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Han sido más de 500 años de fomentar un odio y rencor viscerales contra España. Cinco siglos de escarnio, vituperio, abyección y desprecio de todo lo español. España era el país en el se comían crudos a los niños. Hay dibujos, panfletos, y hojas volantes, realizados en Holanda en los que se ridiculiza al Duque de Alba comiendo niños crudos y vivos.
El tiempo borra de la memoria muchos sucesos y muchas personas. Decían nuestras madres que lo que nunca se olvida en esta vida es la figura de aquellas personas que dejaron como herencia un rastro de inteligencia y de buen hacer.
El siglo XXI pasará a la Historia bajo el epígrafe de "siglo de las crisis", al concatenarse la crisis económica del 2008, la crisis sanitaria del COVID, la crisis de la economía global y la crisis geopolítica con el retorno a la Guerra Fría y la irrupción del Nuevo Orden Multipolar o G-3 en la cogobernanza mundial.
En su Historia de España, Juan de Mariana empieza subrayando: “No me atreví a pasar más adelante, y relatar las cosas más modernas, por no lastimar a algunos si se decía la verdad, ni faltar al deber si la disimulaba”. Hubo tiempos en los que la distancia cronológica a los hechos estudiados fue un elemento de disputa en la argumentación sobre la cientificidad historiográfica.
España, crisol de culturas, mater nutricia de la sapiencia greco-romana engendradora de civilizaciones, cuyas hijas se expenden por toda América y tu nombre resuena desde Alaska a la Tierra del Fuego, hoy te quieren aniquilar tus hijos desnaturalizados. Bien lo dijo Bismark cuando te definió como el país más poderoso y fuerte del mundo ya que tus mismos hijos llevaban varios siglos queriendo destruirte y no lo habían conseguido.
Lo exterior se confabula con lo interior. Después de comprobar que la estrategia del país está fuertemente condicionada por el exterior en lo que concierne a los cuatro puntos cardinales de la geopolítica (ahora algunos hablan de sustituir a Francia en África así como que mediemos en América -¿para luego quedar fuera?-) no cabe confiar en ningún discurso que debilite más nuestra soberanía ya mermada.
A España le han colgado varios sambenitos los países que no han soportado su grandeza, como Inglaterra, Holanda, Francia, EE. UU, y alguno más que ande por ahí suelto. Posiblemente, uno de los más injustificados sea la execrable Leyenda Negra que precisamente iniciaron españoles renegados, como Antonio Pérez, Reginaldo González Montañés, Bartolomé de las Casas..., no faltando el felón traidor Guillermo de Orange, que incumplió su juramento de vasallaje a Felipe II.
Hablo de España. Cuando uno ha leído la historia de su país y, por si acaso, la ha vuelto a leer reiteradamente, las dudas se convierten en malos presagios y estos en tristes realidades a reconsiderar (como siempre). Lo último ha sido reencontrarme con “Una historia de España” de Arturo Pérez-Reverte, de no dudosa formación.
A partir de que se implante el nuevo currículo del Bachillerato, se borrará de un plumazo toda la Historia de nuestra Patria, así como sus grandes gestas, batallas y derrotas que a través de los siglos ha protagonizado, porque ésta se iniciará desde1812, es decir dos años antes de la expulsión de los franceses cuya invasión duró de 1808 a 1814.
La Historia de España desde 1700 hasta finales del siglo XX. Desde Felipe V a Juan Carlos I, con estaciones en todos los cojones borbónicos y los ovarios de Isabel II, saltando por encima de los interregnos republicanos y haciendo una parada técnica en el no-rey Juan de Borbón durante los tiempos de la cárcel franquista.
España ha logrado subsistir a pesar de tantos malos gobernantes como ha sufrido y aunque trato de no ser pesimista, pienso que no deja de tener razón el dicho de que toda situación es susceptible de empeorar. Los celtas y los iberos nos quedan demasiado lejanos, lo mismo que Aníbal y los cartagineses y a pesar de la derrota numantina llegamos a ser ciudadanos romanos y a hablar el latín, el idioma del imperio dando sabios como Séneca o un emperador como Trajano.
6 de diciembre, fecha en la que hace 43 años el pueblo español se dio a asimismo el texto normativo más importante de su historia. Estoy triste porque me gustaría estar en Madrid, en el Congreso de los Diputados, para celebrar con mis compañeros de entonces tan gloriosa efemérides. Pero no, estoy en Barcelona tratando de digerir la rabia y la pena que me causa la decisión de la mesa del Congreso de no invitar a los parlamentarios constituyentes al encuentro.
Me pongo en el ordenador a escribir mi artículo semanal, el 6 de diciembre, 43 aniversario de la Constitución Española que se aprobó ilusionadamente por los españoles que pensamos que con ella entraríamos en un periodo de normalidad democrática, después de las vicisitudes que a lo largo del siglo XIX y hasta 1931, tuvieron todos los intentos constitucionales y el periodo de gobierno personal del General Franco desde 1939 a su fallecimiento el 20 de noviembre de 1975.
Resulta normal que a la muerte del dictador la España Una, Grande y Libre ocupase la cola de países subdesarrollados. Ni se entiende cómo llegó un solo españolito vivo a los años setenta, y menos aún que los jóvenes tuvieran ganas de guateques y demás relajos libertinos. Misterios de la vida.
La historia no se puede escribir al albur de unos incompetentes falsificando la tozuda realidad. Es la que es o la que fue, guste o no guste. Su conocimiento sirve para potenciar lo que fue bueno y no cometer los mismos errores del pasado. Mientras no se remedie la vasta incultura que nos rodea, las personas que por su cuenta quieran salir de la supina ignorancia, se privarán de un conocimiento global de la historia de su país y del engrandecimiento de su propio espíritu.
El revisionismo subjetivo de la historia suele generar la involución político social. En todo caso, si se procediese a una revisión de la historia, lo jurídico y democráticamente justo sería no poner limitaciones ni en cuanto a la época, ni en cuanto a las personas, ni en cuanto a los hechos.
Los que no somos ni separatistas, ni socialistas ni comunistas ni de cualquiera de estas múltiples tendencias con las que las izquierdas se manifiestan en Cataluña estamos perplejos, desconcertados, indecisos y, por qué no decirlo, desanimados y desesperanzados ante lo que está ocurriendo con los partidos que se podrían considerar más “conservadores”, menos extremistas y partidarios, sin fisuras aparentes, de lo que dispone nuestra Carta Magna.
Un historiador que se precie y sea digno de su profesión, debe de ser un notario de los hechos sucedidos. Solo ha de reflejar lo que los documentos manifiesten, después de haberlos contrastado y cotejado con otros.
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