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El día estaba desértico, y esa tarde en el cielo inmaculado se avecinaba una inmensa tempestad, y entre truenos y relámpagos apareció un crepúsculo precioso que daba ganas de dormir a su lado. La tierra poco a poco iba quedando noctámbula, y en el filo de su oscuridad, se escuchaban algunos silbidos y aullidos de perros, y uno que otro sonido de un claxon.
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