Que la festividad de los Reyes Magos tiene un origen pagano es una realidad. Presuntamente, la noche del 5 al 6 de enero se conmemoraba en muchas regiones de Oriente Próximo y norte de África, fundamentalmente en la península arábiga y Egipto, la llamada Fiesta de la Luz.
En esta efemérides los griegos de Alejandría celebraban el renacer del Sol pero con un sentido exclusivamente pagano, rindiendo culto al dios Aion y recordando su alumbramiento, una deidad griega que personificaba la eternidad, el dios de la vida y no vida, del pasado y del futuro, de la vejez y la eterna juventud. Mientras que los antiguos egipcios conmemoraban el embarazo de Isis, una de sus diosas más populares, esposa de Osiris y madre de Horus.
Y desde el año 217 a. C. también los romanos celebraban durante esos días, del 17 al 23 de diciembre, las fiesta de los Saturnales, con un sacrificio en el templo de Saturno a pie de la colina del Capitolio, la zona más sagrada de Roma, un banquete público y el intercambio de presentes.
En la celebración se veneraba a Saturno, protector de la agricultura y garante de las cosechas y se festejaba el fin del periodo más oscuro del año y el nacimiento del llamado Sol Invictus el 25 de diciembre. También coincidía la conclusión de la siembra de invierno y la fiesta se extendía durante siete días con diversiones, grandes ágapes y regalos, incluso también se menciona la celebración de orgías. De igual manera en ese periodo se liberaba de obligaciones a los esclavos y las casas se decoraban con plantas y se iluminaban con velas para celebrar la venida de la luz.
Ambas tradiciones, la egipcia y griega y la romana, tenían idéntico denominador común, el advenimiento del Sol, coincidiendo los festejos con el solsticio de invierno el 25 de diciembre y alargándolos hasta el 6 de enero, con el resurgimiento del astro rey tras un oscuro invierno.
De lo pagano a lo religioso
Pero con el tiempo, las costumbres paganas fueron sustituidas por creencias religiosas. La Epifanía, la conmemoración de la adoración de los Reyes Magos a Jesús, se introdujo en el imperio bizantino en el siglo IV, adaptando los cristianos las fiestas paganas que solemnizaban el final de la época invernal. Y en los países de tradición católica se unió la celebración de la Epifanía, la venida de Jesús al mundo, y la festividad de los Reyes Magos, procedentes de Oriente, otorgándole un sentido religioso.
Unos magos, presumiblemente de origen babilónico o persa, que se presentaron en Jerusalén durante el reinado de Herodes preguntando por el rey de los judíos que acababa de nacer y que venían a rendirle pleitesía, adorarle y ofrecerle oro, incienso y mirra, tres materiales apreciados y utilizados por la comunidad judía.
De hecho tiempo después los persas, al invadir Jerusalén a principios del siglo VII, no cometieron ningún sacrilegio en la basílica de la Natividad en Belén al ver pinturas de los magos de Oriente vestidos con ropajes similares a los suyos y renunciaron atacar el templo.
El evangelio de San Mateo es la única fuente bíblica canónica que les menciona. En ninguna parte figuran ni sus nombres, ni que fueses reyes, ni el día que vinieron, ni tan siquiera que fuesen tres. Tanto es así que la iglesia ortodoxa siria y la apostólica armenia hablaban de doce como los apóstoles, aunque el Papa León I el Magno en el siglo V es quien fija en tres su número.
Leyendas entorno a los Magos de Oriente
La leyenda asegura que los Reyes Magos no pertenecían a ninguna dinastía real y el apelativo de mago hacía referencia a los ‘magusaioi’, apelativo que se daba a los astrónomos, astrólogos y matemáticos en Mesopotamia; lo que cabe suponer que el hecho de que se guiasen por una estrella hasta Belén fue a causa de estar instruidos en la astronomía o en la ciencia de la navegación por medio de las constelaciones estelares. Otra teoría sostiene que la procedencia del término es persa, ‘maguusha’, que se decía de aquellos que pertenecían a una cierta casta sacerdotal.
El origen de los nombres de Melchor, Gaspar y Baltasar se popularizó después del descubrimiento de un mosaico en la basílica de San Apolinar en la ciudad italiana de Ravena, donde se les menciona por primera vez, aunque se dice que también fueron citados en el evangelio armenio apócrifo del siglo VI. Y no será hasta el siglo XIV cuando a uno de los tres magos de Oriente se le empieza a representar de manera iconográfica con piel oscura. Posteriormente, se interpretó que cada uno de ellos representaba la raza de cada uno de los tres continentes del mundo conocido hasta ese momento: Europa, Asia y África.
Tras el descubrimiento de América hubo un intento de incorporar a un cuarto rey americano a la terna. De hecho, en representaciones pictóricas llegaron a pintar a Baltasar con los rasgos faciales y vestimentas de los pobladores del Nuevo Mundo.
En la catedral de Colonia (Alemania) se veneran a los supuestos restos de los Reyes Magos en una urna dorada colocada en el altar mayor. Estas reliquias fueron trasladadas allí en el año 1162 como parte del botín de guerra cuando Federico Barbarroja asoló Italia. A este emperador germano-romano se le ha considerado el principal difusor del mito de los ‘Magos de Oriente’.
La celebración de la festividad de los Reyes Magos
Es en los países que profesan mayoritariamente la religión católica donde ha arraigado la celebración de esta festividad, más concretamente en España y en la mayoría de países hispanohablantes.
En España la tradición de convertir la noche de Reyes en la fiesta por excelencia dedicada a los niños y niñas surgió en el último tercio del siglo XIX, celebrándose la primera cabalgata en la ciudad alicantina de Alcoy en el año 1866.
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