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Opinión
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Profesores, unos artistas

Aprobado general y todos a la manifa, luego de cañas que no hay que estudiar
Mercedes Zaragüeta Casanova
miércoles, 29 de febrero de 2012, 08:41 h (CET)
Circulan en la Universidad de Valencia correos electrónicos ciertamente preocupantes. Son enviados a todos los estudiantes denunciando las “actuaciones policiales desproporcionadas” que criminalizan a los colectivos (estudiantes) que más afectados se ven por los recortes presupuestarios en educación.

Falso. Falso porque no se ha producido ningún recorte, porque la Comunidad Valenciana es la segunda autonomía española con mayor inversión educativa, porque destina el 30 por ciento de su presupuesto, mientras la media española es del 21 por ciento. Porque se han mantenido íntegros para el ejercicio del 2012 los importes de las ayudas, subvenciones y la aportación para el funcionamiento de centros. Sin embargo, sí ha habido ajustes en los salarios de los docentes. Probablemente de ahí el lío. Eso lo explica todo, aunque sean temporales y no como las bajadas de sueldos permanentes que han sufrido el resto de españoles. Explica que el profesorado esté indignado y explica que envíen emails y utilicen a los adolescentes en su beneficio. Explica que padres de estudiantes hayan alertado de que algunos profesores prometen aprobados a sus alumnos a cambio de que tomen las calles.

¡Aprobado general y todos a la calle! Los chavales encantados. De clase a la manifa y de la manifa de cañas, ¡que no hay que estudiar! Salen a la calle y apoyan a los profesores en su lucha contra los recortes. Unos recortes que no afectan a la calefacción ni al bienestar de los niños, sino a los salarios del profesorado. Reducción que, por cierto, tampoco afecta a un tercio de la plantilla docente y supone una media de 150 euros menos al mes.

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Hay noticias que rayan el insulto y el desprecio hacia quienes se dirigen. Que son asumidas como una verdad irrefutable y que en ese globo sonda enviado no tiene la menor respuesta indignada de quienes las reciben. El problema, por tanto, no es la noticia en sí, sino la palpable realidad de que han convertido al ciudadano en un tipo pusilánime. En un mendigo de migajas a quien los grandes poderes han decidido convertirle, toda su vida, en un esclavo del trabajo.

La sociedad española respira hoy un aire denso, cargado de indignación y desencanto. La sucesión de escándalos de corrupción que salpican al partido en el Gobierno, el PSOE, y a su propia estructura ejecutiva, investigados por la Guardia Civil, no son solo casos aislados como nos dicen los voceros autorizados. Son síntomas de una patología profunda que corroe la confianza ciudadana.

Frente a las amenazas del poder, siempre funcionaron los contrapesos. Hacen posible la libertad individual, que es la única real, aunque veces no seamos conscientes de la misma, pues se trata de una condición, como la salud, que solo se valora cuando se pierde. Los tiranos, o aspirantes a serlo, persiguen siempre el objetivo de concentrar todos los poderes. Para evitar que lo logren, están los contrapesos.

 
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