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Fernando Jáuregui
La semana política
Fernando Jáuregui Campuzano nació en 1950 en Santander y estudió Derecho y Periodismo en Madrid. Lleva 32 años dedicado a tareas informativas, habiendo desempeñado diversos cargos en Europa Press, Informaciones, Diario 16, El País, El Periódico, El Independiente, Ya y El Correo. En la actualidad colabora en ABC y en Colpisa, y dirige la revista Más-Más y los sitios digitales Ocio Crítico, Diario Crítico y Diario Hispanoargentino. Ha sido corresponsal de EFE en Naciones Unidas (Ginebra), de Pyresa y de otros medios en Lisboa durante la revolución de los claveles. En radio ha colaborado con COPE, RNE y actualmente con Onda Cero. También colabora en Telemadrid y Telecinco, donde ha sido subdirector de Informativos y director del programa 'Mesa de Redacción'. Ha publicado 18 libros sobre actualidad e historia contemporánea, el último de ellos 'Cinco horas y toda una vida con Fraga'. Fue directivo de la Asociación de la Prensa de Madrid y ahora es miembro de la directiva del Club Internacional de Prensa. Ha sido subjefe de prensa del Ministerio de Hacienda (con el ministro Jaime García Añoveros), director de comunicación del Ayuntamiento de Madrid (con el alcalde Juan Barranco) y director general de comunicación de la ONCE.
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MADRID, 9 (OTR/PRESS) Conocí personalmente a Edmundo González en uno de esos desayunos tumultuosos en Madrid. Le hice un par de preguntas a las que no contestó sino con vaguedades para zafarse. ¿Ha hablado con Trump sobre el trato que darán los Estados Unidos a Venezuela? ¿Qué opina del trato recibido por la oposición venezolana por parte de España? Claro que tampoco respondió, excepto con monosílabos, a otras curiosidades lógicas, elementales, de periodistas, empresarios e invitados venezolanos que por allí pululaban.
No, Edmundo no es el personaje indicado para liderar la oposición al tirano Maduro ni, menos, para sustituirlo en la presidencia de un país tan importante como Venezuela. Y ello, independientemente de que logre o no (o de que lo intente o no) entrar en el país en las próximas horas, para oponerse desde la calle -o quizá desde la prisión- a la auto investidura del hombre, Nicolás Maduro, que falseó la voluntad de las urnas y quiere ahora seguir imponiendo su mandato mediante una especie de autogolpe y represión de la disidencia.
No, Maduro, un antidemócrata que viola todos los tratados internacionales y hasta las normas no escritas de la más elemental cortesía diplomática, por no citar su escaso respeto a las libertades y a los derechos humanos, de ninguna manera puede seguir presidiendo la querida nación venezolana. Lo malo es que Edmundo González, que nunca quiso, en verdad, aceptar la responsabilidad que le ha caído sobre los hombros, tampoco. La gran figura de la oposición sigue siendo María Corina Machado, esa mujer llena de coraje a la que el chavismo vetó sin más para ser candidata. Veremos cómo se recompone eso tras un fin de semana, este, en el que en Venezuela, donde hay muchos civiles armados por el chavismo, puede pasar cualquier cosa; cualquiera, excepto la normalidad de una asunción de poderes por parte de quien claramente perdió las elecciones y parece que también 'perdió' las actas que lo demuestran.
Recibo testimonios muy directos desde Caracas, en los que, entre otras cosas, me informan del estado de los ánimos con respecto a la actuación española en un país 'hermano', con tantos lazos mutuos. No me parece cierto que haya acusaciones frontales por la escasa ayuda que recibe la oposición por parte del Gobierno de Pedro Sánchez: me parece inequívoca, aunque acaso insuficiente, la actitud de condena del Ejecutivo de España hacia el régimen bolivariano, si bien también es cierto que perviven actuaciones en el socialismo que probablemente desde La Moncloa no se deberían tolerar. Y perviven algunas cosas no aclaradas de tiempos pasados, aquellos de Ábalos con Delcy Rodríguez concretamente.
Para liderar la posición de la UE con respecto a Venezuela, como debería, España tiene que despejar esos puntos oscuros y mantener una actitud mucho más tajante con respecto a alguien que de ninguna manera, ya lo he dicho, puede seguir regentado una situación en la que hay ocho millones de exiliados, no sé cuántos miles de encarcelados y represaliados y donde la seguridad personal -que se lo pregunten al secuestrado yerno de Edmundo-no vale nada. Mantener la ficción de las reglas diplomáticas con quien jamás las respeta ya no vale de nada.
Es precisa una acción internacional contra Maduro y una unidad de acción en España entre el Gobierno y la oposición al respecto. A la democracia venezolana no le convienen manifestaciones partidistas en las calles madrileñas, por mucho que sean a favor del cambio. Deshacerse de los tiranos, acordando el método con la oposición del PP, debería ser también tarea de nuestro Gobierno, pero ¿de veras quiere asumir esa labor?
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El acto que inauguraba este miércoles el ciclo de otros cien que, en homenaje a la democracia y 'conmemorando' los cincuenta años de la muerte de Franco, se desarrollarán durante todo 2025, fue una gran superchería, casi tanto como el ridículo vídeo, el ballet y la sonrojante cancioncilla con los que se pretendió 'vestir' la ceremonia, coronada por un discurso de Pedro Sánchez. En el que, por cierto, ni siquiera citó al dictador, aunque sí se explayó en los atropellos que cometió, y que algunos bien conocimos. Claro, toda esa sociedad que apoya al Gobierno estaba allí presente. La otra mitad de España -suponiendo que estemos hablando de dos mitades homogéneas- ni estaba ni se la esperaba; es más, no les gustó nada la iniciativa gubernamental. A mí, que procuro mantenerme al margen, tampoco.
9 de enero de 2025.
Tengo, como tantos periodistas, bastantes conocidos y algunos amigos en el socialismo andaluz. Algunos, por cierto, bastante cercanos a los postulados de Pedro Sánchez. No he encontrado uno solo -los más prudentes simplemente han callado- que haya mostrado el menor entusiasmo por la designación de María Jesús Montero, vicepresidenta primera del Gobierno, ministra de Hacienda y vicesecretaria general del PSOE, como candidata, además, del PS andaluz en sustitución de Juan Espadas. Será, me digo, que no he buscado bien otras opiniones. Pero, en cualquier caso, como analista político, debo decir que lanzar a Montero a la campiña y a la campaña andaluza es un solemne disparate. Y no es el primero.
8 de enero de 2025.
Y sí, los cometerá, con bastante probabilidad. Creyendo que le fortalecen en su permanencia en La Moncloa, pero olvidando el deterioro que producirán a medio plazo en su persona y, desde luego, en la gobernación del país. El primero de estos errores, a mi juicio, será el de no convocar elecciones generales mientras el desgaste del Gobierno aún sea relativamente leve y pueda aspirar a ganarlas. De ese error se derivan los otros nueve.
6 de enero de 2025.
Apenas me podía creer que La Moncloa invitase al principal inquilino de La Zarzuela a participar, el próximo día 8, en el primero de los actos conmemorativos de los cincuenta años del inicio de la democracia, es decir, de aquel 1975 en cuyo final se murió Franco. Invitar a Felipe VI -que poco tuvo que ver con Franco, la verdad-a integrarse en un acto en el que se homenajea la muerte del dictador -porque en 1975, aquí de democracia, nada-me parece una especie de trampa saducea contra el jefe del Estado.
5 de enero de 2025.
Si tuviese que anticipar mis peticiones a los Magos de Oriente, les pediría que imbuyesen en quien me gobierna, es decir, Pedro Sánchez, un mínimo de previsibilidad. Porque, si le digo la verdad, pocas veces en mi vida me he enfrentado a un año -menudo añito el que nos viene- con tantas incertidumbres procedentes del Gobierno, y eso que España es país en el que tradicionalmente pocos vaticinios políticos se pueden hacer sin riesgo a equivocarse mucho.
4 de enero de 2025.
Una encuesta que se publicaba este 2 de enero, inaugurando el año, confirmaba algo en lo que yo he venido trabajando, con la ayuda de Metroscopia, desde hace ya tres años: se inicia la era del pesimismo. Con más de un 70 por ciento de españoles pensando que nuestra democracia es peor que cuando comenzó este siglo XXI, y convencidos de que hay menos unidad, libertad e igualdad que en el año 2000. Y ya cuando hablamos en concreto de lo esperable para 2025, comprobamos que los ciudadanos de nuestro país palpan la inestabilidad de un Gobierno, el de Pedro Sánchez, que debería, lo cree bastante más de la mitad de los encuestados, someterse a la cuestión de confianza que le exige Carles Puigdemont.
3 de enero de 2025.
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