Juan Ramón Barat ha vuelto a embarcarse en una novela histórica, ese género literario que tanto le gusta practicar. En esta ocasión, ha puesto su mirada en un personaje de enorme trascendencia para la Europa medieval del siglo XIII y ha publicado ‘La extraordinaria historia de Jaime I el Conquistador’, editado por Algaida. «Hace unos quince años escribí una novela corta sobre Jaime I, dirigida sobre todo a estudiantes y colegios. Pero ahora surgió la oportunidad de hacer una versión para adultos, contando la vida completa del rey».
En realidad, este libro es la primera parte de la biografía novelada del monarca aragonés, un proyecto que rozará las mil páginas de escritura. Barat parece haberse fijado como objetivo literario narrar la vida de personajes históricos de gran relieve. Antes ya lo hizo con el Héroe Romeu y Joan Baptista Basset. Se ha convertido en un biógrafo de la ficción. «Sí, es verdad, y es algo que no termina de convencerme, porque no me gusta que me encasillen. Esto de ser valenciano y escribir sobre personajes de nuestra tierra me proporciona alegrías, pero también algún sinsabor. En algunos lugares creen que soy un escritor local, lo que me parece una aberración. En el fondo, cuando escribí sobre Romeu o Basset hablaba sobre la Guerra de la Independencia y la de Sucesión, dos hechos que afectaron a todo nuestro país. Ahora con Jaime I lo hago sobre algo tan importante como la Corona de Aragón».
El perfil de Jaime I
Desde el primer momento, Jaime I no tuvo una existencia fácil. El momento de su concepción resultó bastante rocambolesco y, ya en vida, algunos nobles pretendieron eliminarlo en beneficio de sus intereses. Para proteger a su real persona, su educación fue encargada a los caballeros templarios.
«Los templarios eran austeros, herméticos y poco amigos de las bromas. Ellos le inculcaron ese mismo carácter y le imprimieron un hondo sentido de la honradez, la honestidad y el amor por la justicia, valores que le acompañaron a lo largo de toda su vida. Sin embargo, el monarca fue una persona de grandes contrastes, enérgico, vividor, dinámico y muy enamoradizo. Depositaba mucha energía en sus lances de alcoba, un ardor amoroso heredado de su padre, el rey Pedro».
Por su fama en este terreno, surge la duda de si su apelativo de «El Conquistador» procede de sus proezas guerreras o de las amatorias.
«Él rey no podía resistirse a los encantos de cualquier mujer. Se sentía atraído por la belleza y conquistaba damas de alta alcurnia, criadas o campesinas. No hacía distingos de clase. En eso, suadusto carácter templario lo mantuvo siempre bien escondido».
Los cátaros
El primer tercio de la novela discurre entre las luchas, o cruzadas, promovidas por el papa Inocencio III contra los cátaros, una corriente religiosa que abogaba por el retorno a los orígenes del cristianismo.
«Los cátaros, llamados albigenses por su relación con la ciudad de Albí, habitaban especialmente en la zona del Languedoc. Eran cristianos que comenzaron a dudar del papa de Roma y de su forma de vida. Podríamos decir que fueron algo así como los protestantes de Lutero, pero trescientos años antes. La Iglesia se había convertido en todo menos en lo que predicaba Jesucristo: vivía en la opulencia y el lujo más desatado, mucho mas preocupada por los problemas mundanos, políticos y económicos, que por los asuntos del alma. La palabra cátaro procede del griego y significa puro. Ellos postulaban el regreso a los orígenes, a existir en la pobreza y en el desprendimiento absoluto. Jesucristo vivió de las limosnas y ellos querían ser como él. Su postura chocaba frontalmente contra los intereses de Roma e Inocencio III promulgó una bula para exterminarlos. Este hecho representó un grave problema para Jaime I, ya que los cátaros eran vasallos suyos. Al final, sus territorios fueron a parar a los francos y la Corona de Aragón se vio obligada a dirigir sus conquistas hacia el sur de la Península Ibérica y el Mediterráneo».
La Reconquista
Con frecuencia, al hablar de la Reconquista tenemos una imagen tejida con los asedios y la destrucción de ciudades ocupadas por la vía de la violencia. Lo cual es cierto solo en parte, ya que muchos lugares y castillos fueron conquistados sin apenas derramamiento de sangre.
«Menorca se consiguió sin lucha, al igual que ocurrió en muchas otras ciudades. Si Jaime I podía, siempre respetaba la vida del adversario y evitaba la lucha. El sitio de València comenzó el 23 de abril de 1238, pero la entrada en la ciudad de las tropas cristianas ocurrió el 9 de octubre de ese mismo año. Por tanto, se pasó seis meses asediándola hasta que capituló, a pesar de que los nobles le animaban a pasar a sus habitantes por las armas y el fuego».
Para llevar a cabo todas estas empresas guerreras, las Cortes Aragonesas aprobaban los empréstitos necesarios. Algunos arzobispos, como el de Tarragona, además de bendiciones y dinero, aportaban sus propias tropas.
«Los arzobispos, los obispos y el Papa disponían de ejércitos y colaboraban en la lucha. Resulta fácil de entender que, si conquistaban territorios a los moros, eso significaba nuevas posesiones de tierras, la construcción de iglesias, conventos y catedrales y sumar nuevos súbditos y vasallos, lo que se traducía en mayor cantidad de dinero y riquezas.La economía ha movido siempre el mundo y los religiosos bendecían las cruzadas. En una mano, la cruz de Cristo; en la otra, la espada».
La conquista de València
Cuando llegó el momento de plantearse la ocupación de València, el rey Jaime I se encontró con que la nobleza aragonesa no estaba demasiado animada a participar en la empresa.
«Durante la conquista de Mallorca, el monarca solo estuvo acompañado por catalanes. Los aragoneses, más vinculados a la tierra que al mar, no se atrevieron. Sin embargo, los catalanes, vecinos del Mediterráneo y dotados de un espíritu más comercial y viajero, sí apostaron por la invasión de esos territorios marítimos. Por eso, luegolas islas fueron repobladas con catalanes y allí se habla esta lengua. Cuando le llegó la hora a València, los nobles aragoneses se dieron cuenta de su error y, aunque al principio se mostraron reticentes a participar en la conquista, porque temían que el poder real se incrementase en detrimento de sus propios beneficios, finalmente optaron por apoyar al monarca, aunque poniéndole muchas trabas».
Uno de los momentos trascendentales de la conquista del Reino de València fue la ocupación de Xàtiva, una ciudad que Juan Ramón Barat ya visitó literariamente en su novela ‘1707’.
«La Xàtiva de 1707 era una ciudad completamente desarrollada, con mucha industria de seda y papel, mientras que la medieval bien podría pertenecer a Túnez o Marruecos. Era una urbe islamizada que disponía de una huerta preciosa. Si hablamos de acequias, la ciudad setabense podría ser considerada como un modelo perfecto de este sistema de regadío musulmán».
Violant de Hungría
Violant de Hungría era la segunda esposa de Jaime I, casado en primeras nupcias con Leonor de Castilla. La princesa húngara fue una mujer muy dinámica, que participó activamente en momentos trascendentales para el futuro de la Corona de Aragón.
«Violant era una mujer política, muy inteligente. Pronto se dio cuenta del papel que podía desempeñar en la vida del rey. Detectó con habilidad que Jaime I tenía muchos enemigos en su propio entorno y supo manejarse con diplomacia en los entresijos del poder. Era más tranquila que su esposo y estuvo presente en muchas negociaciones, como las de la conquista de València. Fue una reina en la sombra y, además, veló porque el interés de sus hijos quedase reflejado en el testamento real, algo que le ocasionó muchos problemas a Jaime I frente a la nobleza aragonesa».
El segundo volumen
‘La extraordinaria historia de Jaime I el Conquistador’ termina con la muerte de la reina Violant y con el surgimiento de un caudillo musulmán, Al Azraq, un auténtico azote para la cristiandad, que puso en jaque a los territorios conquistados por el monarca aragonés. La continuación de la historia está servida.
«Lo que vendrá después se contará en el segundo volumen, que se publicará antes de la próxima Navidad. En él, asistiremos al matrimonio del rey con Teresa Gil de Vidaure, la lucha contra Al Azraq y la conquista del Reino de Murcia. También aparecerá la figura del rey castellano Alfonso X el Sabio, que contraerá nupcias con una de las hijas de Jaime I y Violant. Por último, descubriremos las luchas intestinas de los hijos del monarca aragonés por el testamento de su padre».
|