
Escribí allá por 2016 un artículo cuando apareció por vez primera “Torres sobre la arena”, un “sensacional” libro de relatos del profesor Raúl Galache García. En dicho artículo escribí cosas como las que aquí atraigo: “Tras la lectura de ‘Torres sobre la arena’, magnífico libro de relatos concebido por el escritor, profesor de Lengua Castellana y Literatura y crítico literario Raúl Galache García, me sobrevinieron diversas sensaciones, matiz que me autoriza a catalogar, por tanto, la obra como ‘sensacional’. Sí, las sensaciones más variopintas campan a sus anchas a lo largo de todo el texto (o compendio de textos) que conforma(n) el libro como perfumando la atmósfera en la que transcurren las historias con un aroma entrañable presto a ser captado en su multiforme esencia”. Hoy se reedita “Torres sobre la arena” (Adarve, Madrid, 2019) y tengo la ocasión de reunirme y charlar a cuento de esta obra nuevamente con Galache.
-Antes de nada, enhorabuena por la reedición. ¿Hay alguna novedad en esta edición con respecto a la anterior? -Sí, así es. Incluye algo similar a un “bonus track”, una “pista adicional”, como ocurre en ciertas ocasiones con los CD de música.
-En la presentación del libro ocupó la mesa el mismo ponente que en la anterior ocasión, ¿por qué? -José Miguel Mangas, profesor y poeta —que lo fue y, por tanto, ha de seguir siéndolo—, conoce muy bien esta obra; algunos textos, de hecho, desde su génesis. Además, me une a él una amistad fraternal, por lo que hemos preparado la presentación entre los dos, con todo el cariño del mundo. No se me ocurre nadie mejor para estar a mi lado hablando de “Torres sobre la arena”.
-Los relatos son de corte realista, pero sobre dicha base, o bajo dicha apariencia se pueden hallar intrincadas tramas y multiformes guiños sujetos a diversas e incluso dispares interpretaciones. Al urdir dichas fórmulas, ¿buscas invitar al lector a incursionar en una aventura desconcertante? -Creo que depende del relato. Siempre me han atraído las conexiones entre la realidad y la ficción, especialmente el modo en que la ficción se adentra en la realidad para trastocarla o descolocarla de algún modo. De hecho, es un recurso que está en nuestra tradición clásica. Recuérdese que, en la “Segunda parte” del “Quijote”, los personajes han leído la “Primera parte” y acomodan la realidad a las fantasías del caballero andante. Lo que quiero decir con esto es que en algunos cuentos del libro se pretende que las fantasías de los protagonistas tengan el poder que cambiar la realidad, para bien o para mal, según el caso. Al fin y al cabo, no hay una única mirada del mundo, sino tantas como ojos que lo ven. En uno de los cuentos, el más largo, “A la luz de los sueños de los hombres”, se intenta recorrer el camino inverso: se fabula sobre cómo Miguel de Cervantes pudo haber gestado el personaje de la pastora Marcela (junto con otros extraños sucesos que son dignos de ser contados y acaso recordados).
-En tu libro se entrevén muchas influencias, dotando a su estilo de cierto sincretismo. ¿Qué nos puedes decir al respecto? -Siempre es difícil recoger las migas de pan que deja un cuento desde su creación hasta el resultado final; como les ocurre Hansel y Gretel, se las comen los pájaros. Creo que hay tres influencias más o menos claras: las de los autores maestros del género: Poe, Chéjov, los estadounidenses, como Hemingway o Carver, y, sobre todo, el boom hispanoamericano; los clásicos españoles en la segunda parte del libro, Cervantes y Lope particularmente; los autores españoles que gustan de una prosa de vuelo rítmico y buen gusto, como Marsé, Landero o Juan Manuel de Prada.
-Di a tu potencial lector qué se encontrará al incursionar en “Torres sobre la arena”. -Se encontrará con catorce relatos muy diversos en cuanto a extensión, técnica, género y estilo. A mí me ocurre que los libros de relatos me aburren cuando son monótonos. He intentado evitar eso. Aun así, diría que sí hay una unidad temática que articula el libro. Está dividido en dos bloques: el primero son piezas de ambientación diversa, mientras que el segundo aúna cuentos, como dice González Segura en el prólogo, metaliterarios, pues todos ellos tienen como protagonistas a autores de nuestra historia de la literatura. Se busca, además de la evocación del escritor, proponer un cierto juego de estilos.
-¿Tu método de escritura emparenta más con la inspiración o con la transpiración? -Pues, como decía Bécquer, “genio y razón”. Las ideas surgen y cobran forma, pero de ahí al resultado final hay un largo proceso de esfuerzo, en el que se conjugan la técnica literaria y la labor de corrección de estilo; vamos, la inspiración juega un cierto papel, pero un cuento —o un poema o una pieza teatral o una novela— exigen trabajo frío y riguroso (y algo aburrido).
-¿Cuál es tu relato preferido de los que se incluyen en la obra? -Diría que “Carta de Dulcinea a don Quijote”, por varios motivos que no hacen al caso y que aburrirían al lector.
-¿Cuáles son tus próximos proyectos? -Caminar por la montaña —mucho, todo lo que pueda—, leer y tal vez escribir de nuevo. Tengo una novela que me reclama hace tiempo, pero yo, que soy vago para estas lides, hago oídos sordos.
-¿Querrías añadir algo más? -Me permito dos recomendaciones: “Los asquerosos”, de Santiago Lorenzo, un fenómeno literario que merece la pena, y “La vida sin Murphy”, libro de microrrelatos de Manuel Rebollar, muy brillante.
-Muchas gracias. -A ti.
|