No encontramos al borde del colapso. España y la UE se encuentran ante una encrucijada histórica. O se reforma por un lado nuestra ineficaz y carísima arquitectura política-institucional y se aplica a misma receta para las complicadas e ineficientes estructuras técnicas de la UE o no ya la eurozona, sino el proyecto europeo salta por los aires. Ya no valen ni parches ni sustos. Amén de disciplina fiscal, la Unión Europea precisa de disciplina política.
Nuestra casta política está finiquitada y con ella el sistema partitocrático que han hecho devenir nuestra joven democracia en un ejemplo de desvertebración territorial y socioeconómica inviable. Como en todos los sitios cuecen habas, hasta países que gozaban de buena reputación en la UE se tambalean ante unos dirigentes incapaces de coordinar una respuesta política a eso que se vienen llamando mercados y amenazan con terminar con las luces de Europa y arrastrar con ella cualquier atisbo de progreso global. Los viejos partidos, aquí herederos de Cánovas y Sagasta no tienen respuesta que no vaya más allá de intentar mantener sus privilegios a los que se une la paleoizquierda, como hemos visto recientemente en Madrid. Pero no podrán engañar ni burlar a la sociedad española por mucho tiempo. O salimos de localismos suicidas, de egoísmos nacionales sin altura de miras, mientras la prima de riesgo española obliga a la intervención del BCE o la catástrofe esta servida. Y de esta no se salva nadie. Ni siquiera aquellos estados europeos que se creen a salvo. Alguien debería parafrasearle a Frau Merkel el celebérrimo pasaje de su compatriota: "Primero vinieron a buscar a los helenos, y no dije nada porque no era griega. Luego vinieron por los lusos, y no dije nada porque yo no era portuguesa. Luego vinieron por los italianos y españoles y no dije nada porque yo no era ni italiana ni española.......luego vinieron por mí, pero entonces, ya no quedaba nadie que dijera nada".
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