Si señores, puede que ustedes pensasen que este gobierno había llegado al summum del descrédito posible, que sus constantes errores en cuanto a la tramitación de la pandemia del coronavirus ya no podían ser superados, que sus engaños respeto al número de contagiados y víctimas, reconocidos por los colegios de médicos y por los propios tribunales son muy superiores a los que nos facilitan, se habla de un 30% más, gracias a sus martingalas, arreglos y combinaciones que interesadamente nos van trasmitiendo estos señores, que cada día aparecen en la TV, para continuar engañando a los españoles con este sujeto impresentable, el señor Fernando Simón, que ha hecho dejación de sus principios morales y éticos, olvidándose del juramente Hipocrático que en su día tuvo que pronunciar para dedicarse a apoyar al señor Pedro Sánchez, presidente del gobierno, y a todos estos ministros que vienen colaborando animosamente con su líder, en la ardua tarea de convencer a los ciudadanos de que en España todo va de maravilla y de que, aun siendo la segunda de las ciento noventa naciones que han padecido o vienen padeciendo el virus del Covid 19, en cuanto a número de fallecidos por millón de habitantes; todavía tienen la cara dura, la inmensa desfachatez de intentar que nos traguemos el sapo de que hemos sido una de las mejores naciones en cuanto a la forma de afrontar la epidemia y que, su gestión del tema, ha sido poco menos que “ejemplar”.
Lo que sucede es que los españoles ya nos venimos acostumbrando a que, cada día que pasa, este Gobierno se va esmerando en la tarea de ir acabando con nuestras libertades, aprovechándose del estado de Alarma que pueden mantener, con la excusa del coronavirus, para ir introduciendo una serie de medidas que nada tienen que ver con la pandemia y sí mucho con sus objetivos políticos, con el objeto de asegurarse el poder y convertir a nuestra nación en la avanzadilla, en Europa, de los sistemas comunistas bolivarianos que tanto han proliferado en la América latina. Puede que en el PSOE los haya que no estén de acuerdo con los métodos utilizados por la Moncloa y puede, también, que entre los mismos ministros y barones territoriales del propio partido, encontremos a algunos que tampoco comparten la deriva hacia un tipo de economía colectivista, como la que vienen patrocinando, al parecer con bastante éxito, el señor Pablo Iglesia, el señor Iván Redondo ( el cerebro gris de toda esta intriga) y este personajillo, amargado, intransigente y rencoroso con la sociedad, un sujeto que en cada palabra que pronuncia se puede advertir el profundo odio y el encono que es capaz de acumular contra lo que, para él, debería ser un proceso de exterminación de raíz de los partidos conservadores que, según su manera de pensar, no tienen derecho a existir, en el sentido literal de la palabra exterminar.
Sí, señores, la torpeza y bajeza moral y el reconcomio filocomunista del señor Pablo Echenique, al que el cargo que se le ha dado en el Parlamento de la nación es evidente que le viene ancho y que su contribución al entendimiento con el resto de partidos siempre se puede considerar negativa, una circunstancia que, por si sola, debería haber sido motivo suficiente para que se le relevara del cargo que se le ha asignado. En todo caso, si hay personajes importantes dentro del PSOE que estén en contra de que la cúpula esté tomando medidas completamente reñidas con los intereses del país y el sentido común, la verdad es que ninguno de ellos se atreve a plantarle cara al señor Sánchez que parece ser que, de momento, sigue llevando la batuta del partido que dirige. Por otra parte, el sector duro representado por la señora Calvo, la ministra de Trabajo (de Unidas Podemos) Yolanda Díaz. Teresa Rivera y J.L.Ábalos, todos ellos apoyados por el señor Grande-Marlaska y la portavoz del Gobierno, señora Mª Jesús Montero, dos ejemplos claros de en lo que se pueden llegar a convertir personas guiadas por su sectarismo político y con el apoyo, incondicional, de todos los ministros podemitas, siempre dispuestos a colaborar cuando se trata de ayudar a imponer las normas propias de una dictadura comunista.
Pero hay que hablar especialmente de este juez, el señor Grande-Marlasca, que tuvo años en los que se le consideraba como una figura de la justicia y un ejemplo para el resto de la judicatura que, no obstante, con su incorporación al ejecutivo parece como si hubiera sufrido una transformación, a lo mister Herkill y mister Hyde, por la que sus méritos como juez se hayan convertido, en virtud a su proselitismo hacia su jefe de filas, el señor Pero Sánchez, y al afloramiento de un yo interior que, evidentemente, tiene todas las trazas de esconder un autoritarismo, una intolerancia, una ceguera política y un olvido de la ética, las buenas maneras y el respeto por los españoles que piensan de forma distinta a la suya, que lo han convertido en un personaje poco de fiar, peligroso y completamente ajeno a aquel magistrado que se había ganado el favor de todos los españoles.
El hecho de que el Gobierno haya intentado conseguir, por medio de malas artes, información que presume que le puede afectar directamente, realizada por la Guardia Civil, de un caso que está sub yúdice, bajo la dirección de la jueza Carmen Rodríguez-Medel, sobre una investigación ordenada por ella misma sobre el delegado del Gobierno en Madrid, por un presunto delito de prevaricación administrativa, a raíz de una denuncia contra él por permitir la manifestación feminista del 8 de marzo y otras 76, considera que el informe de investigación presentado el jueves por la Guardia Civil al respecto es «una magnífica investigación». Sin embargo, por haberse negado a entregar los resultados de la investigación al departamento del juez Marlaska en Interior, se ha cesado al coronel de la benemérita Pérez de los Cobos cuyo cese ha provocado la inmediata dimisión del director adjunto operativo (DAO) de la Guardia Civil, el general asturiano Laurentino Ceña y ha provocado, igualmente, la petición de dimisión de la directora del instituto armado, María Gámez, a instancias de la Cúpula del instituto armado.
Y es que nos encontramos ante unos señores que han subido al poder sin otro fin que acabar con las derechas y cambiar el sistema político actual para convertir nuestra democracia en una dictadura al estilo de la que implantaron los del Frente Popular, patrocinado por Moscú, donde los que mandan no admiten la separación de poderes de Montesquieu, pretendiendo reunir en sus manos los tres poderes del Estado, para así poder actuar con plena libertad y sin correr riesgos, manteniendo controlados al ejecutivo, al legislativo y al judicial.
Ello presupone mantener vigiladas todas las instituciones del Estado como, por ejemplo, el CESID (en el que el señor Pablo Iglesias tiene un puesto) al Ejército (durante el tiempo que llevan los socialistas en el poder los cambios en la cúpula militar han sido continuos situando, en los puestos clave, a militares afines a sus ideas que han ido ocupando los puestos de más responsabilidad dentro de las FF.AA.; con la finalidad de que no exista la posibilidad de que se pudiera producir alguna reacción de protesta, ante la evidencia de que España está en manos de quienes quieren dividirla) a las autonomías y, muy especialmente al único poder, el Judicial que, hasta ahora, había conseguido mantener su independencia y que, sin embargo, ya va perdiendo autonomía cuando se da el caso de que los fiscales están dirigidos por una Fiscal General socialista; los abogados del Estado ya trabajan exclusivamente para apoyar al Gobierno y tampoco se puede decir que el Consejo General del Poder Judicial haya dicho una palabra sobre las evidentes intentos de injerencia en los temas judiciales por parte de este Gobierno y, muy especialmente, por el señor vicepresidente segundo del gobierno, señor Pablo Iglesias que ha desatado una virulenta campaña en contra de los jueces, a los que tacha de favorecer a las derechas, por supuesto que injustamente.
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, lo que estamos advirtiendo es que el gobierno del señor Sánchez está muy nervioso, podríamos decir que temeroso de que los acontecimientos se precipiten y sus posibilidades de sacar adelante el país, a la vez que intenta aumentar, desmesuradamente, el gasto público y, con toda seguridad, el endeudamiento público del país, aumentando sus presupuestos sociales para contentar, al menos transitoriamente, a sus votantes. Lo más vergonzoso, en este sentido, ha sido la promesa del señor ministro de Interior de aumentar los sueldos de los guardias civiles, seguramente para intentar compensar la cacicada de la expulsión de López de Cobos del cargo que ostentaba; para lo cual ha destinado 250 millones de euros de los fondos del Estado, para pagar el tercer y último tramo del proceso de equiparación salarial de los policías nacionales y guardias civiles con los miembros de las policías autonómicas. Curiosamente esta equiparación ya la había decidido hacer el PP aunque, por cuestiones económicas, se tuvo que retrasar el pago. La propia Guardia Civil ha emitido un comunicado en el que deja claro que esta última artimaña del señor ministro, no va a hacer que ellos dejen de cumplir con lo que estiman que es su obligación para con España, porque según han dejado constancia “A la Guardia Civil no se la puede comprar”. Como persona que ha tenido la suerte de tener de suegro a un teniente coronel del cuerpo, puedo ratificar que es irrebatiblemente cierto.
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