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Durante las primeras semanas de confinamiento, cuando las madrugadas eran tormentosas y una espectral cortina de agua plateada caía desde el alero del tejado, una lechuza ululaba cada noche desde los cercanos árboles. En alguna ocasión incluso pude ver cómo intentaba cazar, con infructuoso resultado casi siempre, lanzándose en picado hacia los contenedores de basura cuando detectaba movimientos.
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