| ||||||||||||||||||||||
En los últimos años, la crisis migratoria en el mediterráneo ha llevado a varios países europeos a buscar soluciones para gestionar el flujo de personas que buscan asilo. Una de las respuestas más controvertidas ha sido la construcción de centros de retención de migrantes en Albania, financiados y gestionados por Italia. Estos centros han sido objeto de críticas severas por parte de organizaciones de derechos humanos y la comunidad internacional.
En todo el mundo, millones de niños enfrentan desplazamientos forzados debido a conflictos, violencia y crisis humanitarias, esta situación sin precedentes afecta profundamente a los más jóvenes, dejándolos vulnerables y en busca de refugio.
La diferenciación entre migrantes y refugiados no siempre es clara, ya que existen muchas situaciones que son interpretables. ¿Hasta qué punto personas que huyen de la pobreza extrema y del hambre no son refugiados? Podemos pensar que no lo son, si consideramos que no están siendo perseguidos ni están padeciendo conflictos armados.
La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) confirmó este jueves 17 la muerte de 63 senegaleses en aguas del Atlántico, al naufragar la precaria embarcación en que viajaban con la intención de arribar como migrantes a Europa. Safa Msehli, portavoz de la OIM, confirmó en esta ciudad suiza que fueron rescatados 38 sobrevivientes, 37 de Senegal y uno de Guinea-Bissau, por un buque pesquero español que les acercó a la isla de Sal.
Miles de ellos también alcanzan nuestras fronteras terrestres de Ceuta y Melilla con Marruecos, dejándose a veces la piel en sus muros de alambres en un espectáculo dantesco y humillante. Lo normal viene siendo que cuando el Estrecho se cierra para los negreros traficantes de seres humanos, los reconducen hacia los cayucos, que reciben la “mercancía” de barcos nodrizas para transportarlos desde las costas africanas hasta la proximidad de las Islas Canarias.
|