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Domingo Martínez Madrid, Burgos

​Falta de paternidad

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La campaña comercial nos recuerda el día que celebramos, pero la paternidad no se trata de un oportunismo que sale a relucir año tras año. Tampoco cabe plantearse como una reivindicación, aunque, en estos tiempos de polarización, muchos varones ninguneados se sienten arrastrados a ello. Por otro lado, siendo que la figura del padre es maravillosa y da para escribir ensayos en varios tomos, se puede pensar también en la paternidad en un sentido más amplio: como una realidad personal y existencial; como una palabra perenne y dramáticamente urgente.


La paternidad es perenne porque siempre va a existir, dado que no es posible crecer ni subsistir sin este vínculo (tan antiguo como la historia del hombre) se tenga padre biológico o no. Esto se ve claro en la onomástica del 19 de marzo. San José no engendra a Jesús, pero es su hijo, se responsabiliza de él; es decir, responde a la vida recibida para responder, a su vez, a la vida que le va a transmitir. Esto es una verdad permanente porque en la vida es necesario que otro se haya ocupado de uno mismo y, a su vez, siempre habrá que sostener, llevar sobre sí, la vida de alguien. Es decir, vivimos porque alguien se ha hecho cargo de nosotros y otros vivirán si se hace lo propio. Así pues, no existe una vida humana plena sin esta relación fundamental.


También es una palabra urgente por la emergencia educativa en la que nos encontramos, que, en tantos casos, se concreta en una orfandad no de padre, sino de paternidad, que no es lo mismo. Así, seguramente habrán escuchado afirmar que estamos en una generación de hijos huérfanos de padres vivos, es decir, en una sociedad donde los niños y jóvenes tienen a sus padres, pero adolecen de una atención educativa, afectiva, de una vigilancia al bien que necesitan.

​Falta de paternidad

Domingo Martínez Madrid, Burgos
Lectores
sábado, 27 de abril de 2024, 10:41 h (CET)

La campaña comercial nos recuerda el día que celebramos, pero la paternidad no se trata de un oportunismo que sale a relucir año tras año. Tampoco cabe plantearse como una reivindicación, aunque, en estos tiempos de polarización, muchos varones ninguneados se sienten arrastrados a ello. Por otro lado, siendo que la figura del padre es maravillosa y da para escribir ensayos en varios tomos, se puede pensar también en la paternidad en un sentido más amplio: como una realidad personal y existencial; como una palabra perenne y dramáticamente urgente.


La paternidad es perenne porque siempre va a existir, dado que no es posible crecer ni subsistir sin este vínculo (tan antiguo como la historia del hombre) se tenga padre biológico o no. Esto se ve claro en la onomástica del 19 de marzo. San José no engendra a Jesús, pero es su hijo, se responsabiliza de él; es decir, responde a la vida recibida para responder, a su vez, a la vida que le va a transmitir. Esto es una verdad permanente porque en la vida es necesario que otro se haya ocupado de uno mismo y, a su vez, siempre habrá que sostener, llevar sobre sí, la vida de alguien. Es decir, vivimos porque alguien se ha hecho cargo de nosotros y otros vivirán si se hace lo propio. Así pues, no existe una vida humana plena sin esta relación fundamental.


También es una palabra urgente por la emergencia educativa en la que nos encontramos, que, en tantos casos, se concreta en una orfandad no de padre, sino de paternidad, que no es lo mismo. Así, seguramente habrán escuchado afirmar que estamos en una generación de hijos huérfanos de padres vivos, es decir, en una sociedad donde los niños y jóvenes tienen a sus padres, pero adolecen de una atención educativa, afectiva, de una vigilancia al bien que necesitan.

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