Lejanos ya aquellos días de noviembre de 1975, cuando el tardofranquismo agonizaba, y con él, su pasado de miseria y tinieblas
El régimen, en sus estertores, fue capaz de emponzoñar a España. Se dictaban las últimas penas de muerte y dejaba para la vergüenza de generaciones posteriores el abandono del Sáhara occidental a su suerte, o mejor dicho, a la mala suerte, entre mareas verdes. Las presiones franco-estadounidenses, una Argelia hostil, una Mauritania al acecho, el Frente Polisario, fosfatos y peces unidos a la manifiesta incapacidad de un sistema político en descomposición dejó el asunto africano atado y bien atado. A Marruecos. 36 años después, el asunto saharaui sigue enquistado.