Existen muchos datos registrados en la historia que se convierten en referencias apropiadas para la alimentación del orgullo nacional. La bizarría, honor, valentía y el pundonor de los pueblos encuentran sus fuentes precisamente en esos acontecimientos del pasado que se han venido transmitiendo por generaciones hasta hacer su repercusión en el momento que nos toca vivir. En la mayoría de los casos se cae en el error de no considerar que las malas costumbres de la actualidad son patrimonio exclusivo del momento que vivimos, y que son rechazadas o toleradas indistintamente, según la capacidad de aceptación que cada uno tenga. Temas de debate permanente, en el seno de la sociedad, son aquellos que se refieren a las manifestaciones individuales o colectivas de inmoralidad o amoralidad. Para todos es conocido que el delito acarrea sanciones establecidas en las leyes, pero no todas las conductas son susceptibles de la aplicación de una pena, porque muchas, aunque se aparten de lo generalmente aceptado, entran en el plano invulnerable de lo privado de cada persona: caso de las variadas orientaciones sexuales que, al parecer, se han puesto de moda y que, de conformidad con el concepto moderno del respeto a esa privacidad y el derecho individual, ahora tienen el amparo de las leyes... ¡Qué vergüenza! Si revisamos la historia, podemos encontrar datos que nos enorgullecen, que generan un sentimiento de comodidad para una gran parte de la sociedad.
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