Las infecciones de transmisión sexual (ITS) son la segunda causa de enfermedad infecciosa en Europa, por detrás de las infecciones respiratorias. Así lo indicaba la Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias (SEMES), a inicios de este mismo año. Con esto, se pone en relieve el problema de salud pública que supone el incremento de casos de ITS en España, tanto por su magnitud como por sus complicaciones y secuelas si no se realiza un diagnóstico y tratamiento precoz.
La salud sexual incluye, no solo la prevención y tratamiento de las enfermedades de transmisión sexual (ETS), que aparecen tras las infecciones de transmisión sexual (ITS); también alude a aspectos como el bienestar físico y psicológico con nuestra sexualidad y aparato genital, así como la salud reproductiva.
No obstante, el foco sigue recayendo en las ETS. Y es que, a pesar de tener a nuestra disposición más información que nunca y métodos de prevención efectivos a nuestro alcance, la incidencia de las infecciones y enfermedades de transmisión sexual (es decir, aquellas causadas por microorganismos y que se transmiten de persona a persona durante las relaciones sexuales), lejos de reducirse, sigue en aumento.
Ante esta situación, no se trata de culpabilizar, ni estigmatizar (conductas que, por desgracia, siempre han ido muy vinculadas a las ETS), pero sí de poner información al alcance de todos para poder cuidar activamente de nuestra salud sexual, y también de la afectiva.
Según datos de PromoFarma, entre finales de julio y principios de agosto de este 2023, las ventas de la categoría “salud sexual” han incrementado un 16%, lo que manifiesta un interés por la población vinculado a la prevención y al cuidado de la salud sexual. Bajo este contexto, Mar Santamaria Sala, Responsable de Atención Farmacéutica de PromoFarma, explica todo lo que debes saber para cuidar de tu salud sexual, sin dejar de lado la salud afectiva.
Principales factores etológicos y manifestación de las ETS
Los principales factores etológicos que causan estas infecciones pueden ser tanto bacterias -causantes de enfermedades nada banales, como la sífilis, la gonorrea y la clamidia- como virus -vinculados al VIH, herpes virus, HPH, hepatitis B-r hongos u otros parásitos.
Es importante saber que, en una primera etapa, algunas infecciones de transmisión sexual pueden pasar desapercibidas y no producir síntomas. De esta manera, existe un riesgo muy alto de transmitirlas a otras parejas sexuales sin ser conscientes de ello.
En otras ocasiones, los síntomas pueden ser evidentes desde el primer momento. En el área anal o genital, tanto masculina como femenina, puede aparecer una herida o ulceración, aunque sea pequeña (un signo que nos debe alterar enseguida). Este primer signo (más o menos visible a simple vista) se puede acompañar de inflamación, molestias en la zona, picores o secreciones no habituales. También pueden aparecer el malestar general o la fiebre. En cualquiera de estas situaciones, es muy necesario consultar con un profesional de la salud lo antes posible.
Cuanto más temprano sea el diagnóstico y la instauración de un tratamiento, mucho mejor. En este sentido, también será necesario informar a las parejas sexuales para que puedan realizarse una revisión médica y tomar las medidas necesarias.
¿Por qué ponemos siempre el foco en la prevención?
La prevención es la herramienta más eficaz de todas. Más vale prevenir que curar, siempre. La información, siempre que sea veraz, es poder. El poder de mantener a raya las infecciones de transmisión por vía sexual, que pueden llegar a ser muy molestas y condicionantes; y, en algunos casos, realmente graves.
Si tenemos que quedarnos con una, ¿cuál es la medida de prevención que no hay que olvidar nunca? “Póntelo, pónselo”. Quizás, a las generaciones más jóvenes no les suene esta frase, pero así, tampoco se les olvidará: “ponte el preservativo o pónselo”. Es nuestra responsabilidad y la de nuestros compañeros sexuales: cuidarnos. El uso del preservativo en las relaciones con penetración vaginal o anal debería ser siempre “sí o sí”. Y, para el sexo oral, la misma precaución. Una barrera bucal a tiempo puede evitar un gran disgusto, un molesto herpes genital, sin ir más lejos. A quien “le corte el rollo” seguir esta simple precaución… que vuelva a releer el listado de agentes infecciosos.
Si tienes una pareja estable y no mantienes relaciones sexuales con otras personas, con asesoramiento de un profesional de la salud, se puede optar por métodos anticonceptivos (en el caso de parejas heterosexuales) que no incluyan la “barrera física”. Pero, fuera de esta estabilidad, no vale la pena jugársela.
Los cribados y la medicación de profilaxis también son muy útiles, especialmente en personas que adopten conductas sexuales de mayor riesgo. Infórmate bien en un centro especializado o con tu profesional sanitario de referencia. No te saltes tu revisión periódica, ya sea con tu médico de cabecera, ginecológica, urológica o con otro especialista médico.
No olvides que la salud sexual también es vivir tu sexualidad desde el bienestar psicológico, la responsabilidad y el respeto mutuo. Sin coacciones y, por supuesto, sin violencia de ningún tipo. Parece obvio, ¿verdad? Tristemente, queda una labor de concienciación enorme en este sentido, que hay que seguir realizando los 365 días del año.
Y, no lo olvides: ¡El sexo seguro es un importante factor en el cuidado de la salud!
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