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Meses esperando ver la nueva temporada de Sexo en Nueva York, fantaseando con ese glamour que desprendían las cuatro amigas paseando por Manhattan y tomándose su acostumbrado Cosmopolitan. Por fin estaba delante de mi serie preferida, con una copa en la mano y dispuesta a sentirme como esas mujeres maravillosas y estupendas llenas de glamour. Pues no, en vez de eso, me doy el batacazo de realidad más deprimente que una fan de esa serie se podría haber dado jamás.
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