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Pude conocer por casualidad a Damaris Ruiz. Me llamó la atención esa joven que irradiaba una madurez y una luz inusual para sus poco más de treinta años y me fascinó. La vida no le fue fácil. Esta viguesa perdió a sus padres y la vida la trató con esa crueldad que en ocasiones muestra, y que fue la que alimentó su fuerza, su delicadeza y su bondad.
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