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Incendio en los cielos del Chaco

En los idus de marzo del año 1935, una lluvia de fuego convirtió en nueva Pompeya a un poblado boliviano
Luis Agüero Wagner
martes, 12 de marzo de 2024, 10:23 h (CET)

Un 3 de marzo de 1935, de acuerdo a la libreta de vuelos, despegó en misión de reconocimiento el piloto paraguayo Hermes Gomez Lezcano, para sobrevolar territorio enemigo. No era un viaje de placer, los cielos de Bolivia eran surcados por los flamantes y letales Curtis Osprey, casi cien kilómetros por hora más veloces que las ya para entonces anticuadas aeronaves francesas con que contaba el Paraguay.


Se buscaba definir, en esa etapa final de la guerra, un objetivo para ser bombardeado que pudiera causar la mayor devastación moral y material posible.


Luego de los informes y deliberaciones, se decidió que el ataque aéreo paraguayo debía caer sobre Charagua, en la segunda quincena de marzo de 1935.


El 11 de marzo de 1935, finalmente se adelantaron los bombardeos sobre Charagua, planeados por la Fuerza Aérea paraguaya. Estas operaciones se llevaron a cabo con cuatro aeronaves francesas, Potez 25 y se extendieron por dos semanas. Su efecto fue devastador para toda una División boliviana.


Participó, además de Hermes Gomez Lezcano, Fernando Perez Veneri, quien al principio de la guerra había pertenecido a la Infantería y había egresado pocos meses antes. Pero no fue una proeza libre de contratiempos.


A mediados de abril de 1935, el Potez en que volaba acompañando a Román García y Rogelio Etcheverry, empezó a despedir llamaradas en pleno vuelo y a perder altura. García ordenó a sus acompañantes arrojarse usando sus paracaídas, pero Pérez Veneri seguía inmutable, al punto que presa de los nervios el piloto le increpó duramente preguntando qué esperaba para saltar. Pérez le respondió que había un solo paracaídas, y que estaba en poder de Etcheverry. Se dirigió entonces a éste último, quien también se negó alegando que no quería ser el único sobreviviente y que moriría con ellos.


Resignado, García volvió a concentrarse en su nave, y decidió interrumpir el contacto del motor y realizar un aterrizaje de emergencia.


Despidiendo una humareda y dibujando con ella una espiral en el cielo, los tres aviadores paraguayos fueron perdiendo altura hasta caer a tierra, pudiendo salir del fuselaje retorcido y ganar distancia a la carrera, antes que estallen los restos del avión.


Fernando Pérez Veneri, que fue a la guerra siendo un infante veinteañero, egresó como piloto en diciembre de 1934 y volvió de la guerra gravemente herido pero cargado de medallas. Integró la generación que al concluir la guerra del Chaco llevó a Rafael Franco a la presidencia, en febrero de 1936.


También Hermes Gómez estampó su firma entre la oficialidad revolucionaria de febrero de 1936. Además de compartir las ideas, también compartía la renguera con Franco, pero no por un accidente de equitación sino de Aviación.


Las hazañas de aquellos jóvenes paraguayos alados, que desafiaron con audacia a naves más modernas, veloces y aptas para la guerra, serían años más tarde reconocidas en la misma bibliografía aeronáutica francesa. LAW

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