A principios de abril, un hombre británico de 47 años prendió fuego una antena de internet móvil 5G, alegando que la quinta generación de tecnologías de telefonía móvil era la responsable de la propagación del coronavirus. Tras una investigación, se determinó que el responsable de este ataque había realizado búsquedas en internet sobre teorías conspirativas que relacionan al 5G con la Covid-19. También había participado activamente en grupos de Facebook anti-5G. A los pocos días, otra antena que brindaba servicio al hospital Nightingale de Birmingham fue incendiada. Ambos ataques a antenas serían, lamentablemente, los primeros de una serie de más de 180 ataques incendiarios a antenas telefónicas en más de 10 países, que aún tienen en vilo a las autoridades europeas.
"Esas son las redes telefónicas que utilizan nuestros servicios de emergencia y nuestros trabajadores de la salud", aseguró Stephen Powis, director del Servicio Nacional de Salud de Reino Unido (NHS), quien además se mostró indignado por los ataques infundados y propiciados por una noticia falsa y sin respaldo científico, contra la infraestructura necesaria para responder a la emergencia sanitaria. Tal como lo expresa Powis, las redes de telefonía móvil son absolutamente críticas para todos los usuarios. Más aún en un contexto de pandemia, en el que estas redes son vitales para garantizar la conectividad. Es por ello que los ataques registrados han sido tomados con especial atención por parte de las autoridades que ya han comenzado a tomar medidas para evitar que estos ataques se sigan replicando.
Desde el Gobierno británico anunciaron medidas severas contra quienes difundan información falsa sobre la tecnología 5G y han sido claros al descalificar las teorías infundadas que promueven la desinformación con respecto a estas redes, determinando que se trata de “una teoría conspirativa sin base científica”. Una teoría que según Simon Clarke, profesor de microbiología celular de la Universidad de Reading “es una completa basura”.
La propagación de noticias falsas sobre la tecnología 5G ha tenido un importante impacto para las empresas de telecomunicaciones. En los últimos meses, además de los ataques registrados contra antenas, se han denunciado también casos de violencia contra ingenieros de telecomunicaciones, quienes han sido víctimas de hostigamiento, abusos verbales y amenazas. Otro ejemplo que demuestra que la teoría conspirativa ha abandonado el terreno de las redes sociales, de los foros y chats. Frente a ello, los operadores han debido implementar medidas extras para velar por la seguridad de sus empleados, quienes están en la primera línea asegurando la continuación de los servicios esenciales de comunicación durante la pandemia.
Frente a la escalada de ataques, las redes sociales también han tenido que replantear su rol. Desde Facebook han anunciado que controlarán de cerca la difusión de afirmaciones falsas y promoverán la difusión de fuentes científicas, como estudios de la Organización Mundial de la Salud, con el fin de evitar la propagación de noticias falsas sobre la tecnología 5G y el coronavirus. Una estrategia que ha sido aplaudida por muchos, pero también criticada por los colectivos anti-5G, quienes ven esto como un instrumento de censura por parte de la red social de Mark Zuckerberg. Twitter tampoco se ha quedado atrás y ha anunciado la supresión de mensajes relacionados al Covid-19 que contengan llamados a la acción que puedan causar daños.
Mientras tanto, el sector europeo de las telecomunicaciones insiste en la necesidad de avanzar con el despliegue del 5G. Recientemente, las principales patronales de las telecomunicaciones europeas, ETNO y GSMA, han llamado a la Unión Europea y a los gobiernos nacionales a incentivar el despliegue de estas redes y luchar contra la desinformación, como parte de un plan de recuperación económica tras la pandemia. Estas asociaciones también han hecho un llamamiento a los gobiernos locales para que lleven a cabo campañas de comunicación amplias y sostenidas para garantizar que el público en general y las autoridades tengan acceso a información sobre la tecnología 5G basada en hechos, científica y autorizada. Como por ejemplo, la puesta en valor de estudios científicos que demuestran que la 5G no es perjudicial para las personas, como aquellos presentados por la OMS, la Comisión Europea y la Comisión Internacional de Protección contra la Radiación No Ionizante (ICNIRP), entre otras instituciones de renombre, que aportan todas las garantías sobre la seguridad de esta innovadora tecnología.
La difusión de información científicamente avalada es fundamental para contrarrestar la notoriedad de la información falsa de la que se nutren estas campañas. Un estudio de 2018 llevado a cabo por el Massachusetts Institute of Technology (MIT), revela que las noticias falsas tienen un 70% más de probabilidades de ser compartidas que la información real. No sorprende entonces, que la teoría conspirativa contra el 5G tenga tanta repercusión, ya que la misma está fundada por argumentos falsos que no cuentan con ningún respaldo científico.
La resonancia de esta teoría podría estar condicionada además por el contexto actual. Un estudio llevado a cabo por la Universidad de Oxford demuestra que la pandemia del coronavirus habría creado las condiciones “casi perfectas” para el florecimiento de teorías de conspiración. Las personas pasan más tiempo aisladas, con internet al alcance de la mano y por ende, están más expuestas a la información falsa.
Como dice el dicho popular, el fin no justifica los medios. Los ataques incendiarios, los casos de violencia contra empleados, la destrucción de redes claves para la conectividad de las personas y servicios de emergencia como hospitales, demuestran que la teoría conspirativa contra el 5G ha ido demasiado lejos. Se está incentivando una acción colectiva que desacredita todo tipo de prueba para impulsar llamados a la acción violentos que ponen en peligro a las personas en sus lugares de trabajo y a las redes que nos conectan en tiempos de dificultad. Hechos que podrían evitarse, si se pusiera el foco en las fuentes científicas que respaldan la seguridad de la 5G, en lugar de concentrar esfuerzos en teorías conspirativas que causan más daño que bien.
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