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No hay Semana Santa en Sevilla sin mantillas. Tan cierto como que el río sigue pasando por debajo del puente de Triana y de La Barqueta. Porque la mantilla no es solo un adorno ni un capricho del calendario. Es historia, es tradición, es identidad. Tres siglos -o más- lleva esta prenda cruzando calles y procesiones, desafiando modas y caprichos del tiempo.
Hoy he tenido una revelación impactante: soy parte de la historia. No, no porque haya hecho algo digno de aparecer en los libros, sino porque me ha alcanzado la historia; mi hija y yo estábamos estudiando la democracia en España y me ha resultado muy fácil explicárselo, conocía de primera mano todos los datos sobre Felipe González, Aznar, Zapatero, Rajoy y ETA.
Sor Juana de la Cruz, nacida como Juana Rodríguez de la Cruz en 1481 en una familia humilde en Cubas de la Sagra (Madrid), fue una religiosa y mística española que destacó por su vida de fervor religioso, sus dones espirituales y su gran influencia en la vida eclesiástica de su tiempo. Su biografía está marcada por una entrega radical a Dios y a la vida religiosa, además de una serie de eventos extraordinarios que contribuyeron a su fama de santidad.
El 23 de febrero de 2025 se celebró la solemne apertura de la Causa de Canonización de Cecilia María de la Santa Faz, la conocida "carmelita de la sonrisa", quien falleció en 2016 a los 42 años tras una dura lucha contra el cáncer de lengua. Nacida en San Martín de los Andes, Argentina, el 5 de Diciembre de 1973, Cecilia creció en una familia numerosa y en constante movimiento debido al trabajo de su padre: militar.
Dicen los viejos no tan viejos que hubo un tiempo en el que las actitudes de la gente eran coherentes con planteamientos ideológicos previos. Se seguían los mandatos político-sociales, fueran de derecha o izquierda, y eran un modelo que se aceptaba con sus normas y dogmas, pero también se arropaba bajo la seguridad de participar en un cierto orden común.
La historia se analiza e interpreta a través de la filosofía. De hecho, a lo largo de la historia del pensamiento, la filosofía de la historia se ha ocupado del significado de los procesos históricos. Considero que es realizable un conocimiento objetivo, a través del estudio de los hechos a lo largo de los siglos.
San Valentín, la persona que da nombre a la fiesta de los enamorados, fue, antes que nada, un mártir cristiano de los primeros siglos. Un hombre de fe en tiempos de persecución, cuando creer en Cristo podía costa la cabeza, literalmente. Pero su historia, como tantas otras, se ha envuelto en un torbellino de leyendas, mitos y, -cómo no-, toneladas de cursilería comercial y papeles de regalos.
Desde mi juventud, no he oído nada más que hablar de interpretaciones de la historia, pero no solo de los hechos o datos, sino de los mismos datos y de los mismos hechos. Hay temas que a uno no le agrada indicar/tocar/tratar. Ya he expresado que la Historia como ciencia social es y ha sido una a las que más tiempo he dedicado, desde distintos órdenes de la realidad y del saber y en distintas épocas.
La historia está plagada de rincones oscuros y pasajes olvidados que rara vez encuentran espacio en los manuales y, entre ellos, brilla el decisivo papel de España en la independencia de Estados Unidos. Mientras los nombres de Washington o Franklin se graban con letras doradas en los anales de la revolución norteamericana, pocos recuerdan que un astuto gobernador español, Bernardo de Gálvez, tejía una red de apoyo fundamental para los rebeldes.
Hubo un tiempo en que la enfermedad era un misterio insondable, una sombra que acechaba al hombre desde el mismo instante en que aprendió a alzar la vista al cielo y cuestionarse el mundo. Fue en el seno de las primeras civilizaciones, allí donde nacieron las ciudades y el ser humano dejó de vagar por los páramos, cuando la enfermedad comenzó a adquirir un rostro reconocible.
Con la historia suele ocurrir como con otras muchas entidades, menudean los intentos de servirse de sus propiedades sin miramientos; aunque progresivamente se comprueba su complejidad y su desvirtuación cuando se la quiere manejar caprichosamente.
En el año del Señor 844, según reza la vieja Crónica profética, se divisaron por primera vez en las costas de Hispania las temibles naves de los normandos, aquellos hombres del frío Norte que llegaron a alterar la paz de este rincón del mundo. Fue un 1 de agosto, cuando los mares del Golfo de Vizcaya, siempre prestos a la traición, arrastraron a los vikingos hasta las costas de Gijón, tras haber asolado tierras francesas.
Santa Teresa de Lisieux (1873-1897), también conocida como Santa Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz, fue una monja carmelita francesa y es una de las santas más queridas de la Iglesia católica. Su espiritualidad, basada en la "Pequeña Vía" de confianza y amor a Dios en las pequeñas cosas de la vida, ha inspirado a millones de personas. Nace en 1873 en Alençon, Francia, y entrega su alma al Altísimo en 30 de septiembre de 1897, en el convento de Lisieux, a los 24 años.
Este domingo, escuché una frase en televisión que a mí, personalmente, me gusta mucho, aunque no exactamente como yo suelo recordarla: “La historia se repite”; esa es la definición simple de lo que se conoce como “La ley del péndulo”; pero esas expresiones deben exponerse de forma que definan mejor lo que, en el fondo, quieren decir: “La historia se repite por las ideologías, pero no en su forma de interpretación”.
Juliana de Norwich (c. 8 de noviembre de 1342 – c. 1416) está considerada una de las más grandes escritoras místicas cristianas de Inglaterra. Es venerada por la Iglesia de Inglaterra, la Iglesia Luterana y la Iglesia católica. Le fue dedicada una estatua en el pórtico de la catedral anglicana de Norwich.
En un mundo donde los hospitales se erigen como catedrales de la ciencia, cargados de tubos, monitores y bisturíes de precisión milimétrica, cabría preguntarse si no hemos perdido algo en el camino. La sanidad pública española, tan compleja como necesaria, es un coloso que mezcla luces y sombras, avances tecnológicos que rozan la magia y, a la vez, la amarga sensación de deshumanización en los pasillos fríos donde los pacientes se convierten en números.
Los museos son templos dedicados a las Musas, núminas inspiradoras de las ciencias y las artes, por consiguiente, la epifanía divina realiza lo bello en el ámbito sensible. Su aparición son indicios epocales de que las sociedades perciben que han alcanzado la cumbre de los acontecimientos y, como consecuencia, lo viven a través de una consciencia planetaria que deriva en “el apogeo de la historia”.
Y yo no vivo en Madrid, pero el discurso de «vivir a la madrileña», que traducido es «vivir como me salga de allí», es algo que convence a cualquiera, y yo también me apunto a hacer lo que me apetezca y cuando me apetezca, y si alguien dice que así no, ese es el malo. ¡Qué simpleza! ¿Verdad?
La historia no se puede borrar, es la verdad de la realidad, es la permanente realidad que impregna cada minuto de nuestra existencia. Sin embargo una historia impregnada no asegura conciencia de la misma. Estos simples conceptos nos harían, si existiera voluntad individual y social, recordar, reflexionar, analizar, aceptar su realidad y tomar decisiones acordes con esos conceptos.
El raciovitalismo de Ortega y Gasset marca un hito en la Historia de la Filosofía. Es un filósofo que no consideraba a la conciencia como una realidad primaria, ya que pensaba que solo es una hipótesis. Es un planteamiento, que contradice las tesis y los fundamentos de la fenomenología de Husserl, pero que no es convincente.
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