Lo exterior se confabula con lo interior. Después de comprobar que la estrategia del país está fuertemente condicionada por el exterior en lo que concierne a los cuatro puntos cardinales de la geopolítica (ahora algunos hablan de sustituir a Francia en África así como que mediemos en América -¿para luego quedar fuera?-) no cabe confiar en ningún discurso que debilite más nuestra soberanía ya mermada.
Los principios que sustentan a la nación no están por debajo de cualquier interés exterior ni componenda gubernamental interior que aparente (vivimos más de apariencias que de realidades) un mayor o menor bienestar. Nada que debilite esos principios es bueno para el país. No olvidemos que el mundo de la geopolítica es un mundo de jaurías; así como que zonas de nuestro propio territorio parece quieren jugar a la geopolítica con nosotros como si fueramos extranjeros. Si en la geopolítica no hay reglas morales, en la política interior sí debiera haberlas. En otra ocasión hemos dicho que creemos que las diferencias entre lo que llaman izquierda (lo que antes era un proyecto) y lo que es derecha (una realidad real, es decir, un ius in re) no son sustanciales, sino cuestiones de cantidad, más que de calidad. Por ejemplo, qué lucha para un octavo lugar en la UE en lo que respecta al salario mínimo, cuando esa cuestión debería haber estado resuelta por todos, izquierdas y derechas, hace décadas. ¿O acaso no hablamos con una misma voz sobre el bienestar de los españoles? Si la constitución de un gobierno, cualquiera que sea su signo, representa fortalecer el tono de voz de quienes no ocultan que desean separarse del resto; si mediante concesiones claudicantes se rompe el principio de igualdad entre los españoles, por muy pequeño que sea el privilegio concedido, se estará alentando que todas las piezas que estructuran a la nación vayan cayendo una a una. No debemos perder de vista que cabe la posibilidad de que otras autonomías que siempre han sido legal y lealmente disciplinadas, lleguen a la conclusión de aquí no cabe más que levantar la voz y amenazar (chantajear) para no quedar atrás con respecto a las demás. En Andalucía ya hay fuerzas, pequeñas, pero seminales, que hablan de nación (andaluza), idioma, idiosincrasia, hecho diferencial, raíces, discriminación, etc. Una crisis económica que se avecina ineluctablemente (por mucho que los políticos finjan no darse por enterados) podría exacerbar, o mejor, contagiar de egoísmos a cada territorio, según sus posibilidades y necesidades, de forma que la ya debilitada orientación política nacional se debilitaría aún más, con la complacencia de la jauría geopolítica. Todo esto suena a remoto, pero está sucediendo en partes del mundo que ni imaginaron tales posibilidades. También suena, lamentablemente, a reaccionario sin que lo sea. Necias las fuerzas de apariencia izquierdista que han permitido que les roben el territorio sobre el cual no deberían especular con divisiones más o menos fuertes, sino edificar. Ni Azaña ni Negrín alentaron jamás ni una sombra de duda sobre la unidad del país, ni aceptaron el paso a paso. Se estructuró un sistema y obligaron a todos a atenerse a él por igual. Ya no es por el huevo, sino el fuero. ¿De qué hay españoles distintos? Si suena a racista. ¿De qué los separatismos son expresión de las clases trabajadoras, si la mayoría de sus dirigentes pertenecen a las castas más elevadas? Ya podemos ver qué está ocurriendo en países de Europa y sus particulares derivas (más desigualdades). Nada de lo bueno está atado. En todo caso, sí está atado lo malo. Esas fuerzas que hablan de separatismo, que se mueven paso a paso hacia él, en absoluto son más progresistas que el resto de los progresistas españoles. Dejémonos de complejos idiotas. Recientemente ha habido artículos en revistas burguesas -utilicemos la palabra para situarnos- justificando el cantonalismo decimonónico con razones progresistas. ¿Qué está ocurriendo? Dejémonos de revolucionarismos de salón. Si alguna autonomía de España lograra separarse, téngase la seguridad que no llevaría a cabo una política significativamente distinta a la de España: seguirían en las mismas organizaciones internacionales y continentales; seguirían con los mismos pactos bilaterales, con presupuestos militares similares; ellos, que hablan de “su” cultura, seguirían dejándose colonizar culturalmente (recuérdese la universidad que pidió al angloparlante que diera su conferencia en la lengua local, y que al no conocerla este, la universidad prefirió la diera en inglés); seguiría habiendo concentración de capitales; clases; privilegios; es posible que adicionaran alguna base a su soberana independencia, y con la misma orientación en lo que respecta a los cuatro puntos cardinales del globo terráqueo. Volviendo a los hechos, a lo que es, en nada han demostrado que su gestión social, económica, política sea mejor ni distinta a las del resto del país. Posiblemente el privatismo se acentuaría, como reacción al estado español y como expresión de una dirigencia pequeñoburguesa; por ejemplo, son partidarios de reducir la presión fiscal y de potenciar la educación concertada. ¿Ese es su radicalismo ideológico? No sabemos si lo de que la nación mala se haga cargo de los 70 mil millones de deuda pública de la nación buena prosperará. Pero se ha planteado. No somos, pero somos. Por cierto: ¿permitirían separatismos en su territorio, basados en una savia filosófica troncal que alimentara a cada una de las ramas? Quizás el gran fallo del país sea estructural. ¿Para qué un Congreso y un senado? ¿Cuál era la idea inicial? ¿Por qué partidos de distintos ámbitos duplicados en uno y otro sitio? ¿Por qué una ley que premia la concentración de voto frente al voto disperso? Ha habido momentos en los que con menos electores se han tenido más diputados. Si hablamos de corrupción, lamentablemente todos los españoles –como generalidad--hemos demostrado que no hay genes distintos. Por el contrario, esa aura de distinción que se les otorga para alagarles, es falsa (extraño que en todas las películas extranjeras desarrolladas en España aparezca Barcelona, nunca Madrid); no es más que el mecanismo, la excusa, que permite a los sectores que defienden privilegios de clase permanecer en ellos sin variar. Por otra parte, insistimos en la idea de que por muy cómodo que sea el camarote, terminará hundiéndose con el resto del buque si este navega hacia un iceberg. Posiblemente sepan que solos empeorarían, pero es más rentable la presión que la lealtad territorial. Hoy Eslovaquia tiene dudas sobre si unida a la República checa no estaría mejor. Hay fuerzas interesadas en el empequeñecimiento de los países. Cuanto más pequeños, más manejables, más indefensos, más sumisos. Es lamentable que esa izquierda no quiera ver que precisamente los nacionalismos tienen anclada a España en la inmovilidad, beneficiando precisamente a los que desean que nada se mueva para así conservar sus privilegios históricos. ¿Ahora un Congreso plurilingüe? ¿Es que la política de España sólo se va a desarrollar sobre ficciones improductivas? Un Congreso plurilingüe es debilitar el idioma español en el mundo. ¿Esa es la carta para mediar en América? ¿Pero quién nos dirige? ¿A dónde van esas lenguas minoritarias frente a las que se atreven incluso a trufar a las otras? Respecto a un referéndum ¿para qué? ¿Un paso más en el callejón sin salido en el que nos han metido? Un referéndum para cumplirlo, para no cumplirlo? ¿Un referéndum en la parte o en el todo? ¿Tienen los españoles distintos derechos? ¿Un referéndum para Almería, otro para Segovia? ¿Tiene todo esto sentido? ¿Qué especie de aspid rodea los pies de España para que por una causa u otra no pueda levantar cabeza? Vamos camino del puesto vigesimosexto en el pib mundial. ¿Nos parece demasiado? Como dijo el canciller de hierro: España debe ser muy poderosa. Se dedica a autodestruirse. Eso hace un siglo y medio o más.
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