Dicen los viejos no tan viejos que hubo un tiempo en el que las actitudes de la gente eran coherentes con planteamientos ideológicos previos. Se seguían los mandatos político-sociales, fueran de derecha o izquierda, y eran un modelo que se aceptaba con sus normas y dogmas, pero también se arropaba bajo la seguridad de participar en un cierto orden común. La posmodernidad barrió aquellos edificios ideológicos que explicaban el mundo, y es cierto que en ciertos aspectos fue liberador, pero también que su ausencia dejó una desorientación cuyo única y equivocada salida parecía ser el consumo, y llegamos a hoy, un hoy dominado por la inmediatez del me gusta, y me gusta ahora, y el resto no existe. Buenos o malos, aquellos valores se perdieron, y la historia no tiene marcha atrás, pero la forma de vida actual ha llenado de pacientes las consultas de los psicólogos y de compradores compulsivos las plataformas online. Existen en la actualidad los llamados propulsores de la “rabieta irracional”, que son lo contrario a lo que debería ser la “sociedad de la satisfacción”, y “esos rabiosos de la vida” manifiestan frustración y buscan la división de la sociedad.
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