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Significado de España para Estados Unidos, de ayer a hoy

El comentario de Trump sobre el Estado español y los BRICS puede resultar anecdótico, pero refleja la complejidad del tablero global en el siglo XXI
María del Carmen Calderón Berrocal
lunes, 10 de marzo de 2025, 08:34 h (CET)

La historia está plagada de rincones oscuros y pasajes olvidados que rara vez encuentran espacio en los manuales y, entre ellos, brilla el decisivo papel de España en la independencia de Estados Unidos.


Mientras los nombres de Washington o Franklin se graban con letras doradas en los anales de la revolución norteamericana, pocos recuerdan que, al otro lado del Atlántico, un astuto gobernador español, Bernardo de Gálvez, tejía una red de apoyo fundamental para los rebeldes, burlando a la todopoderosa Inglaterra y allanando el camino hacia la libertad de las Trece Colonias.


Unnamed

Bernardo de Gálvez c. 1783-84 por Mariano Salvador Maella, colección particular


Bernardo de Gálvez y Madrid (1746-1786)


Fue un militar y político español cuyo nombre ha quedado asociado de forma indeleble a la independencia de los Estados Unidos. Gobernador de la Luisiana española y estratega brillante, desempeñó un papel crucial al brindar apoyo material, estratégico y militar a las Trece Colonias en su lucha contra el Imperio Británico. Aunque durante mucho tiempo su contribución fue ignorada o minimizada, hoy se le reconoce como una figura clave en uno de los momentos más decisivos de la historia moderna.


Fue un joven militar forjado en la frontera. Nacido en Macharaviaya, un pequeño pueblo de Málaga, Bernardo de Gálvez pertenecía a una familia de tradición militar. Desde joven demostró aptitudes para la estrategia y la acción, destacándose en diversas campañas militares en Europa y América. Su experiencia como oficial en la Nueva España y su conocimiento del territorio americano fueron determinantes cuando asumió el cargo de gobernador de la Luisiana española en 1777.


España: una aliada discreta pero eficaz


En el siglo XVIII, la Monarquía Hispánica tenía sus propios intereses en juego. Inglaterra, ese enemigo eterno que Godoy describiría como "la primera, la segunda y la tercera amenaza de nuestra política", era el objetivo perfecto para los planes de Carlos III. Conocido por su habilidad diplomática, el monarca entendió que apoyar a los colonos sublevados era una forma indirecta, pero eficaz, de debilitar a los británicos.


En el centro de esta estrategia estaba Bernardo de Gálvez, gobernador de la Luisiana española, que convirtió Nueva Orleans en un nudo logístico de vital importancia para la causa independentista. Como gobernador, Gálvez tuvo que enfrentarse a un contexto complejo: la Luisiana española, que se extendía desde el río Misisipi hasta Texas, era un territorio vital tanto por su ubicación estratégica como por los recursos que podía ofrecer. Consciente de esto, Gálvez transformó Nueva Orleans en un centro logístico para los independentistas norteamericanos.


A pesar de las restricciones impuestas por la Corona española, que al principio evitaba implicarse abiertamente en la guerra, Gálvez actuó con astucia. Desde su puesto, organizó el envío de municiones, alimentos, medicinas y uniformes a los insurgentes, además de facilitar préstamos económicos y el paso de tropas. Todo esto lo hizo de manera discreta, evitando un conflicto abierto con Gran Bretaña hasta que España estuviera preparada para una guerra.


Sin necesidad de alardes ni proclamas, Gálvez canalizó suministros que iban desde uniformes y municiones hasta alimentos y medicinas. Se habla de más de 200 piezas de artillería y equipamiento suficiente para armar a unos 30.000 hombres. Todo ello se hizo bajo un cuidadoso sigilo, esquivando tanto las sospechas británicas como los posibles recelos en las colonias hispanoamericanas.


Gálvez: estratega en tiempos difíciles


Gálvez no fue solo un administrador hábil; también demostró ser un estratega militar de primera. Desde la Luisiana, trabó alianzas con comunidades indígenas para contrarrestar el avance británico en la región y aseguró el control español sobre el río Misisipi, clave para el movimiento de tropas y suministros.


En 1779, España declaró oficialmente la guerra a Gran Bretaña, alineándose con Francia y las Trece Colonias. Gálvez, lejos de limitarse al suministro de recursos, tomó un papel activo en el conflicto. Su mayor logro militar fue la campaña del Golfo de México, en la que lideró la toma de varios bastiones británicos clave, como Baton Rouge, Mobile y, finalmente, Pensacola en 1781.


Su momento de gloria llegó en 1781 con la toma de Pensacola, bastión británico en Florida Occidental. Con una combinación de audacia y planificación, lideró un asalto naval y terrestre que dejó a los británicos tambaleándose en el sur. Mientras las tropas inglesas combatían en el norte contra los colonos, Gálvez abrió un nuevo frente que desequilibró la balanza a favor de los rebeldes.


De la sombra a la luz: España entra en el conflicto


Aunque durante los primeros años del conflicto España mantuvo su apoyo en secreto, en 1779 la Corona rompió su silencio y declaró abiertamente la guerra a Gran Bretaña. La entrada oficial de España en la contienda fue un golpe devastador para los ingleses, que se vieron obligados a repartir sus fuerzas entre varios frentes: el Canal de la Mancha, el Mediterráneo y el Golfo de México. Este movimiento estratégico, combinado con la acción conjunta de las flotas española y francesa, equilibró el poder en los mares y cambió el curso de la guerra.


Los norteamericanos no tardaron en reconocer el apoyo español. Tanto es así que el Congreso de los Estados Unidos propuso retratar a Gálvez como muestra de gratitud por su contribución. Aunque el lienzo original se perdió con el tiempo, el agradecimiento hacia el andaluz quedó inmortalizado en las palabras que él mismo escribió en una carta al recibir la propuesta: "Repito a vuestra merced las más atentas gracias".


Un puente cultural y económico


El impacto de la colaboración hispanoamericana fue más allá de las batallas y los suministros. España se convirtió en un puente cultural y económico entre los dos continentes. Durante aquellos años, el idioma español comenzó a echar raíces en territorios que hoy son parte de los Estados Unidos, como Texas, Florida y California, dejando un legado que sigue vigente. No es casualidad que hoy en día Estados Unidos sea el segundo país del mundo con más hispanohablantes, superado solo por México.


Además, la relación entre ambos países ha evolucionado con los siglos hasta convertirse en una conexión económica y cultural profunda. Más de 32.000 estudiantes estadounidenses eligen España como destino académico cada año, mientras que alrededor de 700 empresas españolas operan en territorio norteamericano, generando empleo y fortaleciendo la cooperación entre ambas naciones.


Reconocimiento y legado


El apoyo de Gálvez no pasó desapercibido para los líderes norteamericanos. George Washington y el Congreso de los Estados Unidos reconocieron su contribución, y su retrato fue colgado en el Capitolio, un honor reservado a muy pocos extranjeros. Sin embargo, en su propia tierra, su figura quedó relegada al olvido durante mucho tiempo.


En los últimos años, se han llevado a cabo iniciativas para reivindicar su memoria. En 2014, el Congreso de los Estados Unidos le otorgó la ciudadanía honoraria a título póstumo, reconociendo su papel en la independencia del país. Además, su nombre aparece en numerosos lugares, como la ciudad de Galveston, Texas, y su figura ha sido objeto de estudios históricos, monumentos y eventos conmemorativos.


El hombre olvidado


A pesar de su enorme contribución, Bernardo de Gálvez ha sido relegado a un segundo plano en los relatos históricos, eclipsado por figuras más populares de la revolución norteamericana. Sin embargo, su legado ha comenzado a recuperarse gracias a iniciativas de divulgación como las de The Hispanic Council o el Ministerio de Defensa español, que incluso dedicó un cómic a su figura: Bernardo de Gálvez. Yo solo.


El lema "Yo solo", grabado en el escudo de armas que recibió tras la toma de Pensacola, resume su carácter. Fue un líder que no solo demostró valentía en el campo de batalla, sino también una habilidad estratégica que dejó huella en la historia militar de España y Estados Unidos.


Un legado compartido


La relación entre España y Estados Unidos, nacida en los campos de batalla del siglo XVIII, sigue siendo un ejemplo de cómo las alianzas pueden moldear el curso de la historia. Desde la influencia cultural del español hasta los lazos económicos actuales, el legado de figuras como Bernardo de Gálvez nos recuerda que la historia está tejida por gestos de colaboración que trascienden el tiempo y las fronteras.


Aunque a menudo olvidada, la contribución española a la independencia de los Estados Unidos fue un capítulo esencial en la construcción de un nuevo orden mundial. En las sombras de este relato épico, el eco de Gálvez y sus hazañas resuena como un recordatorio de que las grandes historias no siempre se escriben con los protagonistas que figuran en los primeros titulares. Algunas, como esta, esperan pacientemente a que se les devuelva su lugar en la memoria colectiva.


Un héroe que trasciende fronteras


Bernardo de Gálvez no solo fue un militar brillante, sino también un símbolo de cooperación internacional y un recordatorio del papel que España jugó en la independencia de los Estados Unidos. Su historia es un ejemplo de cómo la determinación, la astucia y el liderazgo pueden cambiar el curso de los acontecimientos históricos. A pesar de las sombras del olvido, su legado sigue vivo, inspirando a generaciones en ambos lados del Atlántico.


¡…Pues bien…!:


Donald Trump, con su habitual habilidad para improvisar titulares, recientemente calificó, durante una rueda de prensa, a España, como un país BRICS. Soltó aquel pronunciamiento y se quedó tan ancho, lo hizo con naturalidad y más tarde lo reiteró a un corresponsal de ABC en Washington, como si aquello fuese una obviedad conocida por todos.


La ocurrencia, que provocó tanto risas como incredulidad en algunos círculos, merece un poco de contexto, especialmente porque los BRICS no son precisamente una asociación de la que España forme parte ni remotamente. Pero Trump, en su determinación, a veces, tiende a saltarse algunos detalles.


BRICS: un bloque alternativo al G7


El término BRICS apareció por primera vez en 2001, acuñado por el economista Jim O’Neill, quien lo utilizó para destacar el crecimiento acelerado de Brasil, Rusia, India y China. En 2009, tras varias reuniones informales, estos países decidieron formalizar una alianza estratégica para plantarle cara al G7, el club de las economías más avanzadas del mundo, dominado por potencias occidentales. Al año siguiente, Sudáfrica se sumó al bloque, completando las cinco letras que forman el acrónimo.


El objetivo de los BRICS siempre ha sido claro: equilibrar la balanza de poder global y dar mayor protagonismo a las economías emergentes. Más recientemente, el bloque se ha ampliado a lo que llaman BRICS+, incorporando a países como Egipto, Irán, Arabia Saudí, Emiratos Árabes y Etiopía, que se unieron oficialmente el 1 de enero de 2024.


Pero, sin embargo, no todas las invitaciones han sido aceptadas. Argentina, por ejemplo, declinó unirse después de que Javier Milei, su presidente, decidiera alejar al país de este grupo y orientarlo hacia una dirección más prooccidental.


A diferencia de las instituciones tradicionales dominadas por Occidente, como el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional, los BRICS buscan construir un sistema financiero alternativo que reduzca la dependencia del dólar estadounidense. Entre sus objetivos destacan el impulso del comercio en monedas locales, la creación de su propio banco de desarrollo y la promoción de un sistema económico multipolar. No es una agenda menor, aunque, por ahora, su impacto sigue siendo limitado frente al peso de Estados Unidos y Europa.


El papel de Rusia, China y las tensiones globales


Aunque los BRICS se presentan como un bloque de cooperación, la guerra en Ucrania ha generado tensiones internas. Rusia, uno de sus fundadores, intenta utilizar el grupo para contrarrestar las sanciones de Occidente, mientras que China se alinea con la narrativa de Moscú en algunos puntos estratégicos, aunque sin comprometerse del todo. Brasil, por su parte, intenta jugar un papel mediador, mientras que países como Sudáfrica se enfocan en proyectos regionales.


El liderazgo de los BRICS rota anualmente, permitiendo que cada país organice la cumbre y establezca las prioridades. El pasado año, Rusia, como anfitrión, organizó una reunión en Kazán con una treintena de países invitados, incluidos Bolivia, Cuba, Turquía, Indonesia y Malasia. Sin embargo, algunos aspirantes, como Venezuela y Nicaragua, fueron vetados de manera informal debido a su poca capacidad para contribuir al bloque o por su alto grado de inestabilidad.


España: lejos de los BRICS, pero presente en el tablero global


La idea de incluir a España entre los BRICS no pasa de ser un desliz de Trump, pero pone sobre la mesa una realidad innegable: España juega en otra liga.


Como parte de la Unión Europea y miembro de la OTAN, su alineación está claramente definida dentro del bloque occidental. Sin embargo, también es cierto que la influencia de España en el escenario global no está a la altura de otras potencias europeas, y su inversión en defensa ha sido motivo de críticas, especialmente por parte de los últimos presidentes estadounidenses.


Actualmente, España no tiene ninguna relación directa con los BRICS ni con su agenda. Mientras estos países promueven una alternativa al sistema occidental, España sigue siendo un firme aliado de Europa y de Estados Unidos, con un papel destacado en la defensa de los valores democráticos y el libre comercio. Su contribución a la OTAN, aunque lejos del objetivo del 5% del PIB, sigue siendo relevante, especialmente en misiones estratégicas en el Mediterráneo y el Sahel.


Occidente frente al desafío BRICS


Aunque los BRICS no representan una amenaza directa para Estados Unidos ni para Europa, su creciente influencia no pasa desapercibida. Países como China y Rusia, los principales motores del grupo, han utilizado esta plataforma para proyectar su poder en regiones clave como África, Asia y América Latina. La idea de un "mundo multipolar" y la reforma de instituciones como el Consejo de Seguridad de la ONU son prioridades constantes en su agenda. Pero ya estamos viendo lo que pasa con la excesiva pluralidad, lo vemos aquí, en España, en política, las alianzas mandan en vez de la voz del pueblo. Siendo esto así, buena idea no es que sea.


Algunos analistas ven en los BRICS más retórica que resultados concretos. Las diferencias económicas, políticas y estratégicas entre sus miembros dificultan una acción coordinada. Mientras China y Rusia buscan debilitar a Occidente, países como India o Brasil tienden a mantener una postura más neutral, cuidando sus relaciones con Estados Unidos y Europa.


El desliz de Trump: un reflejo del tablero global


El comentario de Trump sobre España y los BRICS puede resultar anecdótico, pero refleja la complejidad del tablero global en el siglo XXI. Mientras los BRICS intentan construir un sistema alternativo, las potencias tradicionales buscan adaptarse a un mundo donde las economías emergentes exigen más protagonismo.


En este contexto, España, lejos de pertenecer al bloque de los BRICS, sigue jugando un papel clave dentro de la esfera occidental, contribuyendo a mantener el equilibrio en un sistema que, aunque imperfecto, sigue siendo fundamental para la estabilidad global.


Al final, como suele suceder, la diplomacia y la geopolítica están hechas de malentendidos, gestos y equilibrios. Y, aunque Trump haya rebautizado a España como una nación BRICS, la realidad es que el país sigue firmemente anclado en su papel de puente entre Europa, América Latina y el resto del mundo. Fue un arma y aliado principal en la Guerra de la Independencia Estadounidense y tiene intereses comunes con USA.


Cosas que pasan en el siglo XXI, donde los titulares llamativos, a veces, dicen más sobre quien los emite que sobre la realidad misma.

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