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Hasel y la libertad de expresión

La herida causada por una lengua malsonante difícilmente cicatriza
Octavi Pereña
miércoles, 10 de marzo de 2021, 10:43 h (CET)

El encarcelamiento del rapero <b>Pablo Hasel</b> debido al enaltecimiento del terrorismo y por injurias al rey y por otros motivos es causa de inquietud porque puede sentar precedente y favorecer que los jueces puedan penalizar cualquier declaración que no sea de su gusto.

El periodista Edwy Pland escribe algo que tiene mucho sentido en el caso Pablo Hasel: “Una vez denunciada la corrupción financiera puede ser combatida y castigada. La corrupción de las ideas en cambio es más insidiosa, más sutil, y por esto de una peligrosidad más crucial”. Discrepo de las ideas y del lenguaje que emplea Hasel y de su conducta En este escrito trataré del pensamiento del rapero y de su influencia en el comportamiento de sus seguidores. A pesar de ello, creo que no debe restringirse su derecho a expresarse si lo hace con el respeto debido a las personas que critica y que sus opiniones no sean una clara incitación al odio.

Los personajes públicos deben ser objeto de la crítica ciudadana. Si su comportamiento tiene algo que objetar, no deben poner impedimentos a la crítica. La administración en todos sus niveles tiene que ser transparente como el cristal. La reiterada “razón de Estado” no es ni más ni menos que un impedimento al control de la transparencia. A esta actitud oscurantista le ha crecido la barba. Al inicio de la historia Adán y Eva intentaron esconder su delito de desobediencia su Creador que les prohibía comer el fruto del árbol del bien y del mal (Génesis 2: 17). Conscientes que lo habían cometido consideraron conveniente taparlo. Con el eufemismo “razón de Estado”, cosiendo delantales con hojas de higuera la desnudez que había puesto de manifiesto la desobediencia. (Génesis 3: 7). Desde la Transgresión se ha convertido en un hábito intentar esconder la inmundicia.

Quienes ostentan el poder intentan camuflar las corruptelas que son fruto de sus corazones corruptos. Por ello blindan con leyes su inviolabilidad ante la justicia. Pero ignoran que no solo sus acciones, también sus pensamientos, más íntimos que sean no pasan desapercibidos a los ojos de Dios. A pesar de que simbólicamente se esconden detrás de los árboles del jardín, Dios se les acerca y les pregunta: “¿Dónde estáis?” (Génesis 3: 9). Al ser descubiertos Adán y Eva se quitan las pulgas de encima y las traspasan al otro. Excusas de mal pagador.

Volvamos a Hasel que es actualidad mediática. “Ciertamente las muchas palabras multiplican la vanidad” (Eclesiastés 6: 11).

El caso Hasel ha llevado a Pablo Iglesias, Vicepresidente del Gobierno de España a dudar de la calidad democrática de nuestro país, declaración que ha exasperado a los constitucionalistas, lo cual es una muestra de que metafóricamente los delantales cosidos con hojas de higuera se siguen utilizando. En lugar de reconocer la fragilidad democrática para intentar enmendarla, presumen de una perfección inexistente. Somos tan excelentes que no tenemos errores que corregir. Quienes se escandalizan oír que nuestra democracia deja mucho que sesear porque consideran que ha alcanzado el zénit de su esplendor, les viene como anillo al dedo el refrán: “Dime de que presumes y te diré de lo que careces. Mientras tanto Vox se instala en los Parlamentos desde puede proclamar su nefasta venenosa política. ¿Cómo piensan poner un cordón sanitario a su alrededor si la justicia que es un elemento esencial de un estado de derecho si no se tiene intención de mejorarla? Recuerden los políticos que las buenas palabras se las lleva el viento. Los hechos son los que cuentan.

La cita de Salomón es muy ilustrativa. Si se abre mucho la boca abundan las palabras banales. Si se siembran vientos se recogen tempestades. Esta es la consecuencia del lenguaje de Hasel acompañado de un comportamiento ético poco edificante. Mezcla explosiva que ha estallado a raíz del encarcelamiento del rapero leridano. “Sin leña se apaga el fuego, y donde no hay chismoso cesa la contienda” (Proverbios 26: 20). ¿En qué fuente bebe el rapero para apagar la sed de su alma? Si bebe en la fuente contaminada por las aguas fecales de la corrupción, es lógico que el comportamiento y el lenguaje lleven a la disputa. Si en vez de beber agua contaminada que inflama el lenguaje y el comportamiento bebe el agua viva que fluye del corazón de Jesús, transmitirá un mensaje de paz y de concordia, será el primero en beneficiarse. Los receptores se tranquilizarán en vez de alborotarse y dedicarse al vandalismo. Ello redundará en beneficio de toda la comunidad.

Las palabras no rompen huesos pero sí los corazones. Es por esto que el salmista pide a Dios: “Pon guarda a mis labios, oh Señor, guarda la puerta de mis labios” (Salmo 141: 3). ¡Cuán necesario es que los raperos por la influencia que ejercen en sus seguidores se muerdan sus lenguas antes de que sus dientes inoculen el veneno almacenado en sus almas.

“La lengua”, de raperos y políticos, “es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He aquí, ¡cuán grande bosque enciende un pequeño fuego. Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno” (Santiago 3: 5,6). Las palabras groseras que tanta repercusión mediática tienen por el renombre de sus autores y que tanto daño ejercen se alimentan en los abismos infernales de maldad. Un escritor anónimo redacta: “Señor guarda mis labios/ Controla hoy mi lengua/ Ayúdame a evaluar cada pensamiento/ Y mira cada palabra que diga”.

Quiera Dios que no solo los raperos, también los políticos y todos quienes tienen resonancia pública se pongan una cremallera en los labios para que de ellos no salgan palabras inflamadas por el infierno.

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