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Ángel Manuel Ballesteros
Ángel Manuel Ballesteros ha cumplido todas las categorías de la carrera diplomática, desde secretario de embajada a embajador, pasando por consejero, cónsul general y ministro plenipotenciario. También ha sido vicepresidente del Consejo Superior de Asuntos Exteriores, primer director de Cooperación con África, Asia y Oceanía. Vocal asesor para Asia Continental y consejero cultural en Egipto. Conferenciante y escritor, ha publicado numerosos libros, entre los que destacan: Estudio diplomático sobre Ceuta y Melilla o Los contenciosos de la política exterior de España, este último traducido también al inglés y ambos editados por el Instituto de Estudios Ceutíes. |
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Cuando me invitan a conferenciar sobre el Estrecho y puntos aledaños, “por mi reconocida competencia en esa y en otras zonas calientes”, se me aloja en Algeciras, más de una vez en el Reina Cristina, siempre señorial e histórico, marco de la Conferencia de 1906 como atestiguan las fotos en sus salones con la firma del acta entre once plenipotenciarios europeos, más Estados Unidos, Rusia y Turquía y el embajador marroquí en Madrid, El Mokri.
Una de las consecuencias centrales de la nueva relación hispano/marroquí es el anuncio de la celebración antes de fin año de la XII RAN, prevista inicialmente para diciembre del 2020. La anterior Reunión de Alto Nivel tuvo lugar en junio del 2015, con el gobierno del PP, y en cuanto elemento clarificador y potencialmente destrabador, resulta fundamental.
Mi competencia en nuestros contenciosos diplomáticos está reconocida dentro y fuera de España tras una dedicación de larga data, que arranca desde que fui el primer y único diplomático que se ocupó de los 335 españoles (339, para las estadísticas ya que localicé a otros cuatro tras confeccionar el censo) que quedaron en el Sáhara, algo después de nuestra salida.
Hace tiempo que he acuñado la máxima diplomática, al parecer némine discrepante, de que hasta que España no resuelva o al menos encauce debidamente su en verdad harto complicado expediente de política exterior en litigios territoriales, no ocupará el puesto que corresponde en el concierto de las naciones.
“Caminemos juntos y establezcamos ya un relación para el siglo XXI sobre pilares más justos y sólidos”, termina de proclamar Felipe VI en su alocución anual al cuerpo diplomático, al tiempo de enfatizar, junto al “ya”, la asimismo apremiante necesidad de contribuir a la consolidación de un espacio común euromediterráneo, en el norte de África, de paz y prosperidad.
Hasta que España no resuelva o al menos encauce adecuadamente su en verdad harto complicado expediente de litigios territoriales, no volverá a ocupar en el concierto de las naciones el lugar que corresponde a la que fue primera potencia a escala planetaria y cofundadora del derecho internacional al más noble de los títulos, la introducción del humanismo en el derecho de gentes.
El desafortunado episodio del No Summit Sánchez/Biden, que abochornaría en su inocultable comicidad no ya a la triada de maestros Metternich, Talleyrand, y Castlereagh -siguiendo a Rojas Pazlos menciono con frecuencia como modelos, por lo que se ve sin mucho éxito por estas latitudes- sino hasta el más probo y si se quiere semiprobo funcionario, amén de certificar de nuevo la discreta relevancia, la a veces levedad (Araceli Mangas escribe que “los fracasos exteriores de España son múltiples”) y todo lo que se quiera de la sufrida diplomacia hispánica.
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