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César Valdeolmillos
César Valdeolmillos, profesional desde 1957, ha desempeñado su labor como periodista en multitud de medios de comunicación como Radio Madrid, Radio Granada de la Cadena Ser, La Crónica y un largo etcétera. También ha estado al frente del gabinete de prensa de la Federación Granadina de Comercio, el Colegio Oficial de Farmacéuticos de Granada y Vocal de prensa de Unicef y Cruz Roja Española en Granada.
Gran conferenciante, ha desarrollado una intensa labor como crítico musical, siendo miembro activo de la Cadena de Comentaristas de discos Latinoamericana y uno de los cronistas más antiguaos del Festival Internacional de Música y Danza de Granada. En el campo de la política, desempeñó las funciones de Secretario Provincial de Información y Portavoz de la UCD en Granada. Asimismo, fue Primer Teniente de Alcalde y presidente de la Comisión Delegada de Fiestas del Ayuntamiento de Granada. En 1983 recibió el premio ACYME por unos artículos en defensa de la españolidad de Ceuta y Melilla y en 2004 le fue entregada la insignia de Oro del Ayuntamiento de Granada. |
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Aunque fuiste de todos, nunca tuviste dueño que condicionara su razón de ser. Libre como el viento era el cantor nuestro, y de la Pampa que lo vio nacer
He de confesar que hace tiempo que me viene rondando la idea de votar en blanco, como reprobación a la iniquidad de la mayoría de los que actualmente se dedican a la actividad política. Cada día me siento más asqueado, no de la política, que es necesaria para la organización de una sociedad.
El PNV, sabedor de que el joven socialista estaba dispuesto a vender su camisa, y lo que le pidieran, por ver cumplida su insatisfecha y ególatra ambición, actuó como en “El mercader de Venecia” lo hiciera Shylock, el usurero judío que aceptó prestar los 3000 ducados que le solicitaba el desatinado Antonio, con la condición de que si la suma no le fuera devuelta en la fecha indicada, Antonio tendría que darle a cambio una libra de su propia carne de la parte del cuerpo que Shylock dispusiera.En este caso, el Dorian Gray de nuestra historia, no tenía que entregar a su acreedor una libra de carne de su propio cuerpo, sino del de los españoles más débiles y necesitados, a espaldas de los cuales, en la opacidad nauseabunda de los despachos, había comprometido, sin importarle poner en grave riesgo la estabilidad de su futuro.El Shylock del momento —el Partido Nacionalista Vasco— está exigiendo ya su libra de carne —el traspaso a la Comunidad Autónoma Vasca, de la gestión de las competencias de las pensiones de Seguridad Social— algo a lo que Mariano Rajoy siempre se había negado.Aún no sabemos en qué quedará el pleito, pero si finalmente, nuestro Dorian Gray, considerando que lo único que merece la pena en la vida es la satisfacción de sus apetitos, decidiese bordear o retorcer la interpretación de la Ley para satisfacer las destructivas ambiciones del usurero judío, el cuadro de Dorian, pintado por Basil Hallward, reflejará los efectos de su traición a los más débiles, necesitados y ya indefensos de nuestra sociedad: los jubilados, aquellos que entregaron su vida al Estado, y con su esfuerzo y sacrificio, construyeron los pilares sobre los que hoy se asienta el estado de bienestar.
Analizando lo que políticamente ha sucedido en España en el transcurso de los últimos 40 años y observando el comportamiento de las izquierdas dominantes a partir del acceso al poder de Rodríguez Zapatero, tengo la convicción de que ciertos sectores de las mismas —curiosamente los que la han conocido solo de oídas— no la han dado por terminada la guerra civil y aún mantienen un frente popular incruento abierto, con el deseo de imponer una sociedad que no pudieron hacer realidad hace ya 82 años.El pasado solo sirve para dos cosas: dejar constancia de los hechos sucedidos, y en su caso, aprender de los errores cometidos con el fin de que no se vuelvan a repetir.Pero no es el caso de la izquierda española que mantiene vivo un guerracivilismo suicida, que hasta ahora, siempre que ha gobernado, en vez de tratar de elevar nuestro nivel de conocimientos y nuestro estado de bienestar, solo ha pretendido igualarnos en la pobreza y mantener a España dividida entre buenos y malos, pobres y ricos, víctimas y opresores, explotadores y explotados, posturas decimonónicas trasnochadas, que junto a un gasto improductivo e incontrolado, solo han servido para situarnos al borde de la quiebra.El PSOE vive anclado en un mundo pretérito que nada tiene que ver con la realidad social española y lo focaliza en su odio irracional a la derecha, lo que hace de él un partido sectario y no fiable.De hecho, en su XXIV congreso celebrado en Suresnes en 1974, el partido abandonó el reconocimiento del derecho de autodeterminación de los pueblos, pero sin embargo, refiriéndose a España, sigue estando muy próximo a las tesis nacionalistas y siempre ha propugnado su idea de un estado federal, la autonomía asimétrica, ha puesto en cuestión el concepto de nación, y en la actualidad, su secretario general, mantiene la tesis de Estado plurinacional para nuestro país, o que España es una nación de naciones, con los riesgos disgregadores que cualquiera de estas teorías conlleva.En 1978, con la aprobación de la Constitución, el PSOE aceptó formalmente la monarquía y los símbolos que representan al Estado español.
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