En Lógica clásica, el Principio del Tercio Excluso es aquel principio que indica que no cabe una alternativa entre una afirmación y su contraria. O llueve o no llueve. Lloverá más o menos, pero o llueve o no llueve: no hay una tercera opción. De ahí que el principio se denomine así: de “tercio excluso” o “tercero excluido”.
Concepto matemático de propiedad huidiza
Por muy obvio que parezca a primera vista, este principio no es aplicable indiscriminadamente en cualquier contexto. Ya los propios matemáticos se dieron cuenta de esto. En 1907, J. Brower, en su tesis doctoral, propuso a este respecto la figura de la “propiedad huidiza”, para mostrar contextos donde no funciona el Principio del Tercio Excluso, es decir, donde las cosas pueden no ser ni blancas ni negras ni grises. De ningún color.
Así, en relación con los números naturales, una propiedad huidiza es aquello que cumple las siguientes condiciones:
1. Para cada número natural, tomado individualmente, es posible decidir si verifica o no esa propiedad.
2. Sin embrago, no se conoce ningún método para calcular un número natural que posea esa propiedad. O, lo que es equivalente, no es posible decidir con antelación si un número natural cumplirá, o no, con esa propiedad.
3. No se sabe, en realidad, si la afirmación de que al menos un número natural cumple esa propiedad es absurda. Es decir, no se puede demostrar que la propiedad huidiza sea inherente a una clase determinada de números naturales.
Por supuesto, el carácter huidizo de una propiedad puede variar con el tiempo, dado que podría hallarse un método de cálculo, o bien podría hallarse la demostración de lo contradictorio de dicha propiedad.
Concepto humano de propiedad huidiza
Existen muchos ejemplos matemáticos, como podría ser el cas concreto de la negación de la Conjetura de Golbach (“existen números naturales pares, mayores que 4, que no son la suma de dos números primos”), pero no nos importan aquí. Nos importa, más bien, considerar en que pudiera consistir una propiedad huidiza en nuestra vida cotidiana y en nuestro entorno político. Por lo que llevamos dicho, una propiedad huidiza, aplicable a las personas, o a un grupo determinado de ellas, consistiría en una característica que cumpliera las siguientes condiciones:
1. Para cada persona de ese grupo, tomada individualmente, existe la posibilidad de comprobar si esa característica se verifica o no.
2. No hay forma de prever, por ningún otro medio ni por el conocimiento de un rasgo parcial, si una persona del grupo, elegida al azar, cumple o no con la propiedad.
3. No podemos demostrar, siquiera, que nuestra afirmación, nuestra atribución de la propiedad huidiza a una persona por el simple hecho de pertenecer a un grupo, no sea totalmente absurda.
Este caso de aplicación de la idea de propiedad huidiza a los grupos humanos permite multiplicar los ejemplos tanto como queramos. De hecho, hace ya unos años que la política española se ha configura en torno a esas propiedades huidizas.
La propiedad huidiza en la política española
¿Les suenan las siguientes?: “Todos los políticos son unos ladrones”; “Todos los políticos de derechas defienden los intereses de los ricos”; “Los políticos de izquierda defienden los intereses de los trabajadores”; “Todos los sindicalistas son unos aprovechados”. Todas ellas, propiedades huidizas.
En fin, la propiedad huidiza más recurrente en nuestro entorno, hasta el punto de haber sido compartida por izquierdas y derechas, reside en aquella de que “todos los funcionarios son unos vagos”. Tan arraigada está en nuestra cultura que, aunque nos ponemos hechos una furia si nos rebajan la indemnización por despido de nuestro futuro trabajo, aplaudimos a rabiar cuando se congela o, incluso, se reduce el sueldo de los funcionarios. Total, no se merecen el salario que ganan, a cuenta de nuestros impuestos.
La propiedad huidiza de los funcionarios
Ciertamente, la vagancia de los funcionarios cumple perfectamente las condiciones de una propiedad huidiza:
1. Tomado individualmente, podemos comprobar, en efecto, si un funcionario determinado es, o no, un vago.
2. Pero…, no hay forma de prever, por ningún medio si este o aquel funcionario determinados, elegidos al azar, son unos vagos, o no.
3. No tenemos en realidad, ninguna base para deducir la propiedad de vago de la condición de funcionario (salvo, quizá, la idea de lo que cada uno de nosotros haríamos en su lugar).
A causa de mi profesión, he compartido, en mucho caso, tareas y proyectos con funcionarios, durante años. Y, como pueden imaginar, he encontrado de todo: personas realmente profesionales, preocupadas de prestar un buen servicio al ciudadano y también, efectivamente, personas preocupadas sólo por hacer llegar su fija al marcador.
Elogio del funcionario
Por lo demás, si se me permite seguir exponiendo algo de mi experiencia en el entorno de las Tecnologías de la Información, son los funcionarios los que llevan el peso de los grandes proyectos actuales de informatización de los servicios públicos en todos los niveles: estatal, autonómico y local. Y, en muchas ocasiones, son los funcionarios los que diseñan los proyectos, los que bajan a tierra las leyes que los políticos se limitan, muchas veces, a promulgar y que inmediatamente olvidan.
Son muchos los que, aun cargando con la fama que les proporciona la propiedad huidiza de su condición de funcionarios, van más allá de sus estrictas obligaciones y proponen e implementan formas para mejorar su trabajo. Todos los avances en eficiencia de la Administración Pública de los últimos años en España han partido desde dentro. Desde dentro de los ministerios, de las consejerías, de las diputaciones y de los ayuntamientos. Desde un gran grupo (sí, de funcionarios) comprometidos con su labor de servicio y conscientes de su misión.
No conviene olvidar que funcionarios son los médicos que nos atienden (muchos de ellos ), funcionarios son la mayoría de los maestros y profesores que tratan, a pesar de todo, de educar a nuestros hijos (y a quienes nunca agradeceremos lo suficiente que, a pesar de todo, no hayan abandonado aún su profesión) y funcionario es, también, sí, el que nos atiende con malos modos en la ventanilla, y, al mismo tiempo, dedica más horas a un proyecto informático para que podamos realizar los trámites y las consultas por internet.
La propiedad huidiza, comodín político
En fin, con toda seguridad, cada uno de ustedes conoce ejemplos concretos de los dos lados: funcionarios que cumplen con su propiedad huidiza y funcionario que la desmienten. Lo que no es correcto, a mi modo de ver, es utilizar a este grupo como comodín político. Si se quieren reducir los gastos del Estado, existen muchas más opciones que la reducción o congelación del sueldo de los funcionarios: incluso existe la opción de reducir su número.
Pero resulta ridículo, y es lo que promueven nuestros gobernantes, apoyar o justificar las decisiones políticas en las propiedades huidizas. Si el objetivo consiste en reducir el peso relativo del Estado (uno de los mayores problemas de España en la actualidad), hágase y punto, elimínense administraciones duplicadas, redúzcase su estructura orgánica al mínimo razonable y racionalícense sus funciones.
La calidad huidiza de la política española
Pues así como resulta ridículo basar el diseño del mercado laboral en nuestras opiniones huidizas sobre la catadura moral de los sindicalistas; así como sería una estupidez emitir nuestro voto en función de los que unos políticos nos dicen de los otros; así como sería idiota diseñar la estructura territorial del Estado en función de los nacionalismos; así como sería de pusilánimes organizar el sistema educativo en función de las horas lectivas de los profesores y no las horas lectivas de los profesores en función del sistema educativo; así también, resulta malvado, cobarde e inmoral agarrarse al expediente del sueldo de los funcionarios cuando un gobernante se ve en la necesidad de ahorrar un dinero que él mismo, o sus antecesores, han despilfarrado antes, o, simplemente, cuando no se tiene ideas que ofrecer sobre la estructura del Estado.
Esta es la calidad huidiza de la política española. Y la nuestra.
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