El cambio climático, la Navidad y el capitalismo convergieron de manera caótica con una falla operativa de proporciones épicas de la aerolínea Southwest, que provocó que miles de personas que se aprestaban a viajar por las vacaciones de Navidad y miles de trabajadores de la compañía aeronáutica quedaran varados durante varios días en diversos aeropuertos de Estados Unidos. La tormenta invernal Elliott azotó el territorio continental estadounidense con nieve, vientos huracanados y un aire ártico gélido que conformó lo que los meteorólogos denominan un “ciclón bomba”. Ante esta situación, es comprensible que el transporte aéreo se viera afectado.
Sin embargo, la magnitud de la interrupción del servicio de Southwest fue muchísimo mayor que el de otras compañías aéreas, ya que se estima que el 90% de las decenas de miles de vuelos cancelados correspondieron a esta aerolínea. La desregulación del sector aeronáutico a fines de la década de 1970, durante el Gobierno del entonces presidente Carter, y la decisión de los directivos de Southwest de priorizar a sus inversores antes que a los clientes y al personal son factores claves de esta catástrofe.
Corliss King, vicepresidenta de la filial 556 del Sindicato de Trabajadores del Transporte de Estados Unidos (TWU), que representa a la tripulación de cabina en Southwest, dijo a Democracy Now!: “Me parece inconcebible que estemos [atravesando] esta situación, cuando ya habíamos advertido, junto con el sindicato de pilotos y otros sindicatos, que nuestros problemas tecnológicos nos iban a llevar justamente adonde estamos hoy. No es la primera vez que esto ocurre, pero es la primera vez que sucede en las vacaciones de Navidad y que afecta a tantas personas”.
El sindicato de King ha estado negociando un nuevo contrato colectivo con Southwest durante cuatro años. Una de las demandas de los trabajadores es que la aerolínea solucione “las fallas tecnológicas que afectan de manera desproporcionada a los pasajeros y al personal aeronáutico de primera línea”.
Southwest utiliza un programa informático llamado SkySolver, desarrollado a principios de los años 2000, para subsanar las alteraciones en la programación de los vuelos y las tripulaciones mediante el traslado de aviones y personal por todo el país de la manera más rápida y eficiente posible. Como explicó Corliss King, la tormenta hizo colapsar el sistema obsoleto de Southwest: “El sistema de gestión logística de las tripulaciones, que es el corazón operacional de nuestros equipos de vuelo, utiliza una tecnología que no es compatible con la aerolínea que somos en la actualidad. Las herramientas tecnológicas no se han adaptado lo suficiente para poder decir 'bueno, en un día normal, tenemos 500 tripulantes en el lugar equivocado, pero, debido a una crisis, ahora tenemos 1.000 o 1.500 tripulantes en el lugar equivocado'. Esa tecnología tiene que poder adaptarse para hacer frente a una situación sin precedentes como esta, pero [la tecnología actual] no lo permite”.
En consecuencia, miles de auxiliares de vuelo y pilotos de Southwest quedaron varados y muchos tuvieron que pernoctar en las salas de espera de los aeropuertos. Southwest no tenía forma de unir las tripulaciones disponibles con los aviones estacionados en tierra, ya que carecía de la información básica de saber dónde se encontraban sus trabajadores. Mientras tanto, el personal de pista se vio obligado a trabajar horas extras bajo un frío glacial y algunos trabajadores sufrieron quemaduras por congelación.
Decenas de miles de pasajeros han quedado varados durante varios días en los aeropuertos, muchos de ellos sin poder acceder a sus equipajes o a su medicación. La compañía aérea les comunicó a la mayoría de los pasajeros que no conseguirían un vuelo alternativo hasta dentro de varios días, alegando que la aerolínea no tenía más capacidad en sus vuelos.
Paul Hudson es presidente de FlyersRights, una organización sin fines de lucro que lucha por los derechos de los pasajeros de aerolíneas en Estados Unidos. En conversación con Democracy Now, Hudson expresó: “No tienen capacidad porque brindar un mal servicio es más rentable que brindar un buen servicio. Todas las aerolíneas están obligadas a tener un plan para hacer frente al mal tiempo y otros imprevistos, pero no se realiza ningún control. No hay exigencias sobre personal de reserva. No hay normas significativas sobre el servicio al cliente. La idea de la desregulación era que las aerolíneas compitieran para ofrecer un mejor servicio. Pero lo que está realmente ocurriendo es que compiten para brindar un servicio más rentable pero de peor calidad”.
A los pasajeros cuyos vuelos se han retrasado por varios días, Paul Hudson les dice: “En los vuelos domésticos no se tiene derecho a compensación o resarcimiento por retrasos. Si las condiciones climáticas son el motivo de la cancelación o el retraso, no se tiene derecho a que la aerolínea le brinde un alojamiento hotelero. Es decisión de cada aerolínea, que, por supuesto, harán lo que sea para evitar esos gastos”.
Aunque Southwest no ha invertido lo suficiente en su infraestructura informática y en mejorar su capacidad operativa, sí ha tratado bien a sus inversores. Según se informa, la aerolínea gastó 5.600 millones de dólares en recompra de acciones en los tres años previos a la pandemia de coronavirus. Asimismo, apenas unas semanas antes de la debacle navideña, la compañía anunció que sería la primera aerolínea estadounidense desde que comenzó la pandemia en proporcionar un dividendo en acciones.
El secretario de Transporte de Estados Unidos, Pete Buttigieg, publicó este miércoles en Twitter: “La aerolínea Southwest tiene que hacer todo lo que sea necesario para llevar a los pasajeros varados a sus destinos y, mientras eso se concreta, debe cubrir sus gastos de alimentación, alojamiento y transporte terrestre. Seguiremos exigiéndoles que asuman sus responsabilidades”.
Compensar esos gastos es lo mínimo que debería hacer Southwest. Sin embargo, en el propio sitio web del Departamento de Transporte, se establece que “no existen leyes federales que exijan que las aerolíneas proporcionen a los pasajeros dinero u otro tipo de compensación cuando sus vuelos sufren retrasos”.
Mientras tanto, la emergencia climática empeora. Se estima que el transporte aéreo produce el 4% de las emisiones mundiales anuales de gases de efecto invernadero. Después de que los viajes aéreos descendieran de manera drástica en 2020 a causa de la pandemia, el transporte aéreo se ha recuperado y está en crecimiento. A menos que modifiquemos de manera radical nuestra forma de vida, incluida la manera de viajar, todos nos quedaremos varados, no en los aeropuertos, sino en este planeta —nuestro único planeta—, cuya temperatura sigue aumentando rápidamente.
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