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Desde que somos pequeños utilizamos las mentiras con algún tipo de fin. En la infancia, por el hecho de encubrir algo o para evitar el castigo. En la adolescencia para ocultar todas aquellas actividades que se hacen con los amigos y que de esta manera, los padres no tengan conciencia de lo que están haciendo sus hijos y en la etapa adulta o más madura, para aparentar algo que no somos o para tapar alguna acción que a ojos de los demás, estaría calificada como inmoral.
Durante décadas, la psicología cognitiva ha defendido una idea poderosa y sencilla: lo que pensamos determina cómo nos sentimos. Esta premisa, que ha dado origen a terapias tan efectivas como la cognitivo-conductual, ha ayudado a miles de personas a enfrentar la depresión, la ansiedad o los estados de ánimo negativos. Pero, como toda idea fuerte, también necesita matices.
Este 24 de mayo se celebra el Día Mundial de la Esquizofrenia, un trastorno mental grave que, a escala mundial, afecta a aproximadamente 24 millones de personas. O sea, una de cada 300 personas. Para dar visibilidad a las personas que conviven con esta enfermedad, se está llevando a cabo la campaña colaborativa #SoyMásQueEsquizofrenia.
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