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Noticias de un pueblo africano en tierras americanas

“Kumina ri Palenge p ató paraje”
Johari Gautier Carmona
martes, 23 de diciembre de 2014, 08:50 h (CET)
En su mirada brilla el orgullo de un pueblo-nación. Sus palabras retumban con la misma contundencia que los puños de uno de sus compatriotas colombianos y hermano palenquero –el boxeador campeón del mundo Kid Pambelé– y, sin embargo, Uriel Cassiani Pérez no es ni violento ni adscrito a los deportes de lucha.

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Como todo poeta, cultiva el ritmo y la precisión. Palabras que ilustran y caen con toda la firmeza que les otorga el momento. Silencios que dan magnitud a las ilustraciones. Y reflexiones que borran las fronteras del tiempo y la geografía.

Palenque de San Basilio es su tierra. Un pueblo africano en tierras americanas. El enclave de una dinastía africana que optó por la desobediencia y la libertad frente a una esclavitud inhumana. Todos allá –en ese emporio de la memoria– perviven con el recuerdo de Benkos Biohó: el gran héroe africano fundador de ese pueblo que supo enfrentarse a la corona española y exigir un trato justo.

Uriel Cassiani reafirma este pasado con cada palabra, sabedor de que el texto en su conjunto ofrecerá el mensaje que aquí trato de reproducir. La poesía ya no sólo es una herramienta de comunicación. Se ha convertido en su mejor aliada.

En la actualidad, las victorias del pueblo palenquero son culturales. Y no son pocas. La reconquista de la identidad y dignidad africana –negada durante siglos– es la prioridad. Eso implica enfrentarse a los prejuicios nacidos y congelados con los desvaríos de la colonia.

Pero los tiempos son para la celebración. La voz de Uriel se impregna de un tono cálido al evocar esa noticia que ha sacudido de alegría a todo el Palenque de San Basilio. El reciente reconocimiento de la gastronomía palenquera como una de las mejores del mundo es ese acontecimiento que tiene a todo el pueblo henchido de regocijo y esperanza.

La premiación del libro de cocina palenquera “Kumina ri Palenge p ató paraje” con el Gourmand World Cookbook Awards (entre más de cien naciones) evidencia la valoración de un saber ancestral que parte del continente africano y ha logrado preservarse intacto en las faldas de los Montes de María (en el departamento de Bolívar, Colombia).

“La gastronomía palenquera es rica en platos y sabores”, explica Uriel Cassiani. El silencio vuelve a tronar antes de que el poeta explique los fundamentos de ese éxito. Hace tres años llegó la Fundación Transformemos a la comunidad para trabajar con la población ágrafa, esencialmente mayores de entre 60 y 80 años quienes aprendieron a leer. A continuación, se les planteó recuperar los platos tradicionales. El resultado superó con creces las expectativas.

El recuerdo de un plato irrumpe en la conferencia. El olor y los colores se hacen realidad. Uriel se anima: “¿Quién no ha disfrutado del enyucao´ o el caballito de nuestras palenqueras?”. La sala comparte la emoción. Unos asienten, otros se imaginan el plato, y de manera inesperada surge una discusión con respecto a las apelaciones. Para algunos presentes los nombres deberían ser otros. Entonces, Uriel Cassiani replica exponiendo los aprendizajes de un pueblo obligado a actualizarse: “Estas marcas ya están patentadas. El palenquero ha comprendido a qué mundo está enfrentado. El caballito, el enyucao, la arepuela ya tienen patente de la comunidad palenquera. Nosotros comprendemos que debemos proteger nuestros bienes por todo aquello que ha sucedido [en la historia]”.

No obstante, el reconocimiento de la identidad palenquera no se detiene aquí. La gastronomía sólo es un paso para entender la grandeza del legado de África en tierras americanas. Las creencias y los ritos representan también un patrimonio que el pueblo palenquero no está dispuesto a perder u olvidar. Por eso, Uriel se hace defensor acérrimo de una etno-educación que englobe a todos los habitantes de Colombia.

“Hoy estamos en una revaloración de nuestros saberes ancestrales –manifiesta el poeta y más adelante explica–: El palenquero no cree que Cristo va a venir. El palenquero considera que pasa a un mundo paralelo donde están sus familiares”.

Consciente del poder de las palabras y del impacto de cada una en el tiempo, Uriel pide que esa revaloración de la cultura palenquera también se repercuta en el lenguaje diario y en el pensamiento.

“Sabemos que el término brujo o bruja, como lo dice el escritor colombiano René Rebetez, es sólo aplicado por los ignorantes. Porque se trataba sencillamente de hombres y mujeres que tenían conocimientos totalmente distintos al que tenía el hombre blanco”.

La fiesta más representativa de Palenque de San Basilio –el Lumbalú– es otra de esas grandes manifestaciones que requieren comprensión y sensibilidad. Las etiquetas no pueden caer de manera precipitada. Es uno de uno de los momentos más íntimos de la comunidad.

En este ritual de despedida, se impone el canto a los muertos. Durante nueve días –tiempo que generalmente dura el velorio– las muestras de solidaridad de la familia empiezan por los integrantes del cuadro al que perteneció el difunto. El velorio es animado con música tradicional de la comunidad.

“Cuando una persona muere, sea en Cartagena o Barranquilla, esa persona debe ser trasladada a Palenque –explica Uriel–. Inmediatamente se monta un altar con los santos católicos. Entendamos los santos para los palenqueros dentro del famoso sincretismo religioso. En Palenque, si usted ve alguien adorando la virgen del Carmen, seguramente en esa virgen está viendo a su abuela o hermana muerta”.

La conservación de esta raíz africana es un gran reto, y más en estos tiempos de globalización acelerada, pero si algún pueblo ha sabido encarar las asperezas de la historia es Palenque. A modo de ilustración, Uriel Cassiani enumera con un tono combativo las enemistades que ha sufrido su pueblo: desde el desdén de los negreros europeos hasta la dominación de la Iglesia, pasando por las duras represiones de los dirigentes coloniales y de la Colombia independiente.

El siglo XXI también conlleva sus desafíos, pero el poeta confía: “Nosotros somos un pueblo de guerreros”.

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