Como a todas sus compañeras de profesión (no voy a utilizar más el plural masculino, cuando oigo hablar a chicos que son auxiliares de enfermería utilizan en plural femenino en una profesión donde la mujer es símbolo, santo y seña y mayoría) la pandemia les pilló por sorpresa. Como al mundo entero. Pero ellas tenían una vocación, estaban ahí porque su corazón los había llevado a sacrificarse por el resto. Doblaron turnos, se cubrieron, literalmente, con bolsas de basura, sacaron fuerza de donde no había, mientras los ecos de unos aplausos se iban apagando en la sociedad que les apoyó un tiempo y les olvidó demasiado pronto…