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Fue una niña divertida que nos visitó hace ahora 25 años, pero siempre estuvo ahí, como José Alberto Martín-Toledano

Caperucita manchega de luto

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Siempre vistió de rojo, con su preciosa caperuza al viento, tanto la llevó puesta que la llamaban Caperucita. Tuvo a bien vestirse de manchega, llevar en su cesta tortas de Alcázar y mistela, y darse una vuelta por las Lagunas de Ruidera, por Campo de Criptana, por Valdepeñas, por Almagro y por otros lugares de La Mancha, hasta se topó con Don Quijote y Sancho por aquello de la intertextualidad e identidad.


Hace años pidió permiso a su benefactor, José Alberto Martín-Toledano, recientemente fallecido, para publicar una especial versión donde niños y niñas de un colegio capitalino, Santo Tomás, tuvieron a bien ilustrar con sus graciosos dibujos las increíbles aventuras del cuarteto en la tierra manchega. En ese cuarteto, el cuarto personaje que falta es precisamente la abuelita, que mira por donde, no tuvo un final trágico como en el cuento original de Charles Perrault. Era en realidad una señora mayor, propia de la generación de los actuales viajeros del INSERSO.


José Alberto Martín Toledano, con la complicidad del director de Lanza, Luis Navarrete, no solo dio el beneplácito para publicar el cuento de una Caperucita manchega, sino que eligió la fecha del 23 de abril, Día del Libro, como presidente de la Diputación de Ciudad Real y de la Fundación Diario Lanza, para lanzar unos ocho mil cuentos acompañando al periódico de ese día. Se repartió por toda la provincia, en un año, 1999, en el que los periódicos viajaban y se repartían con repartidores reales y madrugadores como Caperucita hacía su reparto de dulces.


Esa Caperucita ilustrada se alojó en un pequeño cuento, tuvo luego la suerte de entrar en el conjunto de Cuentos animados de otra editorial. Fue una niña divertida que nos visitó hace ahora 25 años, pero siempre estuvo ahí, como José Alberto, ella para ayudar a su abuela y hacer algo de turismo, y en el caso de Martín-Toledano para dejar semillas de literatura infantil unidas a un gran servicio por los demás. 


Por aquello de los orígenes, he vuelto a leer el cuento y la moraleja de Caperucita Roja en la versión original de Perrault de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. Una moraleja que está vigente, demuestra que las niñas, las mujeres, no son libres aún para moverse por el mundo, por el bosque, como Caperucita hace recorriendo Castilla-La Mancha. Sin embargo, la versión ha recorrido ya muchos kilómetros, ha sido requerida y utilizada por múltiples profesores de la tierra, por ejemplo para opositar en Magisterio, para sus aulas, en unidades didácticas… Además, sigue estando entre el alumnado de hoy, a juzgar por las numerosas veces que me lo solicitan.


Hace unos días, creí cruzarme con José Alberto por mi calle, recordé nuestra Caperucita, le noté demacrado, incluso dudé si era él, después leí la triste noticia del fallecimiento, pero no me olvido que me dio el visto bueno hace 25 años para repartir cuentos divertidos y solidarios. Gracias, D.E.P.

Caperucita manchega de luto

Fue una niña divertida que nos visitó hace ahora 25 años, pero siempre estuvo ahí, como José Alberto Martín-Toledano
Nieves Fernández
miércoles, 10 de abril de 2024, 09:50 h (CET)

Siempre vistió de rojo, con su preciosa caperuza al viento, tanto la llevó puesta que la llamaban Caperucita. Tuvo a bien vestirse de manchega, llevar en su cesta tortas de Alcázar y mistela, y darse una vuelta por las Lagunas de Ruidera, por Campo de Criptana, por Valdepeñas, por Almagro y por otros lugares de La Mancha, hasta se topó con Don Quijote y Sancho por aquello de la intertextualidad e identidad.


Hace años pidió permiso a su benefactor, José Alberto Martín-Toledano, recientemente fallecido, para publicar una especial versión donde niños y niñas de un colegio capitalino, Santo Tomás, tuvieron a bien ilustrar con sus graciosos dibujos las increíbles aventuras del cuarteto en la tierra manchega. En ese cuarteto, el cuarto personaje que falta es precisamente la abuelita, que mira por donde, no tuvo un final trágico como en el cuento original de Charles Perrault. Era en realidad una señora mayor, propia de la generación de los actuales viajeros del INSERSO.


José Alberto Martín Toledano, con la complicidad del director de Lanza, Luis Navarrete, no solo dio el beneplácito para publicar el cuento de una Caperucita manchega, sino que eligió la fecha del 23 de abril, Día del Libro, como presidente de la Diputación de Ciudad Real y de la Fundación Diario Lanza, para lanzar unos ocho mil cuentos acompañando al periódico de ese día. Se repartió por toda la provincia, en un año, 1999, en el que los periódicos viajaban y se repartían con repartidores reales y madrugadores como Caperucita hacía su reparto de dulces.


Esa Caperucita ilustrada se alojó en un pequeño cuento, tuvo luego la suerte de entrar en el conjunto de Cuentos animados de otra editorial. Fue una niña divertida que nos visitó hace ahora 25 años, pero siempre estuvo ahí, como José Alberto, ella para ayudar a su abuela y hacer algo de turismo, y en el caso de Martín-Toledano para dejar semillas de literatura infantil unidas a un gran servicio por los demás. 


Por aquello de los orígenes, he vuelto a leer el cuento y la moraleja de Caperucita Roja en la versión original de Perrault de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. Una moraleja que está vigente, demuestra que las niñas, las mujeres, no son libres aún para moverse por el mundo, por el bosque, como Caperucita hace recorriendo Castilla-La Mancha. Sin embargo, la versión ha recorrido ya muchos kilómetros, ha sido requerida y utilizada por múltiples profesores de la tierra, por ejemplo para opositar en Magisterio, para sus aulas, en unidades didácticas… Además, sigue estando entre el alumnado de hoy, a juzgar por las numerosas veces que me lo solicitan.


Hace unos días, creí cruzarme con José Alberto por mi calle, recordé nuestra Caperucita, le noté demacrado, incluso dudé si era él, después leí la triste noticia del fallecimiento, pero no me olvido que me dio el visto bueno hace 25 años para repartir cuentos divertidos y solidarios. Gracias, D.E.P.

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