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Etiquetas | Ruben Darío | Escritor | legado | Homenaje
El legado de su vida, fue su obra que como cantor errante la divulgó y la dio a conocer

Importancia de leer y conocer a Darío

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Es sabido en Nicaragua por tradición histórica, desde tiempos de los Conservadores y Liberales posmuerte de Rubén, aprovechando la fecha del nacimiento y del fallecimiento (18/enero/1867-6/febrero/1916), del insigne y héroe cultural Poeta (con P mayúscula) Rubén Darío, se establece un periodo literario de casi un mes de jornada cultural, en la que, en las distintas ciudades de los Departamentos y Municipios del país, se realizan entre otros: veladas, nombramientos de musas darianas, simposios literarios, seminarios, publicación de ensayos y libros, en homenaje y tributo al Poeta, con la pretensión de conocer su vida, y la vigencia e importancia del legado de su obra.


Buenas intenciones, que al no ser consistentes dándoles sostenimiento, mediante cátedras respondiendo a programas educativos de carácter anuales por las Instituciones, los beneficios literarios son bajos y pasajeros. Se habla de Darío, se recitan poemas, todos quieren ser románticos y poetas modernistas. Pero pasado ese periodo que anualmente por tradición en esos días, se trata de saber algo del poeta Rubén, el resto del año básicamente se le olvida y no se lee, menos se le estudia por ser un clásico, de grandes méritos dada la grandeza de su genialidad.


Si bien su vida fue dramática, como acertadamente lo indicó Don Edelberto Torres al publicar su apreciable biografía, y los previos de su muerte, resultaron ser todo un martirio, seguido atentamente por la mayoría de los nicaragüenses de entonces, y de los literatos hispanohablantes en general no prevalecieron las lágrimas. ¿Por qué? Simple porque se llora a los muertos, mas no a los con el legado de su obra que permanece, y después de más de un siglo continua vigente. Su labor creadora de arte con belleza, renovadora de la lengua con carácter identitario propio de nuestra Patria Nicaragua, y de los países de habla en español, al ser en ese sentido cosmopolita, su fallecimiento le llevo a una inmortalidad literaria, muy vigente en el gusto de sus versos, de sus poemas, de sus escritos en prosa.


El legado de su vida, fue su obra que como cantor errante la divulgó y la dio a conocer.


Amó a su Patria, amó la poesía. Problemas tuvo muy serios y complejos. Su humildad era acorde a su modestia. “Soy modesto y respetuoso…Yo he sido relativamente feliz. ¿Qué cosa hay más dulce que la miel?” De ahí que como Poeta disfrutó al magnificar la diversificar la métrica. Los poemas musicalizándolos con ritmo armonioso y dulce, al ver con placer hacer bailar a sus musas con los pies desnudos al compa del brillo sonoro de la luna desnuda.


¿Su felicidad en que estribaba? ¡Pues en su novedad al vivir de su poesía! Amando la aristocracia del saber con arte. “No soy mas que un hombre de arte. No sirvo para otra cosa. Creo en DIOS, me atrae el misterio; me abisman el ensueño y la muerte”. Al escribir, tan regio como solo él podía hacerlo, es necesario para conocerlo; leerlo y más leerlo. ¡Y saber leerlo bien!


En Nicaragua se lee poco. En gran manera por diversas razones, pero fundamentalmente por no priorizar la educación mediante la promoción de una cultura de lectura. Grato y muy satisfactorio ha sido saber y conocer, el gesto y apoyo literario, del ciudadano dueño de una librería al ponerla al servicio gratuito de los nicas, adecuándola como una Biblioteca “Casa del Libro” con estímulos diversos, a fines de facilitar la lectura de los miles de libros puestos a la orden. Notorio es lo indicado a los invitados a los eventos literarios que periódicamente se realizan por el amigo promotor, de realizarnos en una cultura de lectura: “Están en su casa, esta Biblioteca, Casa del libro, es de todos. Leer enriquece.” Eso es hacer Patria.


El nicaragüense medio, poco o algo conoce a Darío, siendo ello posible a las lecturas obligatorias de los colegios, principalmente en la época que arriba hemos mencionado al principio, periodo tenido por los jóvenes como época o fecha de clavar. Recordando que a Darío no se le conoce porque no se le lee menos se le estudia, sin embargo, se le admira y enorgullecen por ser nicaragüense que renovó la lengua.


Cabe reconocer que leer su obra entendiéndole integralmente no es fácil. Se requiere de algunos presaberes conceptuales y tener una cultura mínima, a fin de entender las “alusiones eruditas de corte clásico” y del léxico por él utilizado dada su cultura universal que poseía. Si bien era respetuoso de la cultura de sus lectores, “él no era un Poeta para muchedumbre. Pero sí sé que indefectible tengo que ir a ellos”. De ahí que afirmó que siempre buscó expresarse lo mas noble y altamente en su comprensión. “Mi respeto por la aristocracia del pensamiento, por la nobleza del arte”. Aborrecía la mediocridad, la mulatez intelectual, asuntos que le hacían estar a tono con la modernidad, cuyo movimiento literario él promovía, impulsaba y lideraba, solicitando mantener la libertad de ser a si mismo, para modernizarse y América Latina, así apropiarse de un discurso moderno. Darío abrió esa oportunidad señalando el camino. “Darío nos enseña de que forma (o manera) los nicaragüenses y los latinoamericanos podemos ser universales, posmodernos auténticamente patriotas”; sea dejando la mediocridad, el provincialismo, sin dejar lo castizo y el mestizaje.   

Importancia de leer y conocer a Darío

El legado de su vida, fue su obra que como cantor errante la divulgó y la dio a conocer
Hugo J. Vélez Astacio
lunes, 22 de enero de 2024, 12:52 h (CET)

Es sabido en Nicaragua por tradición histórica, desde tiempos de los Conservadores y Liberales posmuerte de Rubén, aprovechando la fecha del nacimiento y del fallecimiento (18/enero/1867-6/febrero/1916), del insigne y héroe cultural Poeta (con P mayúscula) Rubén Darío, se establece un periodo literario de casi un mes de jornada cultural, en la que, en las distintas ciudades de los Departamentos y Municipios del país, se realizan entre otros: veladas, nombramientos de musas darianas, simposios literarios, seminarios, publicación de ensayos y libros, en homenaje y tributo al Poeta, con la pretensión de conocer su vida, y la vigencia e importancia del legado de su obra.


Buenas intenciones, que al no ser consistentes dándoles sostenimiento, mediante cátedras respondiendo a programas educativos de carácter anuales por las Instituciones, los beneficios literarios son bajos y pasajeros. Se habla de Darío, se recitan poemas, todos quieren ser románticos y poetas modernistas. Pero pasado ese periodo que anualmente por tradición en esos días, se trata de saber algo del poeta Rubén, el resto del año básicamente se le olvida y no se lee, menos se le estudia por ser un clásico, de grandes méritos dada la grandeza de su genialidad.


Si bien su vida fue dramática, como acertadamente lo indicó Don Edelberto Torres al publicar su apreciable biografía, y los previos de su muerte, resultaron ser todo un martirio, seguido atentamente por la mayoría de los nicaragüenses de entonces, y de los literatos hispanohablantes en general no prevalecieron las lágrimas. ¿Por qué? Simple porque se llora a los muertos, mas no a los con el legado de su obra que permanece, y después de más de un siglo continua vigente. Su labor creadora de arte con belleza, renovadora de la lengua con carácter identitario propio de nuestra Patria Nicaragua, y de los países de habla en español, al ser en ese sentido cosmopolita, su fallecimiento le llevo a una inmortalidad literaria, muy vigente en el gusto de sus versos, de sus poemas, de sus escritos en prosa.


El legado de su vida, fue su obra que como cantor errante la divulgó y la dio a conocer.


Amó a su Patria, amó la poesía. Problemas tuvo muy serios y complejos. Su humildad era acorde a su modestia. “Soy modesto y respetuoso…Yo he sido relativamente feliz. ¿Qué cosa hay más dulce que la miel?” De ahí que como Poeta disfrutó al magnificar la diversificar la métrica. Los poemas musicalizándolos con ritmo armonioso y dulce, al ver con placer hacer bailar a sus musas con los pies desnudos al compa del brillo sonoro de la luna desnuda.


¿Su felicidad en que estribaba? ¡Pues en su novedad al vivir de su poesía! Amando la aristocracia del saber con arte. “No soy mas que un hombre de arte. No sirvo para otra cosa. Creo en DIOS, me atrae el misterio; me abisman el ensueño y la muerte”. Al escribir, tan regio como solo él podía hacerlo, es necesario para conocerlo; leerlo y más leerlo. ¡Y saber leerlo bien!


En Nicaragua se lee poco. En gran manera por diversas razones, pero fundamentalmente por no priorizar la educación mediante la promoción de una cultura de lectura. Grato y muy satisfactorio ha sido saber y conocer, el gesto y apoyo literario, del ciudadano dueño de una librería al ponerla al servicio gratuito de los nicas, adecuándola como una Biblioteca “Casa del Libro” con estímulos diversos, a fines de facilitar la lectura de los miles de libros puestos a la orden. Notorio es lo indicado a los invitados a los eventos literarios que periódicamente se realizan por el amigo promotor, de realizarnos en una cultura de lectura: “Están en su casa, esta Biblioteca, Casa del libro, es de todos. Leer enriquece.” Eso es hacer Patria.


El nicaragüense medio, poco o algo conoce a Darío, siendo ello posible a las lecturas obligatorias de los colegios, principalmente en la época que arriba hemos mencionado al principio, periodo tenido por los jóvenes como época o fecha de clavar. Recordando que a Darío no se le conoce porque no se le lee menos se le estudia, sin embargo, se le admira y enorgullecen por ser nicaragüense que renovó la lengua.


Cabe reconocer que leer su obra entendiéndole integralmente no es fácil. Se requiere de algunos presaberes conceptuales y tener una cultura mínima, a fin de entender las “alusiones eruditas de corte clásico” y del léxico por él utilizado dada su cultura universal que poseía. Si bien era respetuoso de la cultura de sus lectores, “él no era un Poeta para muchedumbre. Pero sí sé que indefectible tengo que ir a ellos”. De ahí que afirmó que siempre buscó expresarse lo mas noble y altamente en su comprensión. “Mi respeto por la aristocracia del pensamiento, por la nobleza del arte”. Aborrecía la mediocridad, la mulatez intelectual, asuntos que le hacían estar a tono con la modernidad, cuyo movimiento literario él promovía, impulsaba y lideraba, solicitando mantener la libertad de ser a si mismo, para modernizarse y América Latina, así apropiarse de un discurso moderno. Darío abrió esa oportunidad señalando el camino. “Darío nos enseña de que forma (o manera) los nicaragüenses y los latinoamericanos podemos ser universales, posmodernos auténticamente patriotas”; sea dejando la mediocridad, el provincialismo, sin dejar lo castizo y el mestizaje.   

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