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No se trata de unas voces discrepantes ocasionales, ni de una queja interesada. Lo que se repite, una y otra vez, en cada nueva celebración de la fiesta de la Hispanidad, con mayor fuerza, estruendo e intensidad, es la expresión de un descontento creciente, de una frustración irreprimible, una añoranza de patriotismo que, en cada ocasión, resulta más patente, extendida y, a la vez, exigente.
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