Siglo XXI. Diario digital independiente, plural y abierto. Noticias y opinión
Viajes y Lugares Tienda Siglo XXI Grupo Siglo XXI
21º ANIVERSARIO
Fundado en noviembre de 2003
Opinión
Etiquetas | Día del padre | San José | 19 de Marzo

Día del Padre… ¡Se lo merecen!

​Era religioso. Nos enseñó a respetar la fe de todos y jamás nos presionó, simplemente, nos explicó sus convicciones
Ángel Alonso Pachón
lunes, 22 de marzo de 2021, 10:42 h (CET)

Recuerdo a mi padre, ferroviario de los años 40-50.

Recuerdo sus chepas de carbón para calentar la casa.

Recuerdo su afán por la formación profesional para sus hijos.

Recuerdo el misterio de pagar academias de dibujo lineal a los mayores.

Recuerdo que nunca admitía ayudas que no hubiera sudado.

Recuerdo su traje de nazareno de la cofradía de la Exaltación de la Santa Cruz.

Recuerdo su entereza ante las dificultades y su silencio comprensivo.

Recuerdo su ayuda, cuando más él la necesitaba.

Recuerdo su doloroso adiós… Fue la primera vez que lloré…

Mi padre, castellano recio de Tierra de Campos, cogió sus bártulos y de la mano de mi madre, con cuatro hijos a sus espaldas, emigró a Valladolid, en busca de un bienestar humilde y de un futuro mejor para su prole.

Calle Cervantes, patio de vecindad, alquiler barato y muchas horas extras para poder pagarlo. Allí nacimos los tres más pequeños. Allí comenzó su entronque con una ciudad en la que viviría, dando vida, hasta su fallecimiento.

Sus diversiones más caras eran acudir a ver la salida de los toros o de los partidos de futbol, siempre de la mano con mi madre. Los días extraordinarios había un helado, allí en la famosa “Cuadra”, famosa en toda la ciudad.

Era religioso. Nos enseñó a respetar la fe de todos y jamás nos presionó, simplemente, nos explicó sus convicciones.

Cuando llegaban los Reyes Magos, mi madre le susurraba al oído aquello de “¿qué hacemos, José?” … Jamás pasaron los Reyes de largo, las pinturas Alpino y los lápices sujetos con cuerda al cuaderno de rayas, eran lo habitual… pero algo había de maravilloso, para que todos saltásemos de alegría y riéramos al ver las lágrimas de mi madre sobre el hombro insatisfecho de mi padre.

Me consiguió una beca para solicitar una plaza en el Colegio postulantado, que la Congregación Marianista tenía en Valladolid. Yo quería ser religioso.

Recuerdo su despedida, al lado de mi madre preocupada:
“Hijo, se fuerte, nosotros estamos cerca”, “Sobre todo, sé buena persona, buen compañero y estudia, hijo mío, estudia mucho”

Me abrazo en silencio, mientras decía en voz baja: “María, vamos ya, se hace tarde”.

Yo, agaché la cabeza y me limpié una pequeña lágrima. Después miré la calle, ya estaban alejándose.

Siempre le tuve a mi lado, sobre todo en el momento más difícil de mi vida, cuando dejé la Congregación Marianista: “Hijo, Dios aprieta, pero nunca ahoga”. Llamó a un amigo, consiguió dos entradas baratas para el boxeo, sabía que me gustaba…

La vida iba rodando su destino.

Formé una familia con Amparo, mi esposa. Mi padre, el abuelo José, era el “arregla todo”. Daba lo que tenía, su tiempo, su destreza, su deseo de ayudar.

Pronto nos dejó. En una soledad terrible por la impotencia para ayudarle. En casa, pidiendo que su Dios le calmase el dolor. Poco a poco fue durmiéndose con la mascarilla de oxígeno. Su cuerpo, ya en el cielo, seguía el ritmo de la respiración mecánica. Suavemente le quité la mascarilla; ya no me oía, pero, por si acaso, le dije en voz baja:

“¡Padre!, ¡GRACIAS!, cuidaremos de mamá. Adiós ¡No te olvides de nosotros!”

Noticias relacionadas

Estamos viendo como se nos está yendo de las manos la joven, aparentemente madura, democracia española. Como se aprendía, hace muchos años, en la escuelas de artes y oficios profesionales, “cuidado con lo que se manipula”, porque cuando queráis daros cuenta la máquina no funciona.

Desafiando a los males de la altura, los sinuosos, estrechos y escarpados senderos de las serranías y montañas bolivianas, con un audaz grupo de paraguayos decidimos desafiar la naturaleza adversa y realizar un histórico viaje a sitios históricos de Bolivia, para reconciliar las crónicas de una guerra injusta que distanció a dos pueblos hermanos.

Históricamente, desde las guerras del pan, que ahora se llaman “del hambre” gracias a nuestro oráculo instalado en Bruselas, hasta nuestros días, las crisis económicas, o sea, cuando el pueblo llano pasa más hambre de lo habitual mientras las élites exhiben su cómodo nivel de vida y mueven su patrimonio de paraíso a paraíso, una suerte de revolución popular debería forzar algunos cambios.

 
Quiénes somos  |   Sobre nosotros  |   Contacto  |   Aviso legal  |   Suscríbete a nuestra RSS Síguenos en Linkedin Síguenos en Facebook Síguenos en Twitter   |  
© 2025 Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto | Director: Guillermo Peris Peris
© 2025 Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto