempo en que se manifiesta tanta fanfarria, la encarnación del Hijo de Dios tendría que servirnos de modelo
Octavi Pereña
lunes, 4 de diciembre de 2023, 09:26 h (CET)

El alcalde de Badalona García Albiol que presume de instalar en la ciudad el árbol de Navidad más alto de España. Dejando a un lado la manera sensual de celebrar la Navidad, la petulancia que manifiesta el alcalde badalonés cuando se refiere a su árbol y al espíritu narcisista que desprende, mueve a Llàtzer Moix a redactar en su escrito Competencia navideña: “Es inoportuno porque en tiempo de despilfarro energético, estas iniciativas no emiten el mensaje adecuado, aun cuando las luces sean de bajo consumo, ni tendrían que regirse por este afán de subir la apuesta propio de jugadores de póquer que de alcaldes sensatos. Y preocupante porque refleja un orden de prioridades muy discutible”.


También es muy discutible la manera como se celebra la Navidad. El ángel que Dios envió a los pastores que guardaban el rebaño en las vigilias de la noche, les dijo. “No temáis, porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo, he aquí que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, el Salvador que es Cristo el Señor” (Lucas 2: 10, 11).


En este tiempo en que se manifiesta tanta fanfarria, en que se presume de manera tan escandalosa de virtudes de las que se carece, en que prevalece la mutua adulación, para acabar apuñalándote por la espalda, la encarnación del Hijo de Dios tendría que servirnos de modelo. A Jesús que se le acomodó en un pesebre como cuna no fue un bebé cualquiera. Ni más ni menos fue el Hijo de Dios que se desvistió de su divinidad  “tomando la forma de siervo, hecho semejante a los hombres, y estando en la condición de hombre, se humilló a si mismo hasta la muerte y muerte de cruz” (Filipenses 2: 7, 8). En aquella época la muerte en la cruz era la más dolorosa y humillante de las muertes.


En nuestro tiempo cuando de fanfarronada y de narcicismo vamos sobrados, Jesús tendría que ser el modelo de humildad a seguir, nos dice: “Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas” (Mateo 11: 29).


El deseo de los ángeles hacia nosotros: ¡Gloria a Dios en las alturas, y en la Tierra paz, buena voluntad para con los hombres” (Lucas 2: 14), sea el regalo que envuelto en una caja que cuelga del árbol con una etiqueta que lleva nuestro nombre, espera que vayamos a cogerlo con la impaciencia de un niño.

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