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​Los números cantan

Se impone, a estas alturas, definir con claridad, qué es lo que de verdad queremos conseguir los gitanos españoles
Juan de Dios Ramírez Heredia
jueves, 5 de agosto de 2021, 08:23 h (CET)

Durante más de 30 años, los primeros de su existencia formal, la Unión Romaní se ha distinguido por ser impulsora de que los gitanos y las gitanas fueran los artífices de su propio destino y administradores de su libertad. Durante muchos años, casi toda la acción social dedicada a nuestro pueblo había estado en las manos de organizaciones religiosas. En honor de la verdad fue Cáritas Diocesana de Barcelona, y junto a ella unos cuantos entregados jesuitas, quienes pusieron en marcha programas muy avanzados para su época porque intentaban implicar a los gitanos en las labores de su propia promoción.


Vivimos horas bajas


La realidad que hoy vive el pueblo Gitano en España no tiene nada que ver con la de aquella época. Al llegar la democracia en 1977, el 80% de los gitanos y gitanas eran analfabetos y el índice de pobreza de nuestras familias era absolutamente tercermundista. Hoy la lacra del analfabetismo ha quedado reducida a una parte de los ancianos y personas muy mayores de nuestra comunidad.


Pero vivimos horas bajas porque se han frustrado muchas de nuestras ilusiones de autogobierno y autoadministración de nuestra actividad ciudadana y cultural. Y no se trata de buscar responsabilidades. Sería muy fácil descargar toda la culpa en los diferentes gobiernos que ha tenido España en los últimos 40 años. Unos han hecho más y otros han hecho menos. Pero en todos hemos encontrado posibilidades de diálogo para presentar nuestras propuestas.


Se impone, a estas alturas, definir con claridad, qué es lo que de verdad queremos conseguir los gitanos españoles. ¿Queremos ser, de verdad, administradores de nuestra cultura y defensores de nuestra peculiar manera de entender la vida? España es un territorio especialmente propicio para que sus diferentes comunidades puedan defender libremente su identidad. La Constitución Española lo permite y a ella nos confiamos.


O, por el contrario, ¿queremos seguir siendo gestores de la caridad cristiana y administradores del dinero que nos dan los poderes públicos para luchar contra la marginación que todavía padecemos? Si es esto segundo ya sabemos lo que hay que hacer. Hay quien lo hace con resultados espléndidos.

Al final, casi todo se reduce a una cuestión de números. O mejor, como dijo Gottfried Wilhelm Leibniz: “cuando Dios canta para sí mismo canta álgebra”. Célebre declaración de un matemático en la que se revela esa misteriosa relación que existe entre la música y el número.


Acabamos de publicar nuestra Memoria de Actividades desarrolladas durante el año 2020 donde los números cantan y dan una idea de lo que hacemos con el dinero que recibimos y en qué lo gastamos. Lo malo es que la canción que interpretan los números del dinero del que dependemos es más propia de un funeral.


En el siguiente enlace podrá ver una relación detallada no solo de nuestras actividades sino del dinero de que disponemos, de quien lo recibimos y en qué lo gastamos:

https://unionromani.org/downloads/URmemo2020.pdf

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Se dice por ahí, que hay tantas verdades como mentiras, pero, de entre las primeras, solo una se impone como verdadera, se trata de la verdad oficial. En cuanto a las mentiras, son simples mentiras creadas para que sus productores tengan una ocupación y su despliegue mediático sirva de entretenimiento al respetable. No pasa nada si estas últimas son inofensivas, es decir, si siguen el juego al sistema y se mueven en el terreno del espectáculo.

Ni sindicatos, ni organizaciones patronales, ni ONG's, pagan siquiera el Impuesto de Bienes Inmuebles (IBI), dado que los Ayuntamientos también los han declarado exentos del pago de ese impuesto. Es de resaltar que el patrimonio inmobiliario de que disfrutan estas organizaciones, situado generalmente en las mejores zonas de las grandes ciudades, les obligaría a realizar unos importantes pagos anuales que en virtud de la ley eluden por completo.

En un mundo donde la información se pasea por las redes y los aparatos móviles y el papel va desapareciendo a ritmo de vértigo en las casas y en las empresas de todo tipo, es necesario recrearse un poco en estas misivas que siguen estando presentes, con tal de reivindicar su hegemonía, para recordarnos que si antes fueron muy importantes, lo siguen siendo ahora también en pleno siglo XXI.

 
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