Cuba sobrevive entre apagón y apagón. Los cortes de luz son recurrentes y el del pasado 18 de octubre fueron más que sonados. Los cubanos vivieron cuatro días y tres noches sin electricidad. Mientras Díaz-Canel se vanagloriaba del “admirable” trabajo que se había realizado para restablecer el suministro, diez millones de cubanos han vivido 4 días sin electricidad y sin agua. Esto significa, entre otras cosas, que los cubanos han tenido que ver cómo se pudrían sus alimentos en un país que sufre enormes restricciones alimentarias.
Dice el presidente Díaz-Canel que la culpa del apagón y de los fallos eléctricos que sufre la isla es del embargo. Si Estados Unidos quisiera, repite el gobierno, se acabarían los apagones. La cuestión no parece que dependa de las relaciones exteriores de Cuba sino de que el país cuenta con instalaciones obsoletas que no pueden hacer frente a la demanda ciudadana, a lo que se suma la escasez de combustible. Venezuela ha reducido los envíos, de la misma manera que lo han hecho México y Rusia.
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