Los tópicos no son tan perversos y siniestros si consultamos el diccionario: “opinión, idea o expresión que se usa y se repite con mucha frecuencia en determinadas circunstancias”. Se entiende, en principio y sin lugar a dudas, que el significado es dependiente de la reiteración, de la cantinela, de la reincidencia y de las diversas circunstancias, claro está. Osea, y de forma negativa: de la pesadez del disertante, de la poca habilidad del orador..., es decir, el lenguaje del “enteraíllo” de turno, el que presume de discutible sapiencia. Pongamos un ejemplo sobre lo que estamos tratando: ¿Se acuerdan, amigos lectores, de aquella antigua canción que decía eso de “siempre me dices lo mismo”? En esa letra, las mujeres, y todas a una, deseaban mal a sus parejas. Otro ejemplo sería el de la tarea de los docentes, acostumbrados a repetir y recalcar. ¿En dónde está entonces el límite primero? Piensen y deduzcan... Muchas veces erramos o creemos de los tópicos que es como si fueran evidencias puntuales y sabidas, que no necesitan demostración: que por lo que venimos hablando o escribiendo, hemos querido decir que lo dicho es una realidad que no necesita justificación.
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