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Nos enseñó a respetar la fe de todos y jamás nos presionó, simplemente, nos explicó sus convicciones.Cuando llegaban los Reyes Magos, mi madre le susurraba al oído aquello de “¿qué hacemos, José?” … Jamás pasaron los Reyes de largo, las pinturas Alpino y los lápices sujetos con cuerda al cuaderno de rayas, eran lo habitual… pero algo había de maravilloso, para que todos saltásemos de alegría y riéramos al ver las lágrimas de mi madre sobre el hombro insatisfecho de mi padre.Me consiguió una beca para solicitar una plaza en el Colegio postulantado, que la Congregación Marianista tenía en Valladolid.
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