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Durante más de 30 años, los primeros de su existencia formal, la Unión Romaní se ha distinguido por ser impulsora de que los gitanos y las gitanas fueran los artífices de su propio destino y administradores de su libertad. Durante muchos años, casi toda la acción social dedicada a nuestro pueblo había estado en las manos de organizaciones religiosas.
En el plano político, Navarra sería un escenario distópico fruto del Tejerazo de 1.981, en el que los guardias civiles de Tejero obligaron “manu militari” a los líderes políticos confinados en el Congreso a aceptar un acuerdo tácito por el que se declaraban intocables el sistema monárquico, el bipartidismo rotatorio de los partidos políticos del establishment español (PP y PSOE) y la unidad indisoluble de España.
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