Hermanos: Solo quedan dos días para que me toque el Gordo en el sorteo del 22 de diciembre. Tengo décimos de todos los colores, con números feos y bonitos. Y eso que todos los años me conjuro con mi mujer a que no compraremos papeletas o décimos más que a los compromisos.
Pero, aun así, quien no va a Madrid y, después de acercarse a las colas de la administración de lotería de Doña Manolita, no se compra un numero en cualquier otra administración madrileña (que las hay). Porque me niego a hacer una cola de horas si aplico la racionalidad.
A no ser un dirigente político de aquellos que les tocaba la lotería un día sí y otro también, tu y yo tenemos posibilidades muy remotas. En este caso, las opciones son de un 0,00001% (1 entre 100.000) para cada uno de los premios. Las matemáticas dicen que recuperar algo del dinero jugado en el Sorteo de Navidad supone un 9% de probabilidades de que toque el reintegro. El sorteo del Niño triplica la cantidad destinada a reintegros. 37.812 números de entre los 100.000 de cada serie obtienen premio (casi un 38%). Sin embargo, en la Lotería de Navidad sólo 13.334 números de entre 85.000 resultan premiados (menos del 16%) y 71.666 números no obtienen nada. Pero yo erre que erre año tras año.
Para más colmo según un estudio realizado por el Harvard College y el Massachusetts Institute of Technology (MIT) nos cuentan que las personas que han sido agraciadas con un premio de la lotería tienen más probabilidades de declararse en quiebra durante los tres o cinco años siguientes. O sea que esto casi viene a ser como la ruleta rusa: una cuestión de probabilidades tras la cual solo tienes susto o muerte. Pero… ¿y si tocara?
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