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El desgobierno de la mafia sanchista ya es un hecho. La situación del país hace tiempo que se les fue de las manos. Hay un convencimiento generalizado de que el presidente es gafe; con él hemos salido de una catástrofe y hemos entrado en otra, pero ninguna ha sabido gestionar el Gobierno con dignidad y eficacia.
No se trata de unas voces discrepantes ocasionales, ni de una queja interesada. Lo que se repite, una y otra vez, en cada nueva celebración de la fiesta de la Hispanidad, con mayor fuerza, estruendo e intensidad, es la expresión de un descontento creciente, de una frustración irreprimible, una añoranza de patriotismo que, en cada ocasión, resulta más patente, extendida y, a la vez, exigente.
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