He de admitir que el tráiler/anuncio de “La vida de Pi” no me llamaba en absoluto la atención. Pensaba que la nueva película de Ang Lee sería una especie de pastiche pseudobollywoodiense con efectos especiales a cascoporro para lucir bien el vanguardista 3-D de las actuales salas de cine. Un chico en una barca con un tigre, ¿y qué? ¿Dónde está el interés en eso? Lucecitas brillantes y deslumbrantes juegos visuales.
Cuán equivocado estaba. Mi juicio previo de la cinta no podía ser más desacertado. Vale que tenemos una estética visual apabullante, unos efectos especiales de escándalo (el tigre es una absoluta maravilla) y que el protagonista es un joven indio, pero esto es solo el envoltorio de la película, una hermosa cáscara que guarda dentro uno de las historias más profundas que se han visto en los últimos tiempos.
La vida de Pi es pues una experiencia para los sentidos, un mar (nunca mejor dicho) de emociones. Huelga decir que el apartado técnico es abrumador, las numerosas escenas de Pi y el tigre en la barca, de noche o de día, al atardecer o al amanecer, bajo una incontestable tormenta o un hermoso manto de estrellas, son de una belleza incomparable. Pero lo que verdaderamente te llega adentro es la historia de superación que subyace a todos esos colorines.
Ang Lee estructura el film en tres partes bien diferenciadas: en la primera de ellas se hace la presentación de personajes, Pi y su familia, los animales, el escritor; en la segunda parte se desarrolla la tragedia y la aventura de supervivencia mientras que, en la tercera parte, tiene lugar la resolución. Si tuviera que definir cada una esas partes con un solo calificativo diría que la primera es entretenida, la segunda fascinante y la tercera reveladora.
Hay que decir que el guión es una adaptación de una novela del escritor canadiense Yann Martel, por tanto veo de justicia mencionarle al hablar del significado de la historia de la película. Porque es una película, como dije más arriba, profunda, metafórica, que trata sobre el viaje, la aventura que supone la vida y el sufrimiento inherente a la misma. El tema religioso está muy presente a lo largo y ancho de la cinta, pero de un modo fresco, espiritual. Pi es un chico que cree en ciertos dioses hindúes, en Cristo, en Alá. Para él todos significan lo mismo, cada uno tiene su peculiar historia detrás, pero todos hablan de un mismo sentimiento.
Esta historia nos muestra de una forma sencilla y sin pretensiones como cada cual puede y debe hacer su elección, creer o no creer. Es una cuestión de espiritualidad, una fuerza interior que te impulsa o no a ello. A algunos les funciona (dicen que la fe mueve montañas), a otros no. Eso es lo bonito, la libertad de elección, la tolerancia tanto en un sentido como en el otro.
(Atención, spoilers a continuación) Para Pi es la fe la que lo salva. En la parte final, en la que la película sufre un giro, vemos como la increíble historia de Pi, más propia de cuento fantástico que de hecho real, es en realidad una versión edulcorada, una metáfora contada a través de animales, de la auténtica y cruda historia del hindú. Pero Pi necesita esa historia, la fantástica, la fábula de su amigo el tigre y sus avatares a través del Pacífico y la extraña isla carnívora para poder seguir adelante con su vida. De esta manera se establece cierto paralelismo con las diferentes historias que hay tras cada religión y su forma de explicar los distintos porqués de la vida. Al igual que ellas, Pi nos ofrece una versión fantástica de su historia que es en realidad su verdad, la forma en que halló la fe y la fuerza para seguir adelante y sobrevivir. La forma en la que él se acercó a Dios.
Es esta una película que se presta mucho a debate y su final es bastante interpretable dependiendo de cada punto de vista, pensamiento o cultura. Y es precisamente ahí donde reside la grandeza de La vida de Pi: da qué pensar, crea debate, te da a elegir cuál es la historia que prefieres, fantasía o cruda realidad, creer o no creer.
La aventura es maravillosa, los animales son preciosos, el océano indómito, la naturaleza apabullante, pero el auténtico viaje de Pi es el interior, el que realiza en su alma. La vida discurre en esos dos canales, el externo, el mundo que nos rodea, y el interno, allí donde reside la esencia de cada persona. Y es de eso, y no de otra cosa, de lo que va La vida de Pi.
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