No busquen más. Sergio Llull es el amo. No gasten tiempo en encontrar a nadie mejor. El 23 del Real Madrid hace lo que desea cómo y cuándo quiere. No importa el nombre del adversario de turno ni la competición que toque ni siquiera en si se trata de una cita amistosa o de valor deportivo. Llull siempre busca el imposible. Si su actuación magistral ante una franquicia NBA aún se recuerda en el Palacio, su puesta en escena en el regreso de la Euroliga, ante todo un Olympiacos, fue majestuosa: a sus cualidades habituales (intensidad, dirección, bravura, calidad…) se sumaron sus 15 puntos en poco más de 9 minutos en juego; su 16 de valoración y su defensa sobre Spanoulis (sólo sumó 6 puntos). Se marcó a descansar dejando al Real Madrid con un 24-17. Y con otra conclusión cada vez más evidente: es el jugador más determinante de Europa. Acabó, al final, con 22 puntos y otro golpe maestro. Es el amo.
Otra conclusión, mientras se decantaba el encuentro en una u otra dirección, está en el acertado nuevo formato de Euroliga (en parte se trata de una vuelta a los orígenes). El todos contra todos corre a favor del espectáculo, del aficionado y, lógicamente, en contra de los físicos de los jugadores. No ganará el más talentoso quizá, sino al que también le acompañe un excelso físico. Motivo suficiente a considerar el equipo trazado por el Real Madrid. El abanico de recursos es infinito. Y con Llull en modo reposo se alcanzaron las máximas rentas antes del descanso: 31-23. Y otra conclusión: el diamante de Doncic es aún más brillante. De incalculable valor. Si no toma ninguna carretera equivocada, estamos ante otro jugador dimensional. A su edad, recuerden que aún es un menor de edad, hace diabluras con el balón. No tiene vergüenza deportiva alguna. Y claro, ovación va y ovación viene. Como cuando sentenció el partido con un triple (78-65). Y mucho antes, otra gran ovación cuando Randolph destrozó el aro con un mate de afuera a adentro.
Al descanso, sin embargo, nada estaba decidido (42-40). Es lo bueno de esta Euroliga para el espectador. Todos los encuentros van a ser disputados como si fueran el último. Y más cuando en pista se mueve el competitivo Olympiacos. Nunca se desengancharon del ritmo del Real Madrid. Haciendo la goma acabaron mostrando sus credenciales. Y eso que Printezis estaba con un tono grisáceo. Bloque sólido, todo sea dicho. Nadie destacó por encima del resto. Y hasta juegan mejor sin Spanoulis en pista. Su alma atrae todo el balón. Se diría que, en ocasiones, hasta en demasía. Y cuando no monopoliza tanto el balón, hasta son capaces de culminar remontadas: 49-51 superado con creces el ecuador de un tercer cuarto más táctico que talentoso. Más intenso que vibrante Y eso encorajina a Llull y Rudy, ambos de sangre caliente. Y otra vez, el Madrid al mando: 58-51. Y claro, un parcial de 13 a 2 en un santiamén. Así se las gasta el Madrid.
Olympiacos, nervios sin líder inspirado
En consecuencia, al cuarto de desenlace se llegó con el mejor margen madridista: 62-53. Nueve puntos de renta hacia anotarse el triunfo en el regreso a la Euroliga. ¿Sería suficiente? Enfrente estaba el Olympiacos, clásico de las finales y remontadas. Y si no echen memoria a la protagonizada hace dos temporadas ante CSKA en este mismo escenario. Esto es lo que tiene la renovada Euroliga. Nada se decide hasta el final. Lo que sucede es que este Real Madrid es más Real Madrid que nunca. Ni siquiera asustó el despertar de Lojeski (de 5 puntos, en 30 minutos, pasó a 14) El Real Madrid ya había olido la sangre. Carroll, desde el perímetro puso su sello y Randolph, desde la zona. Y la defensa, con Hunter (versión, en principio, mejorada de Slaughter) al mando de las operaciones, hizo el resto (75-63). Y Olympiacos perdió su gen competitivo. No templó nervios y no encontró recursos a la sequía de Spanoulis (ningún punto en cuarto final). Se destapó el problema de un grupo con problemas para encarar los momentos decisivos sin su líder. El cuadro de Laso se apuntó un estreno victorioso en otra demostración tangible e intangible de que Llull es el amo. Y Doncic, su mejor aprendiz.
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