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Luis Méndez Viñolas
Luis Méndez Viñolas
El Parque Tivoli de Benalmádena lleva casi tres años cerrado sin que los derechos de los trabajadores se vean satisfechos

El Parque Tivoli de Benalmádena lleva casi tres años cerrado sin que los derechos de los trabajadores (las indemnizaciones correspondientes) y los de Hacienda y de la Seguridad Social (deuda millonaria) se vean satisfechos. El deudor es el grupo inmobiliario Tremon, actual propietario del parque.

Sería lamentable que la España de hoy no supiera seguir su histórica política de neutralidad bélica

La cosa de la guerra es asunto que desde el primer momento deben controlar y decidir los ciudadanos. Por evidentes, ni falta hace enumerar las razones. Los políticos no pueden especular sobre ella gratuitamente; menos tomar decisiones sin previa y amplia consulta a esos ciudadanos, y sin previo y amplio debate en cada uno de los parlamentos nacionales.

La corrupción de los poderosos resulta más reprochable que cualquier otra, en cuanto sus actores no están agobiados por la necesidad. Sin embargo, la pequeña corrupción posiblemente ofenda más

Se repite que el poder corrompe. Es una frase manida que en cierto sentido limita su crítica a una de las partes, al corruptor, ocultando la existencia del corrompido. En la ola de corrupción habida en España se ha visto la palma de la mano del político corrompido, pero no los dedos corruptores que la alimentaban. Misterio.

Los países más belicistas suelen echar la culpa a los demás. Es coherente con el dicho de que la verdad es la primera víctima de la guerra

La paz no es simplemente la ausencia de guerra. Interpretarlo así es un error en el que caen muchos pacifistas. Dado que la guerra es un instrumento de la política, oponerse a la guerra es tener que oponerse a una determinada política. No hay paces en el vacío, ni un piloto automático que las dirija. Al decir política nos referimos a la real, no a frases altisonantes que ocultan la verdad.

El próximo 6 de diciembre se celebra el día de la Constitución. El real decreto que en 1983 instituye dicha fiesta persigue  “solemnizar adecuadamente su aniversario”. ¿Algo que objetar? Nada, salvo apuntar que las conmemoraciones tienen una raíz histórica, y que “historia” etimológicamente significa investigación. Cuando festejamos estas cosas ¿hay una finalidad más allá de las pompas? Maquiavelo decía que “todo aquel que desea saber qué ocurrirá debe examinar qué ha ocurrido”.

Hace poco, algunos medios recogían unas palabras de Netanyahu, primer ministro de Israel. La mayoría destacaba la siguiente frase: "La Biblia dice que 'hay un tiempo para la paz y un tiempo para la guerra'. Este es un momento de guerra". Otros daban un paso más y completaban la intervención: "Debéis recordar lo que Amalek os ha hecho, dice nuestra Santa Biblia. Nosotros lo recordamos y estamos luchando".

Dicen que el español piensa bien, pero tarde. Estas líneas no tratan sobre este asunto, pero algo tienen que ver. Al sentido de justicia le ocurre como al derecho, hay que aplicarlo con carácter general. Puede haber una sentencia justa en un sistema judicial injusto.

El concepto de un mundo basado en reglas en realidad es una simulación destinada a crear precisamente todo lo contrario, es decir, un mundo sin reglas ajenas que lo limiten. Todo poder hegemónico llega a un punto en el cual pierde el sentido de la proporción, y la soberbia deriva en despropósito.

Hemos vivido décadas flotando sobre una política aparentemente estática. Flotando en el sentido de que no tocábamos el suelo de la realidad (deuda mundial que se multiplica por horas, guerras). La brújula del pensamiento sólo marcaba dos direcciones, izquierda y derecha, sin atender a otras coordenadas.

Los discursos realizados en esta investidura seguramente han confundido a muchos españoles: todos resultaban convincentes hasta que el replicante de turno destruía tal impresión. Quizás operaba la sensación de que las palabras presentes no se correspondían con las gestiones pasadas. Otra cosa que sorprende es que se plantee un referéndum separatista y las cosas no se muevan un ápice. 

Deberíamos releer a los clásicos. A Larra, por ejemplo, considerado por muchos lingüistas como el mejor prosista español del siglo XIX. Partes de sus artículos parecen reprimendas desde ultratumba. Son esclarecedores por el contraste que ofrecen entre el pasado y el presente, o mejor dicho, por el poco contraste (es decir, que relativamente no son tan largos los pasos del progreso: a veces dos pasos adelante, uno atrás; otras, dos atrás, uno adelante).

Se afirma que la geopolítica es amoral, e incluso inmoral. Se presenta esta característica como un fatalismo por el cual es imposible que intervengan en ella elementos como la conciencia o la ética. Pero siendo esto cierto, no es una regla de acero. Cualquier definición extrema es siempre inexacta.

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